Hola.

Me llamo Lola — en realidad ese no es mi verdadero nombre, pero como siempre me ha gustado, pues ea —, tengo tres hijos de catorce, trece y ocho años, trabajo a tiempo completo y soy usuaria — muy activa — de la app Tinder.

Seguro que ya os lo imagináis, soy una tía muy ocupada. Y con esa afirmación no pretendo dármelas de nada, es que realmente vivo a la carrera y con la lengua de fuera. Exactamente igual que millones de mujeres. Una de ellas es mi amiga Elena, divorciada también, con otros tres churumbeles de edades similares a las de los míos y estresada desde que abre el ojo, a las seis y media de la mañana, hasta que cae rendida cada noche en la cama.

Yo, como Elena, solía vivir en un pico de estrés permanente. Intentaba aplanar la curva de mil formas, pero nada, no había manera.

Una tarde, mientras esperaba con mi amiga Alba a que nuestros respectivos hijos salieran de las extraescolares, me dijo: «Lola, tía, hazte cuenta en Tinder. Cuando tengas un mal día con los niños, el trabajo, con lo que sea, métete y enreda». Y yo me reí.

Pero unas horas más tarde, metida en la cama y con mi hija empezando a respirar profundo a mi lado, cogí el teléfono y me descargué la aplicación que me iba a cambiar la vida. Tengo la app en una carpeta temática, entre la de Fotocasa y la de Infojobs, que una es inquieta y siempre está ojo avizor. Lo mismo busco casa, que trabajo, que un maromo.

Muchas veces hemos intentado que Elena haga lo mismo, pero ella, reticente, siempre me pregunta con incredulidad cómo me las apaño para criar a tres hijos y darlo todo en Tinder.

Pues a las prisas, priorizando y quitándome horas de sueño, pero me apaño, sí.

Y lo doy todo, también.

Aquella noche en la que tímidamente empecé a ‘enredar’ marcó el pistoletazo de salida de las muchas que me pasaría deslizando el dedo por la pantalla. No, no, no, no… Uy, este sí. Este también. No, no, no…

Entro a tindear cuando los niños duermen y, si se da el caso, me permito quedar y darme una alegría al cuerpo los fines de semana que se van con su padre.

Al principio me costaba más, pero una vez le pillas el punto y empiezas a controlar los especímenes con los que te vas topando, qué queréis que os diga… a mí me da la vida. Si es que Tinder es un pequeño universo… una jungla… a veces un circo.

Hay de todo, como en la vida, pero ahí concentrado en una pequeña sección del mundo virtual.

Me acuerdo de uno de los primeros tíos con los que empecé a hablar que se puso muy insistente con quedar y yo no dejaba de darle largas, pero porque de verdad que no podía. Porque tenía a mis hijos conmigo, por trabajo, porque había quedado con unas amigas… Cuando ya llevaba como veinte intentos me propuso quedar ese fin de semana — que sabía que no tenía a los niños — y le dije ‘no te lo vas a creer, pero es que me vienen unos amigos a casa a pasar unos días’.

Como un cuarto de hora más tarde me escribe: ‘Oye, guapa, vete a tomarle el pelo a tu puta madre. Separada y con tres hijos, a ver si te crees que eres un regalo. Debes de estar todo el día follando. Así te va’.

Pobrecillo. Qué gracia me hizo.

Así me iba y así me siguió yendo, porque yo no dejé de pasarme por la aplicación a dar mis sipis y mis nopis con toda mi premeditación, nocturnidad y alevosía. Y es que, sí, es cierto, en Tinder hay de todo y no todo es bueno, pero cuando tengo un día de mierda me doy una putivuelta, hablo con uno, con otro, y al final siempre me duermo con una sonrisa en la cara y las preocupaciones aparcadas hasta que amanezca y me pueda poner con ellas. Que la vida es jodida a veces y hay que ponerle algo de movimiento. Porque es más fácil evadirse mientras te comen la oreja y a algunas nos cuesta sacar hueco para encontrar quien lo haga sin recurrir a este tipo de apps.

Os diré también, que, si tienes suerte y te lo montas bien, es posible tener historias bonitas.

Lo digo por experiencia, pues el 90% de mis relaciones de los últimos años han salido de ahí. Por no decir el 100%, que queda fatal.

Vale, que sí, ha sido el 100%.

Voy a seguir intentando que Elena se registre, yo… debo confesaros que llevo una temporada sin pasarme por Tinder… el último chico con el que hice match todavía no ha dejado de hacerme sonreír.

 

Lola.

 

Imagen de portada de Andrea Piacquadio en Pexels