¿Alguna vez te han soltado eso de “estás tan guapa que no pareces tú”? Pues, cariño, siento decirte que a ti también te han hecho negging.

Esta palabreja prestada del inglés esconde una realidad que a muchas nos ha tocado de cerca, pero a la que seguramente no le habíamos puesto nombre. Y es que el negging consiste en halagar a otra persona subrayando una cualidad que, según el ideario colectivo de nuestra sociedad, conlleva una connotación negativa.

Como decía antes, a ninguna le sienta bien la frasecita de marras para decirnos que estamos guapas, porque de la manera en la que está enunciada suena a que tu estado natural es estar fea. ¡Menuda gracia! No señora, esto no es un piropo: es un regalo envenenado. 

La cosa es que, igual este comentario te lo suelta la vecina de tu abuela que te vio por última vez en 2015 y te la bufa, pero claro, si estas mierdas te las suelta un tío con el que andas ligoteando… ay, amiga, la cosa cambia. Antes creía que estas cosas solo pasaban en las películas o en las sit-coms, pero no, a mí me hicieron negging y me quedé como el Nenuco cuando lo ponías bocabajo.

Hacía poco que había conocido a un chico y, así, de entrada, me pareció muy mono, muy tierno, muy todo. Fue él quien mostró interés en salir conmigo y tener algo así como una cita, así que, bueno, llamadme rara, pero di por hecho que le molaba y, cuando le molas a alguien suele ser amable.

La primera cita muy bien. La segunda, tirando a regular. Empezó a decirme que le gustaba mucho mi figura, pero que esa blusa que llevaba no me hacía justicia. Ok, no te tiene que gustar ni mi blusa ni mi ropa en general, pero ¿qué gana soltándomelo así? ¡Y más aún en una cita! No es tu tía Pili que viene de visita sino un chico que coquetea contigo. 

También hizo una breve mención a mi pelo, como que le gustaba, pero que quizá con unas mechas estaría un poco más rejuvenecida. ¿Quería ser mi novio o mi estilista? Pregunto. Encima de que mi color de pelo no le convence me llama vieja. En fin.

Para colmo, quiso hacerse el caballero invitándome a las cervezas, y claro, me salió el acto reflejo de querer pagar a medias porque yo soy así. El tipo se me adelantó bruscamente al coger la cuenta y soltó algo así como que mejor pagaba él porque ―a pesar de agradecer mi gesto― le parecía oportuno invitarme ya que ganaba mucho más que yo. Aquello para mí fue definitivo. Me despedí con prisas y hasta nunca.

A raíz de esta situación que viví me dio por investigar un poco sobre el tema y por fin di con el concepto de negging y el retorcido plan de ataque que esconde. El objetivo de las personas que utilizan esta supuesta “táctica para ligar” no es sabotear la cita (como hizo el pringao aquel), sino generar inseguridad en la otra persona, a la vez que genera ese efecto de psicología inversa que, en mi caso podría haber sido algo así como: “¿No te gustan las blusas vaporosas porque crees que me avejentan? Já, pues mira qué bien me sienta un top ajustado. Vieja yo…”

Así, no solo consiguen un objetivo inmediato e insustancial, como podría ser que en una siguiente cita yo apareciera con ropa más sexi o ajustada, sino que va mermando la confianza en mí misma. Esto último es muy importante tenerlo cuenta, hay que pensar en ello como si se tratara de un virus atacando tu sistema inmune. Si tus defensas están a tope quizá no haya problema, pero como te pillen bajas…

Mis conclusiones al respecto son muy básicas. Un tío que recurre al negging como arma no merece la pena y, si por un mal caso te ves en esa tesitura, déjale bien clarito que él se lo pierde.

Ele Mandarina