Cuando le conocí tenía unos 24 años más o menos. Era amigo de unos amigos y a mí me estaban arreglando las rastas, él simplemente pasaba a saludar a los demás. Si no me equivoco fue al día siguiente que quedamos todos para ir a tomar algo y como bien os podéis imaginar… Nos acabamos liando esa misma noche. Él tenía pareja, pero justo al día siguiente de la noche fatídica lo dejaron.

Todo parecía ir a buen ritmo: Había mucha química entre nosotros, nos veíamos a menudo y lo pasábamos genial juntos, nos reíamos un montón y la verdad es que sin quererlo me acabó calando hondo. Como yo venía de un largo recorrido de relaciones esporádicas y él salía de una relación con muchos altibajos, por lo que ninguno se planteaba algo serio… Al final los dos nos dimos cuenta de que si lo era y que estaban apareciendo sentimientos más fuertes. Entonces comenzó nuestra historia.

Aunque es difícil de calcular, diría que sumando todo el tiempo creo que estuvimos juntos unos cuatro o cinco años. Digo “sumando” y “entre” porque hubo tres rupturas: La primera por cuernos, otra por las dudas y la última por hastío de la situación. Pero hoy no vengo a hablar de eso. Hoy vengo a admitir que a veces ni el malo es tan malo ni la buena es tan buena. Y lo que más me costó: Lo que jode aceptar cuando la tóxica eres tú

Como he dicho, él estaba en una relación cuando le conocí y además hubo varios cuernos de por medio… Sé que eso justifica mis idas de olla, porque es que al final se me fue la castaña con las paranoias constantes: Suponía que me seguía engañando y todo el tiempo quería saber lo que hacía y con quien hablaba o le preguntaba por qué se estaba despierto por las noches en lugar de venir a la cama conmigo. Llegué a celar a sus amigas y a toda mujer con la que hablaba. Y muy avergonzada tengo que admitir que incluso llegué a husmear en su teléfono y a hablar con esas chicas y a sacar mucha pero que mucha mierda por todas partes. Si, si, hasta aquí todo mal por mi parte.

Lo peor de todo es que encima le solía culpar siempre a él de todo lo que nos pasaba cuando yo también lo hice como el puto culo. Solo hacía que alimentar el problema.

Su ansiedad e inseguridad acompañadas de mi actitud de control y constantes discusiones hicieron que cada vez se distanciara más de mí. No supe gestionarlo y al final acabamos yendo y viniendo, un ahora sí, ahora no en bucle porque me enfadaba y desaparecía hasta que creía conveniente hablar con él otra vez (horrible, lo sé). Hasta llegamos a vivir juntos un tiempo y todo parecía ir bien. Trabajábamos los dos, salíamos juntos y disfrutamos como niños de momentos preciosos, su ansiedad iba cada vez a menos, veíamos un futuro y la luz al final del túnel…

Cuando la tóxica eres tú

Pero esto no es un cuento de hadas ni yo soy una princesa. Al final vimos que queríamos cosas distintas en la vida y cuando le presioné a seguir mis pasos y puso un límite (obviamente) cometí el error de dejarle de nuevo (repito: ¡error!). Cuando quise volver ya era tarde. Todo un asco, vaya.

¿Sabéis la frase «hay quien no ve la mierda en su propio ombligo«? Pues a mí me ha costado horrores ver cuán tóxica fui y dónde me equivoqué. No pude ni pedir perdón. Espero que nunca os pase lo mismo.

 

Moreiona