Desde que he sido madre, he escuchado de todo: desde consejos que nadie ha pedido hasta juicios de valor por cada paso que decido dar. Y sé que es algo que vivimos muchísimas mujeres en la actualidad, ya que hemos abierto miras y optado por aplicar una crianza respetuosa que se aleja del adultocentrismo que ha dominado sociedad desde siempre.

Apostar por una crianza amable y amorosa que respeta los ritmos de cada niño, muestra empatía por las necesidades del menor y rechaza la mano dura y la violencia, genera mucha polémica entre “nuestros mayores” acostumbrados a entender la educación desde una perspectiva adulta.

La comida, el epicentro de las movidas

Desde “dale agua que el niño se deshidrata” cuando el bebé tiene 2 meses y está a base de lactancia materna exclusiva hasta “tú ya comías con 4 meses y no te pasó nada”, pasando por “métele una galleta a ese yogurt natural que no hay quien se lo coma”. Si por algún casual, nuestras madres (o suegras) deben quedarse con nuestras criaturas, te arriesgas a que se salten a la torera tus indicaciones: “Le metí pollo a la verdura porque estaba muy soso, y da gracias a que no le puse un huevo”. ¡Ah! Y tú, fiel al Baby Led Weaning (BLW), sucumbes al triturado porque tu madre no acepta esas “moderneces”. “Cuando tú eras pequeña no había tanta tontería, así salen los niños hoy en día”, opinan cuando le explicas sobre introducir los alimentos uno a uno para identificar posibles alergias.

Sobre la lactancia tienen mucho que aportar: “come mucho, le das muy seguido”; “Come poco, llora porque tiene hambre”; “La teta no le alimenta la suficiente”; “¿No te parece que es un poco mayor para seguir con el pecho?”, te preguntan con un bebé de 8 meses entre los brazos.

“Es un poco de chocolate, no le va a pasar nada. ¡Tenéis unas chorradas!”, exclaman cuando no le permites ofrecer el tercer paquete de Maltesers de la tarde. “¡Es solo una chuche! ¡Tranquila, por favor!”, agregan.

El consejo del día: “Déjale llorar”

No lo entienden ni quieren entender por qué decidimos no dejar llorar a los niños. “¡Pero si no pasa nada! ¡Ya se cansará! Así abre los pulmones”. Tú vas y les hablas de los efectos negativos de generar cortisol, pero nada; se mantienen en sus trece y no las sacas: “Claro, luego llorará por todo para que vengas. El niño te manipula. Se está riendo de ti”, te sueltan a la primera de cambio.

El colecho, otro enemigo a batir

Aquí la que no entiende soy yo. ¿Por qué le importa tanto a la gente dónde duermen los niños? Si haces colecho con un recién nacido, poco más y lo vas a matar espachurrado; si es un poco más mayor, lo estás mal acostumbrando. Te descubres justificándote, que si terrores nocturnos o porque descansáis mejor, cuando no tendríamos que explicarle a nadie por qué nuestros hijos duermen con nosotros o solos.

Preguntarle al niño es la mayor estupidez de la crianza respetuosa 

“Tu hijo tiene dos años, no tienes que preguntarle todo. No mandan los niños, mandas tú. ¡Luego se te suben a la chepa!”, consideran nuestras madres. “¡No le preguntes qué quiere para comer! Hay esto. Se acabó. Y si no lo come ahora, pues se lo guardas para después y así hasta que se lo coma”, te aconsejan. “Demasiado quieres dialogar tú con tu hijo”.

Educar sin castigos

“A mí tú me contestabas así y te faltaba pasillo en casa para correr”, te responden con orgullo cuando le explicas que tú estableces los límites sin quitarte el cinturón del pantalón. “Yo, vamos, no pasaba ni media”, añaden con soberbia.

LA frase

Pero, sin duda, la gran frase que más escuchamos las mamás que hemos optado por un tipo de crianza respetuosa con nuestros hijos es: “El niño se tiene que adaptar a ti, no tú a él. Tienes que ir haciéndole tú a tu rutina, no la que él te diga”. Es el culmen del adultocentrismo, pasar por encima de cualquier necesidad del menor y mostrarte carente de empatía por comodidad del adulto responsable.

¿Y a ti qué te han dicho? ¿Qué has tenido que escuchar desde que has decidido escuchar más a tu hijo que a tu entorno?

María RM