Whatsapp, Instagram, Facebook, Twitter y todas esas aplicaciones que te mantienen en contacto en el mundo virtual, se convierten en el mayor foco de aislamiento social existente. El momento en el que te sumergiste en esa realidad superficial no lo sabes con exactitud. Puede que fueses de los que opinaban que no se engancharían a las maravillas de internet, o puede que fueses de los que decían tenerlo controlado. Es una droga adictiva, y no estaría tan mal si no fuese por el hecho de que te aísla de lo que te rodea.

Te levantas y lo primero que haces es coger el móvil y mirar qué es lo que ha pasado mientras tú estabas durmiendo tranquilamente. En cualquier rato libre que tengas, aprovechas para navegar y estar al día de todo. Pero, ¿estás de verdad al día de todo? Puede que de la vida de gente que ni siquiera conoces personalmente, sí. Te sabrás todo de ellos, dónde están, la ropa que usan, el maquillaje, sus vacaciones, absolutamente todo. Pero, ¿qué pasa con la gente que sí conoces y sí forman parte de tu vida?

Es una moda que parece no pasar de moda, y nos convierte en personas menos empáticas. Las conversaciones se resumen a mensajes de Whatsapp que esperamos que nos respondan rápido, las emociones se expresan a través de emoticonos que son un reflejo de lo que estamos pensando y sintiendo, y el corazón nos late a ritmo de “me gustas” y comentarios breves en las redes. Nos olvidamos de hablar cara a cara.

adicta al telefono

La epidemia se extiende y, cada vez, son más las personas que viven de esta forma. ¿Qué podemos hacer para volver a la realidad que sí importa? Es una obviedad que internet es una herramienta muy útil a nivel personal y profesional, pero hay que saber cuándo parar. Desconectar es básico para mantener la salud mental, para valorar que lo verdaderamente importante es lo que pasa aquí y ahora. Lo importante es aquello que puedes tocar, oler, sentir y ver con tus propios ojos. Lo que te suma y te hace ser la persona que eres. Lo que te llena de recuerdos reales que te hacen sonreír cada vez que pienses en ellos.

Y eso, amigos, jamás te lo podrá dar un teléfono móvil. Déjalo a un lado de vez en cuando y párate a contemplar la belleza que te rodea, que es el mayor regalo que te ofrece la vida cada día.