Dramamá: De cuando mi hijo la lio parda en el festival de Navidad

 

Hoy en el trabajo he atendido a una chica que venía con su hija. La niña, de unos cinco años, se portaba muy bien. Estuvo sentadita en su silla sin apenas moverse y sin interrumpir para nada. No dijo ni esta boca es mía hasta que me levanté un momento para coger unos folletos y ella aprovechó la distracción para preguntarle a su madre por qué esta señora tiene el culo y la barriga tan grandes.

Para ahorrarle un mal trago a la mayor de las dos, hice como que no lo había escuchado. Pero la anécdota me dio para echarme unas risas y para recordar las que me han liado a mí mis criaturas en situaciones similares. Y me acordé de cuando mi hijo la lio parda en el festival de Navidad del colegio.

Era el primer festival de Navidad de mi pequeño del alma en el cole de mayores. Es un colegio muy grande y el festival se hace en un salón de actos enorme. Montan una especie de pesebre en el escenario con algunos alumnos para representar a la Virgen, San José, la mula, el buey, el ángel y unos cuantos pastorcillos, mientras el resto van pasando por allí a dejar presentes, vestidos en representación de diferentes culturas o colectivos. El caso es que a mi niño lo seleccionaron para hacer de pastor. Según su maestra porque era el menos tímido de la clase.

A mí me pareció un error, no creía que fuese el más indicado para estar quieto en el mismo lugar durante más de una hora. Pero no me correspondía a mí hacer la selección, claro está.

Lo mío era llegar puntual, buscar un asiento en las primeras filas para poder hacer buenas fotos y vídeos para la familia, y cruzar los dedos para que mi hijo aguantara el tipo toda la función.

 

Dramamá: De cuando mi hijo la lio parda en el festival de Navidad

 

Durante la primera mitad todo fue bien. Más mono mi niño, con su gorrito y su humilde zurrón.

Sin embargo, en cierto momento empezó a moverse. A levantarse, a tirarle de las trenzas a la pastorcilla que tenía al lado… A hablar con los niños que iban pasando, a preguntarle a San José qué hora era y si faltaba mucho, a perrear alrededor de la silla de la Virgen…

El público se reía, pero yo rezaba a todo lo que me sé para que aquella tortura terminase de una vez. Cuando ya me veía saltando al escenario para echármelo a la espalda y huir de allí, su profe fue a llamarle la atención y él empezó a comportarse de nuevo. Durante tres minutos. Fue lo que tardó en ponerse a dar saltitos y a hablarle por señas a la profesora, oculta tras las cortinas.

Se ve que ella no entendía su lenguaje corporal, no obstante, yo lo pillé a la primera.

Guardé el móvil y empecé a molestar a los padres y madres que disfrutaban del espectáculo en la misma fila que yo. No había sido buena idea sentarme en el maldito medio y medio. Entre el perdón, perdón, perdón, iba mirando hacia el escenario y viendo que nadie estaba haciendo nada para evitar la catástrofe. Estaba llegando al final de la fila y calculando por dónde podía acercarme para llamar la atención de la maestra, cuando vi a mi niñito mirando a su alrededor con gesto frustrado, aproximarse a una de las pacas de paja que rodeaban el pesebre, sacarse la pilila y echar un pisete allí mismo.

 

Dramamá: De cuando mi hijo la lio parda en el festival de Navidad

 

Juraría que todo el salón de actos contuvo el aire a la vez, de ahí que se escuchara perfectamente el suspiro de alivio que emitió el enano, seguido del repicar del chorrito contra el suelo. Lo siguiente fue el chillido de la profe, el ‘aaag, qué asco’ de San José y las risas de los asistentes que no eran la madre del chaval.

Reconozco que yo ahora también me río, pero en aquel momento casi palmo del apuro.

 

La madre del pastorcillo

 

Envía tus historias a [email protected]

 

Imagen destacada