Convivir en familia, en pareja o con amigos no siempre resulta sencillo y, menos cuando algo nos molesta o causa incomodidad. Ser incapaces de expresarnos nos lleva a ser una bomba a punto de explotar. Seguro que, has visto Carrie o, al menos, su escena más emblemática.

Pues algo similar es lo que ocurre cuando nos enfadamos y nuestra reacción es descontrolada y violenta. Estamos ante un ataque de ira.

Yo misma, en muchas ocasiones y, sobre todo con mi pareja pierdo los papeles y me convierto en un pequeño monstruo al que ni yo misma me acercaría en una situación normal. Me enfado, noto como mi respiración se agita, el cuerpo se tensa y sólo tengo ganas de lanzar cosas y mandar todo a la mierda.

Si habéis sentido o vivido una situación similar ya sabéis a que me refiero. Algo se apodera de nosotras y controlarlo parece imposible, no nos permite regular nuestras emociones por lo que el descontrol emocional es inmenso. En mi caso, lo que me lleva a ese extremo es cuando siento que pierdo el control, me siento atacada y sobre todo cuando siento mucha frustración, sea en mitad de una discusión o cuando algo que me dicen me hace mucho daño.

Es una situación más complicada de manejar de lo que parece a simple vista pero, con ayuda de algunos consejos podemos lograr grandes cosas:

 

  • Identificar los síntomas físicos. Aumento del ritmo cardiaco, sudoración, elevar la voz, etc. Aquí, es importante ser conscientes de las señales de nuestro cuerpo y procurar evitar el ataque, tomándonos una pausa y alejándonos del conflicto.

 

  • Poner nombre a lo que sentimos. Cuando nos enfadamos, un cúmulo de pensamientos golpea nuestra cabeza. Poniendo nombre a ese sentimiento o pensamiento, nos ayuda a racionalizar y evitar la respuesta espontánea.

 

  • Modificar el lenguaje emocional. Cuando nos alteramos, nuestra forma de expresarnos se vuelve más agresiva, usando un tono hostil. Aprender a expresarnos bajando el tono de voz y usar un lenguaje más suave, reduce la tensión que sentimos y nos ayuda a comunicarnos mejor con los demás.

 

  • Ser empático. Parece imposible pero, debemos intentar ponernos en la piel de la otra persona o, al menos de entender lo que sucede para evitar reaccionar negativamente.

 

  • Escuchar activamente. Y no precisamente como solemos hacer, sino de verdad. Prestar atención a lo que se nos dice y cómo nos lo dicen. Con ello, podemos evitar malentendidos y hay un mejor entendimiento mutuo.

 

  • Analizar las consecuencias. Pararnos a pensar en las posibles consecuencias que puede tener. Sino es la primera vez que nos pasa, tener en cuenta que ocurrió anteriormente.

 

  • No es una guerra. No se trata de una batalla en la que ganar es la única opción. Tenemos que aprender que no siempre vamos a tener razón y, que existe un gran abanico de opiniones con las que tendremos que lidiar.

 

  • Reflexionar cual es la causa. ¿El motivo del enfado justifica nuestra reacción? Pensémoslo antes de perder la cabeza. Racionalizar lo que nos lleva a ese estado puede hacer que evitemos una conducta violenta.

 

  • Respirar y contar hasta 10. El truco por excelencia. Concentrarnos en nuestra respiración y contar no hasta diez, sino lo que nos sea necesario hasta que mantengamos las emociones a raya.

 

  • Alejarse del problema. Este lo hemos comentado antes. Alejarse del foco del conflicto.

No debemos olvidar que lo importante es aprender a gestionar nuestras emociones, a no acumular esos sentimientos negativos hasta que nos es imposible. Cuidarnos y querernos, descansar las horas que necesitamos. Hacer ejercicio y relajación, nos ayuda a tomarnos un tiempo para pensar, desconectar y soltar lastre.

Tenemos que tener cuidado si estos ataques son regulares y nos vemos incapaces de gestionarlos. Fuera complejos y vergüenzas, es el momento de pedir ayuda profesional.

Cada una de nosotras reacciona de una forma y no nos da resultados lo mismo. Este camino de rosas, viene con muchas espinas, que con mucha paciencia podemos ir quitando hasta que no nos hagan daño.