Hay un regalo que tengo metido a fuego en mi memoria. Un regalo que nunca pensé que me harían, el que más me ha sorprendido en estos 32 años que llevo dando por culo sobre la faz de la tierra.

Cuando me preguntan ¿Cuál ha sido el mejor regalo que te han hecho? Me viene a la cabeza un regalo muy concreto. Quizás no por ser bueno o bonito si no por el gran shock del momento.

Querida mía, algo que tengo en común con la divina Carrie Bradshaw, aparte de un encrespamiento capilar espeluznante, es que mi novio me dejó con un post-it. Si, como lo oyes, pero lo mejor de todo es que fue en el puto día de Navidad ¡Ho ho ho!

La bonita historia comenzó en un cálido verano de Barcelona. Él era de córdoba y yo del país vasco, pero aquel año se puso de moda “Ocho apellidos vascos” y por un momento creí en el amor intercontinental (no me hagas caso, es el hate el que habla).

Nos conocimos a finales de junio y desde el primer día que nos conocimos, conectamos. La primera vez que quedamos era un domingo y desde aquel domingo no volvimos a separarnos. Al día siguiente volvió a mi piso, y al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Lo típico, en agosto ya estábamos viviendo juntos.

Teníamos mucha química, todos los días después de trabajar dábamos un paseo por el Born y subíamos andando hasta nuestro pisito por el paseo de Sant Joan. Muchas personas dicen que la convivencia lo jode todo, pero desde que se vino a vivir conmigo pasamos unos meses increíbles. Tuve el mejor sexo que había tenido en toda mi vida y me sentía querida como nunca lo había hecho.

Me tenía más tonta que una palmera de kinder.

Y de repente un día en Noviembre, dejó de mirarme con dulzura.

Empezó a contestarme como si tuviera algo contra mí, como si le cayera mal. Yo pensé, vale, aquí está el golpe de realidad, pero no. Algo estaba pasando, sólo que aún no sabía qué era.

Me propusieron un viaje de trabajo que acababa el día 23 de diciembre y en vez de volar de vuelta a Barcelona, volé de vuelta a casa de mis padres, pasé con ellos la noche del 24. Cogí un tren para poder estar el 25 en Barcelona y pasarlo con él.

Llevábamos 1 mes raro, sobre todo él. Yo intentaba hablar con él, que me explicara qué le pasaba. Pero estaba cerrado en banda.

El día de Navidad habíamos quedado para darnos los regalos y cenar juntos. Algo dentro de mí me decía que cuando llegara, después de estar más de una semana sin vernos, todo volvería a ser como al principio. Nos veríamos y nos daríamos cuenta de que queríamos estar juntos, follaríamos como bestias y nos prometeríamos amor eterno. ¡JA! ¡POLLAS!

Llegué a Barcelona, todo estaba cerrado y yo me moría de ganas por llegar a casa. Subí en el ascensor y abrí la puerta. Todas las luces estaban apagadas.

Corrí por la casa esperando encontrarle, pero él no estaba allí. Le llamé por teléfono pero rechazó la llamada.

Entonces me di cuenta de que su ropa no estaba allí y de que se había llevado todas sus cosas. Todo menos 1 post-it que me dejó en la nevera que decía “Te dejo”.

Me quedé rota. Totalmente rota.

Estaba allí, sola, delante de mi nevera mirando un post-it con los ojos llenos de lágrimas y con dos regalos en las manos. Me sentí imbécil, tonta, impotente, desesperada y rabiosa. No entendía nada.

¿Cómo podía haberme dejado así? Le llame mil veces, no me cogió ni 1 vez. Me bloqueó de todas sus redes sociales. No se dignó a darme ni una explicación. Ni una carta ni un buzón de voz. NADA.

¿Qué coño había hecho yo para merecer aquello? No entendía nada pero por más respuestas que necesitara, pronto entendí que si había decidido hacerlo así, no iba a obtener respuestas.

Pasé 3 días muy duros en los que comí muchos macarrones y Nutella. Al cuarto día, cuando tuve fuerza para cambiarme las bragas. Cerré sesión en mis redes sociales y busqué su perfil en Instagram desde mi ordenador.

¡MALA IDEA!

La última foto de su feed era un selfie con una chica, los dos tumbados sobre la que había sido NUESTRA CAMA y con la siguiente descripción “Estas van a ser las mejores Navidades de mi vida”.

Sobra decir que pasé las peores Navidades de mi vida hasta la fecha y cada vez que me preguntan sobre los regalos navideños siempre me acuerdo del regalo que nunca pensé que me harían por Navidad: Un post-it en la nevera con un “Te dejo”.

M.Arbinaga