En una realidad paralela, tú me coges en volandas cada vez que me ves. Mi cuerpo es más liviano, tus brazos me abarcan al completo y todas esas tonterías románticas con las que he crecido se hacen realidad. Me puedo poner tu ropa, me puedo subir a caballito, me puedes envolver con tu cuerpo. Y por un instante, dejo de sentirme gigante. En una realidad paralela nos queremos como nos dijeron que debíamos hacerlo.

En esta realidad, eres tú quien tiene más hambre que yo, quien se acuerda de comer y el apetito no se le sacia con un vaso de agua. Eres el que come la ración más grande y todas esas estupideces que me acompañaron en las películas son de verdad.

En una realidad paralela, no me tienes que convencer que mis mullidos brazos o mi vientre que sobresale es éxtasis para ti. En esta realidad, el cuerpo que tengo ya me convence. Y no requiero de tu reafirmación, de tus cuidados, de tu candor. Aquí todo ocurre tal y como me prometieron que ocurriría. Mi cuerpo se sostiene en la composición de rectas y curvas perfectas. Apetitosas. Justas. Constantes.

Todo lo que digo es adecuado y no nos hace discutir, enfadarnos. Solo hay lugar para el estar contento. Solo hay lugar para ser felices para siempre sin que esto se empañe por emociones que nos disgustan, que nos perturban. Ahí siempre nos sonreímos con y sin motivo. Cantamos a dúo y acabamos las frases del otro en sintonía. En una realidad paralela nos queremos como nos dijeron que debíamos hacerlo.

En esta realidad, el fulgor es el motor de nuestros encuentros. La pasión es sinónimo de contacto, clímax y orgasmo. Siempre que nos vemos, nos tocamos, el dejarnos empapar por la piel del otro sucede de manera instantánea. Ocurre todo aquello que aprendimos que debía darse cuando se amaba a alguien. No tengo que pensar que llevamos varias semanas sin follar y que no lo echo de menos y que te quiero exactamente igual.

En esta realidad, no tenemos que calcular a qué hora acostar a los niños para poder disfrutar de unos minutos de placer físico y sexual. El sudor nos recorre la frente hasta el cuello y el vientre, pero no sale de las axilas mal depiladas ni de tu barba sucia de después de cenar. En esta realidad, me puedes penetrar de todas las maneras posibles y mi barriga, tu tamaño, nuestra elasticidad no son un impedimento para culminar.

Ahí, nos despertamos en brazos del otro. No ha habido un robo incesante de mantas, ronquidos sinfónicos ni ganas de dormir ocupando todo el colchón. No hay mal aliento, ni legañas pegadas hasta en el paladar. Solo hay pelo suave, sedoso, brazos fuertes que no se duermen y una postura placentera en el pecho del otro.

No hay alarmas, ni ganas de cagar ni de estar a solas, solo hay abrazos, desayunos en la cama y flores en la entrada. En una realidad paralela, tecleamos a dos manos como si de un dúo a piano se tratara. Hablamos siempre en plural porque todo lo que te gusta a ti, me gusta a mí y si yo estoy bien tú también lo estás, no nos separamos ni al pasar por una puerta. Ahí, no hay espacio para la individualidad. Para sentirte insegura, para replantear tu bienestar. Siempre estamos fuertes, a mil, a tope, felices, sin nada que añadir. En una realidad paralela nos queremos como nos dijeron que debíamos hacerlo.

En esta realidad no me da tiempo a echarte de menos, a valorar la firmeza de tus besos sinceros, necesitados, entregados. No me da para poder generar el calor de mi cuerpo sobre el tuyo, cuando no entiendes el mundo. Es una realidad paralela, imaginada con buenos propósitos, pero superfluos e insuficientes que invade la nuestra, sin remedio o voluntad. Es una realidad que no queremos pues nada tiene que envidiar a la nuestra que es una realidad perfecta con su construcción sin armonía, a medio terminar, de trabajo diario, amor constante, cosas cambiantes pero llena de momentos apasionantes.

@tengoquenayque

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