Hace poco, mi hijo comenzó una nueva actividad extraescolar. El primer día me quedé cerca del local donde la realizaban por si se encontraba incómodo y quería salir. Allí me encontré con 3 mamás más de 4 de los nuevos compis de mi hijo. Una de ellas propuso tomar un café y las demás accedimos a ir juntas a la cafetería que había justo enfrente.

No se conocían entre ellas a pesar de que sus hijos llevaban ya meses juntos en esa actividad. Una de ellas tenía dos gemelos y, aunque quería que se realizasen por separado lo que quisieran, a nivel logístico le era imposible llevar a cada uno a las actividades que quería porque coincidían en tiempo, pero no en espacio, porque siempre elegían cosas muy caras o que requerían material muy costoso… Así que ese curso estaba encantada con que se pusieran de acuerdo entre ellos para ir a “Ciencia divertida”. Así ella tenía, por primera vez en años, 1 hora libre de responsabilidades, ya que trabajaba en horario escolar y el resto del tiempo se encargaba de los gemelos ella sola, pues su marido trabajaba fuera y solo venía los fines de semana.

Otra de las mamás tenía un niño muy tímido, pero era un apasionado de la ciencia, así que había decidido, en consenso con él, meterlo en esta actividad a ver si, al ser algo que le gustaba tanto, conocía a algún niño o niña con intereses similares y podrían hacerse amigos (supe que ese no sería nuestro último café, pues nuestros hijos se harían íntimos, seguro).

La tercera madre fue la que realmente me desconcertó. Cada frase que decíamos las demás ella decía algo como “el mío también” o “el mío peor” o cosas similares. Estaba deseando hacer un speach sobre cómo era su hijo y que todas escucháramos, así que le hicimos dos preguntas y la dejamos hablar. Es cierto que, a veces, las mamás necesitamos que nos escuchen un rato mientras nos desahogamos. Entonces empezó a hablar de su hijo, que era en realidad su hija, no entendimos por qué había hablado de ella en masculino. Al principio pensamos que a lo mejor era una niña trans y se estaba aclimatando a dirigirse a ella en género femenino, pero luego vimos que simplemente lo había hecho por encajar.

Nos empezó contando que su niña llevaba desde infantil en un cole privado de mucho prestigio donde “no se permite la mediocridad”. Allí empezó ya con 3 añitos a ir a clases de inglés, alemán e iniciación al chino. Las demás mamás nos miramos entre nosotras pensando que estaba de broma, pero no, en ese cole promocionaban efectivamente esas opciones ya a los 3 añitos fuera del horario escolar. Me sentí ridícula cuando recordé la culpa de cuando decidimos meter al niño en el comedor a esa edad porque eran muchas horas. Cuando empezó la primaria le dijo que debía elegir, o un deporte único a nivel profesional, o debía de elegir, al menos, dos. Se metió en el equipo de fútbol femenino del colegio, en clases de equitación y, los sábados, tenis y natación en un club privado donde coincidía con algunos niños de clase. Ella quería que hiciese ballet al principio, pero luego entendió que “relacionándose con niños y haciendo las cosas que ellos hacían llegaría más lejos. No será de esas que sueñen con hacerse influencer de maquillaje o cosas de esas que hacen las niñas ahora”. Su hija debía aspirar a algo más y, para ella, ser más implicaba parecerse más a un chico y, por supuesto, esas cosas eran de chicos.

Entonces empezó con lo duro que había sido todo hasta ahora, primero sin dormir cuando era bebé, luego los caprichos de los dos años, luego la adaptación a la primaria y pasar horas con ella haciendo deberes y ahora… Se aproximaba la adolescencia y ya estaba empezando a estar harta. Al parecer su hija, que empezó este año 1º de la ESO, se quejó y montón un escándalo cuando supo que su madre la había apuntado al aula de estudio del colegio 2 horas 3 días a la semana.

“Que dice que se le hace mucho. Pues de este año no pasa que haga el examen de acceso al conservatorio, que para algo llevo 4 años pagando un profesor de piano y uno de violín que vengan a casa. Está todo el día quejándose, dice que necesita tiempo para sus cosas, pero ¿qué son sus cosas? sus cosas son estudiar y aprender para ser alguien en la vida el día de mañana. Igual se piensa que yo tengo tiempo, yo me paso el día con ella a cuestas de un lado a otro y aún me tengo que poner con ella cada noche a repasar las clases del día siguiente. Mi madre no hizo esto nunca conmigo. ¡Debía estar agradecida!”

Las otras nos mirábamos confusas. No entendimos cómo había acabado en aquella asociación de barrio y nos dio mucha pena el desprecio con el que hablaba de su hija diciendo que era una vaga, una quejica, etc, cuando contamos más de 10 extraescolares y nos decía que en su casa no se admitía menos de un 9 en las calificaciones del colegio, porque era inadmisible a esa edad no ser brillante.

Antes de que tuviéramos que decir algo (y menos mal porque no sabríamos qué decir) empezaron a salir los niños de pasar un rato divertido haciendo experimentos. Como predije, mi hijo y el de la segunda mamá salieron charlando. La niña salía sonriendo y hablando con otra niña, pero al ver a su madre, su gesto cambió al momento, se puso seria, agachó la cabeza y se acercó a nosotras en silencio. La madre le preguntó quien era aquella niña y de qué se reían tanto, ella dijo que eran amigas, la madre puso cara de estar oliendo un pedo y se fue con la cabeza muy levantada sin despedirse. Desde entonces espera en el coche mientras los niños están dentro y las otras mamás tomamos el café y charlamos distendidamente. A veces nos quejamos y a veces no…

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.
(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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