Había borrado esta historia de mi cabeza, pero hablando con mi amiga Lucía por WhatsApp me vinieron flashbacks. Queridas lectoras, es todo tan surrealista que he sentido la imperiosa necesidad de contaros cómo conocí al peor ligón del mundo.

Resultado de imagen de no okey yes

Todo esto se remonta al 2016, cuando yo vivía en Madrid, trabajaba en una empresa de las grandes y pagaba un pastizal por el alquiler de un piso minúsculo que compartía con un jardinero turco y una estudiante de ingeniería informática polaca. Éramos como un chiste andante.

Un buen día (o malo, según se mire), salimos los tres de fiesta por Chueca, que era nuestro barrio favorito para darlo todo. Empezamos con un par de mojitos en un bar y la cosa se fue animando.

A eso de las 2 de la mañana yo ya iba que abrazaba a las farolas, y en un local me empezó a hablar un tío. Era bastante guapo y se le veía seguro de si mismo, así que le seguí el rollo. Me contó que trabajaba de segurata en una tienda, pero que mientras tanto estaba estudiando una oposición para guardia civil.

A mí las figuras de autoridad no me molan mucho, para qué os voy a mentir. Ni polis, ni guardias civiles, ni militares. Nunca me ha puesto. Los únicos que me alegran la pepitilla son los bomberos, pero el resto ni fú ni fa. Aun así seguí hablando con el maromo porque A) estaba muy bueno, y B) yo estaba muy borracha.

Total, que de repente me dice que si quiero ir fuera a fumar. Yo no fumo, pero como intuía que era una excusa para darnos el lote le dije que vale. Resulta que no, el chaval se encendió un pitillo y me ofreció otro, que yo rechacé por mi salud pulmonar (y por mis papilas gustativas, que la nicotina sabe a mierda).

Estaba pelándome de frío y como la cosa no avanzaba le dije que le esperaba dentro, a lo que respondió esto:

– ¿Qué pasa? ¿Te pensabas que te iba a comer la boca, eh? ¿Lo estás deseando, eh?

Resultado de imagen de stop please

Puse cara de circunstancias y sin decir nada hice amago de entrar al bar. El chaval al ver mi reacción dijo:

– No, no, espera. Perdona, es que me he puesto nervioso. Pero quiero besarte, de verdad.

Así que empezamos a enrollarnos. Pero de repente paró y me dio un empujón. No fue muy bestia, pero lo suficiente para cortarme todo el rollo. Le pregunté que qué coño hacía, y su respuesta fue:

– ¿Qué pasa? ¿No te pone?

Os lo juro, era todo surrealista. Le dije que no, que no me ponía y que no lo hiciese más. Nos seguimos besando y a los dos minutos otra vez me empujó otra vez.

Resultado de imagen de stop please

No entendía nada, pero ya se me habían hinchado mucho los ovarios. Me piré mientras el me pedía perdón, y con toda la templanza que me dieron los mojitos le mandé a tomar por culo.

¿Desde cuando los tíos adoptan esa actitud pasivo-agresiva chunga para ligar? ¿Fue un caso aislado o también os ha pasado? ¿Se tomaba demasiado en serio su trabajo de segurata o simplemente era gilipollas? Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.