La Navidad pasada necesitaba hacer pasta como fuera. Volvía de un año de Erasmus y al no haber trabajado apenas en España, no tenía derecho a paro ni a ninguna otra ayuda. Encontré un curro para una tienda de juguetes, que al principio iba a ser como dependienta y que acabó derivando en repartir panfletos promocionales vestida de Papá Noel por 4€ la hora. Cómo veis: un chollazo. 

Así que ahí estaba yo, con una barba que picaba a morir, la barriga llena de cojines y abrazando a cada niño que se acercaba a saludar. Para colmo, justo al lado de mi tienda había una cafetería en la que TODOS los camareros eran hombres y estaban buenísimos. Estoy segura de que esos jefes hicieron casting para coger a los más buenorros porque enserio, no era ni medio normal. 

En uno de mis descansos, me fui a la parte de atrás de la tienda a fumar un cigarro. Como los locales eran contiguos, la salida de la cocina de la cafetería daba al mismo sitio, por lo que cada vez que alguno salía a descansar o tirar la basura aparecía allí. Cuando estaba fumando, oí que se abría la puerta y salía alguien a la zona donde estaba. Yo andaba súper empanada mirando el teléfono cuando un chaval me pidió fuego. Le pasé el mechero sin apenas mirarlo y cuando me lo devolvió alcé la vista para al menos sonreírle. 

 

Yo, vestida de Papá Noel, con una barba postiza apoyada en el cuello, un pelo grasiento que asomaba debajo de la peluca, frente a uno de los camareros buenorros de la cafetería de al lado. Un maromazo de metro ochenta aproximadamente, unos ojos verdes que podía ver hasta siendo de noche y unos dientes tan jodidamente blancos y bien colocados que parecía sacado del anuncio de dentífrico. 

-¡Menudo éxito con Papá Noel! Hoy está la tienda más llena que nunca. 

Creo que tardé más de 10 segundos en responder. No sabía si quería salir corriendo, llorar, reírme de la situación o esconderme en un cubo de basura. 

Empecé a titubear una mezcla de palabras inconexas, risa nerviosa y muecas. “síiii jejeje la Navidad claro jejeje mucha gente jejeje”. Joder, sentía que la cosa empeoraba por momentos cuando de repente dijo: 

-Oye, siento ser tan directo pero ¿te gustaría tomar algo cuando acabemos de currar?

Mirad, os soy sincera, adiós a mis problemas de autoestima si a este tío le podía apetecer tomar algo conmigo viéndome vestida así. Yo estaba flipando, en parte me daba miedo pensar que se pudiera estar riendo de mí y la verdad es que no llevaba ropa de recambio porque iba directa de mi curro a casa en coche. Se lo dije y le propuse de quedar otro día pero su respuesta fue así de clara: “No te preocupes por el traje porque, si quieres, te va a durar poco puesto.” 

Vale. Estaba claro que el buenorro quería follarme vestida de Papá Noel. La verdad es que no iba a dejar pasar la oportunidad de un buen polvo con él, muchachas, por lo que cuando acabé mi turno me lavé el parrús y las partes necesarias en el vestuario de la tienda y de perdidos al río.

Además de guapo la verdad que el chaval, que por cierto se llamaba Eric, era muy salao’  y tenía mucho sentido del humor. Aunque fuera a follármelo vestida de Papá Noel sin mucha premeditación, agradecí un poquito de charleta antes de meternos de lleno en el asunto. Cerca de nuestro curro había un bar que a esas horas solía estar poco lleno así que tomamos algo allí y a la segunda cerveza yo ya iba un poco chispa. Empezamos a tontear y calentarnos muy mucho así que decidimos irnos y terminamos optando por un motel cercano para dar rienda suelta a la pasión. 

El motel era cutre a morir pero al menos tenía ducha y una cama decente donde poder tirarme a Eric. El chaval follaba muy bien pero el polvo fue bastante extraño. Claramente tenía algún tipo de fantasía con Papá Noel y parecía darle morbo el tema del traje porque apenas me dejó quitármelo, me decía cosas guarras relacionadas con Papá Noel, quería que le dijera que había sido un niño malo que no tenía regalos…Vamos, una cosa bastante rara que en ese momento ignoré gracias a estar un poco borracha. 

Llegó el momento más incómodo de estas situaciones: Hemos acabado ¿y ahora qué? Pues nada, con toda la dignidad que pude recogí mi peluca, mi barba postiza, me coloqué el disfraz como pude y salimos del motel dirección a mi coche, sin decir ni una palabra sobre las cosas que me había pedido durante el sexo. Al día siguiente nos vimos a través de la cristalera de su cafetería y nos saludamos con esa mirada cómplice de dos personas que han follado en extrañas circunstancias pero no nos dimos los teléfonos ni la cosa fue a más. A los 4 días terminó mi contrato y la verdad es que no he vuelto a ver a Eric desde entonces pero al menos el chaval me dio una alegría al cuerpo. 

Así que ya sabéis, chatinas, no subestiméis vuestra belleza aun vestidas de Papá Noel: No sabéis cuando podéis cumplir las fantasías de un buenorro. 

 

Anónimo

 

Envía tus follodramas a [email protected]