Hoy he tenido un día de MIERDA, sí, con mayúsculas, así de claro. Un día de esos en los que todo lo que podía salir mal, ha salido mal. Tan mal, que al salir no he tenido ni fuerzas para llamarte, simplemente para enviarte  tres palabras: Voy para casa.

Y con estas tres palabras sé que te estoy confirmando lo que ya intuías, que no tengo un buen día. Porque mi loca cabeza no ha sido capaz de escribirte en toda la tarde, ignorando completamente todos tus intentos de acercamiento. Y de camino a casa sólo puedo pensar que no me apetece nada llegar y tener que hacer frente a más responsabilidades, sólo quiero meterme en la cama y olvidar este día, pero entro por la puerto y ahí estás tú, esperándome.

Y lo veo en tu forma de mirarme, sabes que hoy estoy rota por dentro, y aún así, disparas la temida pregunta: “¿Cómo ha ido el día?”. Y ya no hay vuelta atrás, empieza mi verborrea descontrolada, la que aparece sólo cuando estoy tan sobrepasada que no tengo medida, yo, que soy una de las personas más herméticas que puedas conocer, la dueña del control, en ese momento, me lanzo al vacío sin paracaídas.

Y entonces lo haces, alargas el brazo y me coges para atraerme hacía ti. Y me abrazas, luchando contra mi resistencia, aunque sabes que odio que me abracen cuando estoy alterada o enfadada. Y lo consigues una vez más, me das uno de esos abrazos que rompen por fuera de lo fuerte que me abrazas, pero que curan por dentro cada uno de los pedazos de mi interior que hoy he dejado que se rompan.

 

Y después de unos segundos mi cuerpo se rinde a ti, y lloro, vuelvo a tener 5 años, liberando toda la tensión del día de la mejor manera que sé. Y respiro, aspiro tu olor, ese con el  que rocío la almohada cuando te vas de viaje, ese que me hace estar en casa. El que saca la mejor de mis sonrisas, en el que mil veces me he quedado dormida viendo una película, en el que me siento más fuerte y segura, simplemente porque es tuyo.

Cuando me notas más tranquila me separas lentamente, me miras y me dices: “Sea lo que sea, pasará, y yo seguiré estando aquí cuando pase”. En ese momento es cuando me doy cuenta de que has vuelto a hacerlo, has desplegado tu magia y has reconstruido todo lo que yo pensaba que estaba roto. Y ya no me importa nada la reunión que ha salido mal, el proyecto que no llegará a tiempo, las horas extra en la oficina. Ahora sólo puedo darte las gracias, gracias por tu magia, una vez más.

 

Ms. Swalow