Curso de espiritismo. ¿Hay vida después de los 50?

Me he quedado sin trabajo con 50 años. Y no tengo miedo.

A lo mejor no soy una valiente, sino una inconsciente. Ambos términos acaban igual, y probablemente, fruto del choque que supone no seguir la misma rutina que he seguido los últimos 25 años empiezo a tener síntomas de confusión.

Estoy convencida de poder ir contra corriente. De servir para hacer un millón de trabajos. De tener cientos de cosas que aportar. De ser capaz de enseñar a los más jóvenes cosas que solo se aprenden con años de experiencia. Y no me he dado ningún golpe en la cabeza.

Pero también me creía capaz de no ser juzgada por haber convertido mi cintura de avispa en cintura de abejorro y estaba totalmente equivocada.

¿Y si también la he cagado pensando que era la Superwoman del mundo laboral?

Pues que sigue sin pasar nada.

Que me voy a poner mi mejor cara y sentirme liberada y feliz. Y voy a seguir creyendo que valgo mi peso en oro, y creedme, eso es mucho.

No ser millenial no es el fin del mundo, por mucho que se empeñen en hacernos creer lo contrario los rancios de Recursos Humanos.

Que soy una madurita con un montón de conocimientos. Y con una sonrisa de oreja a oreja, incluso en la adversidad, que ya quisieran para sí los poseedores de kilo y medio de másters.

Si hay algo que he aprendido con el paso del tiempo, es que los años te hacen enfocar mucho mejor el tiro. No necesito tener una tarjeta de visita con un cargo rimbombante, quiero ir feliz a trabajar. No digo que vaya a desear que llegue el lunes, pero sí que no deberían hacerme falta los ansiolíticos para afrontar la semana.

No voy a buscar trabajo inmediatamente. Me merezco un respiro. Tiempo para pensar hacia dónde debería dirigir mis pasos. Y me voy a esforzar por no tirar de mis contactos esotéricos para que me digan qué futuro me ven en el Tarot.

De momento, voy a limpiar mi alma de todos los vicios adquiridos durante estos últimos años en mi empresa. Y no hay mejor manera de hacerlo que mojando los pies en el mar. Familia, me piro de viaje. ¡La cocina es vuestra!

Mar Moreno.