Pues estas son cosas que pasan a partir de los 30, señoras. Pasas de ser la amiga fiestera a ser la amiga canguro de tus amigas. ¡Ojo! ¡Con mucho orgullo y mucha honra!

Aun recuerdo aquellos días cuando mis amigas dejaban en mis manos las salidas y corridas ¡Digo! ¡Las salidas nocturnas!

Todas sabemos que cada amiga suele tener su rol dentro del grupo de amigas y yo siempre fui «La fiestera»

Siempre he sido una guindilla, un alma de la noche, la jarana, la farándula, la fiesta y el disfrute. No puedo enumerar la cantidad de veces que he sacado a mis amigas borrachas de garitos a las 6 de la mañana. Porque claro, ser la amiga fiestera supone tener una formación y una experiencia en la materia. ¿Y qué nos pasa a los que estamos acostumbrados a beber? Que vemos como los demás se emborrachan y nosotros empezamos a coger el punto a las 4 de la mañana.

Y muchas veces le miro a mi chico y le pregunto ¿Cómo puede ser que hace 5 años fuera la amiga fiestera que ayuda a potar a sus amigas y ahora esté cuidando niños?

Lejos quedó aquella noche en la que mi amiga Laura apareció medio dormida en el cuarto de la limpieza de una macro discoteca. Todavía me acuerdo de que tuve que quitarle los tacones, los guardé en mi bolso y le puse mis botas. La cogí a hombros con ayuda del chico de seguridad y empezamos a caminar hacia el coche.

A medio camino me mira, me sonríe, me dice que me quiere y empieza a potar como una posesa por el mismo Satanás. Me empapó las botas de piel y los pies claro, porque yo le había dejado mi calzado.

La metimos en el coche y al llegar a su casa, pasó más de 1 hora desde que intenté sacarla del coche hasta que conseguí meterla en la cama. Menos mal que pesa 50 kg la señora y yo mido 1.80, que si no, no sé cómo hubiera podido hacerlo.

Pues resulta que a día de hoy, la amiga fiestera, muchos viernes coge un par de pizzas, un pijama, descarga algunas pelis de pixar y se queda en casa de su amiga viendo pelis y cuidando de sus dos nenes mientras ella pasa una noche romántica con su chico por ahí.

Y pongo a Dios por testigo, que cuando pretenda ir de madre perfecta y sus hijos sean adolescentes pienso contarles todas las jaranas y las liadas en las que me metió la señora cada vez que se pasaba de copas.

Como aquella noche en la que no me dejó dormir porque se pasó toda la noche roncando como un puto jabalí infernal.

Muchas veces echo de menos aquellos días en los que ejercía de amiga fiestera y nos juntábamos las 5 gamberras, sacábamos chupitos de fresa y acabábamos todas bailando el Waka Waka en el pódium o en la barra. Y no te voy a engañar, incluso pienso lo mucho que molaría volver a repetir de vez en cuando una de esas noches.

Pero cuando miro al presente y al futuro, me siento tan feliz de que esas mismas gamberras hayan encontrado al amor de su vida, tengan su casa y una familia a la que adoran. Por mucho que eche de menos tiempos pasados, se me llena el corazón de amor cada vez que pienso que esas mismas borrachas de mierda, me confían sus hijos y cuentan conmigo y mi chico como casi otros dos miembros más de sus familias.

Además, mola mucho ser la tía molona que les lleva pizza y les pone pelis. Para brujas malas ya están sus madres, pero cuando me ven aparecer ya saben que les toca una noche de ensueño. Más o menos como me pasaba con su madre cada vez que le acercaba la bandeja de chupitos.

Así que aunque siempre fui la amiga fiestera, ahora soy la amiga canguro y si te soy sincera, no podría ser más feliz.

Y sí, este es un claro ejemplo de que cuando las amigas somos de verdad, no nos separan ni los maridos, ni los hijos, ni las borracheras, fuimos un equipo, somos una familia y seremos siempre compañeras.

 

Anónimo

 

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