Una de las cosas que más me gusta en el mundo es viajar. Qué original, ¿verdad? Además, soy de esas pesadas que hace fotos a todos los rincones que le llaman la atención. 

Este verano, paseando por Bucarest, me encontré el carrusel de mi vida. Y tenía que hacerme la foto, claro. Ese carrusel lo pedía a gritos. No sé cuántas fotos me eché antes y después de esta. Os aseguro que demasiadas. Pero ninguna me gustaba. Ninguna. Y no tenía sentido: ese día me veía guapa, cosa poco normal en mí, y un carrusel así siempre queda bien en las fotos. Pero nada, a cada foto le encontraba mil defectos. Y repetía por cabezonería.

Al cabo de un rato desistí. Llega un punto en el que te acabas sintiendo ridícula al esperar que en el siguiente “clic” la cámara capte una cosa distinta. Pero no pude evitar pensar en ello. Le di vueltas y vueltas hasta que llegué a la conclusión de que la realidad no es un post de instagram. Vaya revelación, ¿eh? (Mari Obviedades me llaman).

Me explico: la mayoría de veces salgo a la calle con cero maquillaje, despeinada y sin sujetador. Cuando me «arreglo» no cambio mucho: ni sé ni quiero maquillarme como una influencer, ni uso fajas o modelitos perfectos, y en mi vida me he puesto unos tacones. Tampoco sé posar. Ni soy precisamente guapa (para gustos colores, ya lo sé). Y tengo lo que se llama un «cuerpo no normativo» (vaya, que estoy gorda).

Teniendo en cuenta todo eso, ¿cómo iba a estar satisfecha con la foto? Si la mayoría de fotos que veo están hechas por profesionales a profesionales, o retocadas hasta la muerte. Si la gente siempre sube la foto estudiada, el selfie del ángulo y la iluminación perfecta que yo nunca he sabido encontrar. Si la gente como yo muchas veces no se atreve a subir fotos en las que se le vean «los defectos» (es decir, su cuerpo tal como es). Con todo eso en mente, ¿cómo coño me va a gustar mi foto?

Pero resulta que (y aquí va la segunda obviedad del día) instagram es mentira. ¿Cómo te quedas? Pues sí. Es una mentira bonita con escasas trazas de verdad. Y yo soy la primera que lo uso para el postureo. No subo fotos de cuando estoy limpiando el baño, claro.

Pero una cosa es el postureo y otra cosa ocultar quien soy. O peor: odiar quien soy porque no se parece a lo que el escaparate de las redes sociales enseña. Porque aunque a veces me gustaría ser otra, o de otra forma, la que soy es esta, y si intento que no se note qué soy y quién soy sale mal. Raro. Forzado. Falso.

Y supongo que al final resulta mis mejores fotos son las naturales, esas en las que no intento ocultar mi culazo o mis michelines,  con mis pelos de loca y mis brillos en la cara y mi eyeliner mal puesto. Y lo más importante, si es posible, riéndome, pero de verdad.

 

@ladycarrusel