Ghosting militar

 

¿Cuándo una es mayorcita para seguir creyendo en los cuentos de hadas y los príncipes de Disney? 

Yo rozando los treinta, creía que aún existían.

Conocí a Víctor por Instagram. Lo típico, amigo de amigo. Un par de “me gusta” mutuamente y nos agregamos. Empezamos a hablar. Que de dónde éramos, a qué nos dedicábamos, música, etc. 

Era súper majete. Conversaciones agradables, voz sensual… Trabajaba en una base militar cerca de mi trabajo. Fantaseábamos con conocernos en algún momento. Compartíamos en muchas ocasiones puntos de vista sobre la vida. Teníamos nuestros “planes perfectos”; pensábamos que no había mejor plan posible que estar juntos en una cabaña en la mitad de la montaña, nevando,  y con un 4×4 en la puerta para conducir por caminos rocosos. Dentro de esa cabaña, una chimenea dando calorcito y una alfombra a los pies de la chimenea donde hacer el amor. ¿Alguien da más?

Íbamos a conocernos un viernes al salir del trabajo. Me mandó un mensaje para decirme que le había llamado el Sargento para que fuese a la base a recoger un comunicado importante. Y desapareció. 

A los días me contactó y me dijo que el Sargento le había dado una carta donde indicaba que le llevaban a unas formaciones para formar parte de otra unidad del ejército, y que se tenía que ir. Iba a estar muy poco pendiente del móvil, eran unas formaciones con unos ejercicios muy exigentes donde mucha gente tiraba la toalla y me vino a decir como que se le complicaba la vida un poquito. Aun así, seguimos hablando unos días y seguíamos soñando con el reencuentro cuando volviese, y de la nada desapareció. Me bloqueó en redes y en WhatsApp. Lo pasé fatal, no entendía qué había pasado. No sabía si estaba en Madrid, en España, o si estaba bien o mal. Fue muy angustioso. De vez en cuando le mandaba un SMS para saber si estaba bien. Siempre sin respuesta. Tonta de mi pensaba que todo tenía una explicación, ya que una persona que ha llegado a decir esas cosas, no podía estar haciéndome esto. 

Apareció. Me dijo que me echaba de menos, que había pensado mucho en mí en momentos duros pero que en el ejército le entrenan para ser frío, y como estaba empezando a sentir algo por mí de verdad, prefirió zanjarlo de raíz antes de pasarlo mal con la distancia. Él estaba de vuelta y volvimos a hacer planes de vernos. 

Casualidades de la vida, me mandaron a trabajar a Alicante un mes. Y en las mismas fechas le mandaron a él a una base militar cerca de Alicante para otras formaciones. Pensamos que seguro que era el destino que nos hubiesen mandado a los dos a trabajar a la misma zona en las mismas fechas. Hicimos planes de vernos allí; él tenía que pedir permisos especiales para poder salir de la base, pero ahí estaba la ilusión. Sí, nos imaginábamos cómo sería la escena de ir yo a buscarle a la base militar y salir él de allí vestido de soldado con su mochila al hombro y darnos un beso. Ahora me doy cuenta del daño que ha hecho la película de Pearl Harbor en mi vida. 

Volvió a desaparecer. Qué raro, ¿no? Lo mismo, bla bla bla, he empezado a sentir, bla bla bla, no sé cuándo volveré y he preferido no hacerte daño, bla bla bla. 

Volví a Madrid. Él volvió a los meses.  Me volvió a contactar. Al fin quedamos para vernos. Quedamos en un centro comercial cerca de su casa. Cenamos y hablamos muchísimo.

Me pidió perdón por todas las bombas de humo que había hecho. Me reconoció que había sido un cabrón y que no iba a volver a desaparecer. Nos liamos aquel día al despedirnos. 

Volvimos a quedar otro día con intención claramente de echar el polvazo que teníamos pendiente desde hace tiempo. Y lo hicimos. Y fue el peor polvo de mi vida. Me reconoció que como era jovencito (22 años) y había entrado en el ejército pronto y antes de eso no había tenido interés por las mujeres, pues digamos que no tenía excesiva experiencia. No me importó, ya que el chaval tenía potencial y buenas herramientas. 

No obstante, se enfrió la cosa, él me dijo como que tampoco le había gustado en exceso y de mutuo acuerdo decidimos dejar de hablar. Después de meses y meses con una fantasía en la cabeza, se había ido a la mierda. Es normal, al final cuánto más altas tienes las expectativas, más grande es el hostión. 

Parecía el fin, pero NO.

A los meses volvimos a hablar. Me dijo que se iba a Lisboa unos días de vacaciones; yo había estado de viaje hace relativamente poco y le recomendé sitios donde comer, indicaciones del transporte, e imprescindibles que ver en Lisboa. Me dio las gracias, con la puntilla de “ya me dirás cómo quieres que te lo agradezca”. Lo ignoré. Lo siguiente que supe de él fue otro mensaje proponiéndome vernos, seguido de un audio del estilo de “Bueno, si tu tienes ganas de follar, o ves que necesitas sexo, tú me lo dices y aquí estoy para esto. Sé que tu y yo obviamente nunca vamos a estar juntos, pero si lo que quieres es descargar follando, me puedes utilizar para ello. Bueno, y si necesitas hablar… pues también

Le agradecí su sinceridad. Le pregunté por el interés repentino a lo que me contestó que después de probar más chicas se ha dado cuenta de que la experiencia que tuvo conmigo fue la mejor que había tenido. Y, en resumen, le mandé a tomar por el culo.

No volví a ver la película de Pearl Harbor y le anoté en mi lista abierta de militares gilipollas.

Altea