Seguro que todos hemos stalkeado a alguien alguna vez en la vida. Nos pueden las ansias por saber y cotillear; y las redes sociales, e Internet en general, nos ofrecen mucha información con una simple búsqueda. Hay que tener mucho cuidado con esto, tanto con lo que pueden saber de nosotros, como con lo que podemos llegar a averiguar. ¡A veces se vive mejor en la ignorancia!

Yo reconozco que tiendo a investigar a todo el mundo en Internet, sobre todo a los chicos que he conocido a través de las aplicaciones de citas. ¡También a sus exs!

Me resulta muy útil, aunque en ocasiones me pueda equivocar y sacar conclusiones erróneas. Por ejemplo, cuando mi exmarido empezó a salir con su novia, quise indagar lo mínimo, casi todo lo que sé sobre ella me lo han contado él o mis hijos. Sin embargo, sí sé que ella tenía controlado mi Instagram, por eso decidí que lo mejor era hacerlo privado.

Por todo esto, no me sorprendió que la exmujer del chico al que estaba conociendo me stalkeara. De hecho, lo entiendo perfectamente. Pero creo que hay que saber parar, ¡y sobre todo llevarlo en secreto! Ella se pasó bastante, cuando apenas habíamos quedado tres o cuatro veces, y además fue muy torpe al contárselo todo a su ex y al mejor amigo de este.

Él, llamémoslo Juan, y yo nos conocimos poco tiempo después de que se separara de la que era su mujer. Pero ella estaba convencida de que la había dejado por mí, por eso supongo que se obsesionó más. Sabíamos muy poco el uno del otro cuando ella ya conocía hasta mi apellido, ¡antes incluso de que yo se lo dijera a él! Le mandaba mensajes preguntándole si había quedado conmigo, y acompañaba los mensajes con un montón de información sobre mí. Sabía dónde vivía, a qué me dedicaba, mi estado civil, sobre mis hijos, mis gustos musicales, mis aficiones… ¡hasta sobre mi perra! 

Justo en esa época, además, empecé a recibir llamadas de números ocultos. Eran voces masculinas que me preguntaban si tenía novio, o si estaba en Tinder, o se hacían los despistados preguntando quién era yo. Podrían no tener nada que ver estas llamadas con ella, pero casualmente coincidieron en el tiempo, y además no le encontré el sentido a que si fuera cualquier tío queriendo contactar conmigo, ocultase su número de teléfono. 

También me empezaron a llegar solicitudes de seguimiento a Instagram de perfiles muy raros, cuando nunca antes me había pasado. Eran cuentas privadas con pocos seguidores y pocas publicaciones. Algunas de estas cuentas también le enviaban solicitud a Juan… Pero, la mayor “casualidad” fue que, al aceptarme a mí una de estas cuentas, la mayoría de seguidores fueran conocidos de esta chica y negocios de su pueblo. Torpeza máxima no caer en ese detalle si quería husmear mis redes sin ser identificada.

Me dio un poquito de miedo esta manía conmigo, y saber que tanta información sobre mí estuviera al alcance de cualquiera. Aunque no tengo nada que ocultar, y tampoco creo que a nadie le interese realmente mi vida, pensé en cortar el contacto con Juan, para evitar una posible persecución o represalias. No quería follones, y tampoco me gustaba tanto como para tener que estar aguantando ese monitoreo constante.

Pero por muy inquietante que me resultara, en el fondo llegué a empatizar con ella. No es fácil sobrellevar dignamente que tu marido te deje y al poco tiempo te enteres de que está quedando con alguien. Todos hubiésemos caído en algo así… Y tampoco fue a más. Con el tiempo supongo que perdió el interés, su duelo seguiría su curso, y no supe nada más de ella. Eso, ¡o aprendió a cotillear más disimuladamente!

Anónima