Aquí viene una mujer liberal de la vida, repleta y llena de vida sexual, señora que ha tenido sexo de los 15 años, que ha follado con personas de todas las edades, en casi todo tipo de lugares y en muchísimas situaciones distintas. No es que quiera yo pavonearme o algo por el estilo, de hecho todo lo contrario he venido aquí a romper un mito que me toca especialmente las narices y viene a ser el ‘dónde se corren los señores cuando follan contigo’.

Mira que hay lugares, en su cuerpo y en el tuyo, mira que hay opciones, mira que hay rincones. Pues nada que no, que a casi todos los señoritos (y digo ‘casi’ para que nadie me insulte, pero son prácticamente todos) se empeñan en que en algún momento de su vida se quieren correr en tu cara y es que es algo que yo no maldito entiendo. Bueno, sí lo entiendo, aquí la culpa la tiene el porno y punto pelota.

No sé si vosotras sois asiduas a ver porno, si pasáis totalmente de la vaina o si lo consumís alguna que otra vez. Yo fui adicta, luego he tenido épocas y ahora mi feminismo arraigado prácticamente no me permite abrir casi ninguna web sin vomitar, así que salvo en alguna ocasión contada, en la cual me siento cual vegana comiendo chorizo del Bierzo he dejado por completo ese mundo de mujeres sumisas, obedientes y dispuestas hacerlo absolutamente todo por complacer al otro.

Bueno, hayáis visto o no os haré un spoiler de prácticamente cualquier vídeo en el que haya sexo heterosexual: los hombres cuando están a punto de correrse, sea cual sea la posición, el lugar y cantidad de personas en la sala, paran el mundo y hacen que todo gire en torno a correrse en la cara de mujer de turno. ¿Por qué? Pues mira, no lo sé.

La verdad es que no tengo ni idea de a quién se le ocurrió la idea, pero al parecer fue casi tan importante como cuando Colón descubrió América, porque desde entonces nada debió de volver a ser igual, la persona que tuvo ese idea se ve que se llevo el óscar de la pornografía a mejor punto y final posible, hizo tendencia, se convirtió en referente, fue modelo a seguir. Se abusa tantísimo  de esa firma de acabar que ya no hay ni emoción ni nada, que sí, que en algún vídeo se corren en su culo, en sus tetas o dentro, pero son la inmensa minoría y da una pereza que te cagas.

Pues el caso es que como los hombres, por lo general, empiezan a consumir ese tipo de pornografía desde que tienen doce años, luego les llega el momento de la realidad y todo lo que quieren es que correrse en la cara de la jovencita de turno porque no saben hacer otra cosa. Hay algunas que ceden, otras que no. Yo cedí, en muchísimas ocasiones.

Lo hacía porque me sentía empoderada, diosa, capaz de dar placer por encima de mis posibilidades. O sea, la cara que ponen y el placer que les produce correrse en tu cara mientras les miras es indescriptible, de verdad que lo gozan por encima de sus posibilidades pero, chicas, seamos sinceras. UN LEFAZO EN LA CARA ES UNA PUTA MIERDA COMO UNA CATEDRAL DE GRANDE.

Que yo me puedo vender la moto a mí misma de liberal, de mujer capaz de romper con estigmas sociales, de tener la capacidad de disfrutar del sexo sin barreras, pero es que con los años te das cuentas de que hay cosas incómodas que te hacen daño y que no te aportan absolutamente nada como persona que es mejor que no hagas.

Si les pone cachondos correrse mientras les mira, pues mirad bonitos míos, hay muchísimas partes de mi cuerpo a las que puedes apuntar mientras mantenemos contacto visual. Me podéis cantar misa, salir por soleares e intentar convencerme de lo guay que es correros en mi cara, pero como ya he dicho antes en el título del post: digan lo que digan, la lefa en el ojo pica. Y si queréis, lo podéis comprobar. Os cogéis un poquito de la vuestra y os la restregáis como exfoliante, ya veréis qué bien.

Por supuesto que aquí cada una haga lo que quiera, con quien quiera y cuando quiera, yo solamente vengo a deciros que no estáis obligadas a absolutamente nada, que aquí el sexo es cosa de dos y que si uno no quiere, el otro no se corre. Así que nada de hacer prácticas que no gustan solo porque al otro le apetecen, aquí o todos en el mismo barco o satisfayer al canto, he dicho.

 

Anónimo