Hace años, conocí a una chica en una de las clases de natación a las que me acababa de apuntar. Era la única que tenía mi edad, además era bastante maja, así que en ese mismo momento nos hicimos amigas. Los años pasaban y S y yo éramos inseparables, hacíamos todo juntas, hasta tal punto que obligamos a nuestros padres a celebrar todos nuestros cumpleaños y nuestras comuniones a la vez. Éramos, prácticamente, parte de la familia. Como era de esperar, acabamos yendo al mismo instituto. Compartíamos el mismo grupo de amigos en clase, pero S era mucho más popular. Ella siempre había sido muy guapa y estilizada, además era bastante carismática y se llevaba a la gente de calle. Por todo esto también ligaba mucho. Yo siempre estuve un poco a su sombra, pero nunca me pesó. Al fin y al cabo yo era bastante más tímida y retraída, así que lo veía normal.
Con el tiempo y contra todo pronóstico, uno de los chicos del grupo empezó a fijarse en mí. Comenzamos a hablar por mensaje privado todos los días, nos contábamos nuestras cosas y pasábamos los recreos juntos. S sabía que me gustaba, se lo dije en cuanto pasó. Unas semanas después, S me confesó que había empezado a quedar con un chico, se habían besado y tenían pensado quedar más. No quería decirme quién era. Supuse que era uno de los clásicos movimientos de S para llamar la atención, que últimamente estaban siendo bastante frecuentes, así que no me pareció muy extraño.
El contacto con el chico que me gustaba no cambió para nada en ese tiempo, así que, jamás me imaginé lo que se venía. Tiempo después, en una de nuestras fiestas de pijama, S me confesó que el chico que me gustaba a mí era el chico con el que había estado quedando ella. De una manera muy altiva, me exigió que cortara todo contacto con él, ya que a ella le gustaba en serio y encima ya se habían besado varias veces. Me dijo que lo único que tenía conmigo era una buena amistad. Muy dolida, por supuesto que corte contacto con él, pero no por las razones que S creía. No quería tener nada que ver con un chico que podía ser capaz de jugar a dos bandas de esa manera. Mantuve mi amistad con S por otras razones completamente distintas.
Me creé un perfil falso en una de las aplicaciones de citas que sabía que S usaba, me esforcé en que fuera realista, con fotos de un chico guapo, pero no un modelo. Me fijé en los perfiles reales de chicos de mi edad y conseguí hacer un perfil del estilo. Hablé a S diciéndole que me había parecido guapa y desde ahí, tejí mi venganza. Como conocía a S desde pequeña, sabía lo que le gustaba y no me fue difícil hacer que se prendara completamente del chico de mi perfil falso. Un día, mientras chateábamos, me di cuenta de que S estaba compartiendo detalles personales que nunca habría revelado de otra manera. Empezó a confiar en alguien que no existía realmente, y eso me hizo sentir muy mal. Mi venganza había pasado de ser un juego a algo mucho más oscuro.
En lugar de sentirme triunfante, me invadió la culpabilidad. Me di cuenta de que estaba haciendo daño a alguien que, aunque me había traicionado, no merecía ser manipulada de esta manera. Decidí detener la farsa antes de que las cosas se fueran de control.
Le conté la verdad del chico a S, y la reacción no fue la que esperaba. Esperaba enfado, lágrimas, tal vez incluso un enfrentamiento. En cambio, S sólo parecía decepcionada. Me explicó que entendía mi dolor y se disculpó sinceramente por lo del otro chico, pero también me dijo que ella no merecía ser tratada de esa manera tan cruel.
Las consecuencias de mi venganza fueron más profundas de lo que había anticipado. Perdí la confianza de S, y nuestra amistad nunca volvió a ser la misma. Me di cuenta de que, aunque ella me había herido, eso no justificaba mis acciones. A día de hoy sigo sin tenerlo muy claro… ¿S se merecía mi venganza o fui demasiado lejos?
Anónimo
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