Todavía recuerdo el día que decidiste mudarte a otra ciudad por amor. Estaba tan acostumbrada a tenerte cerca que nunca imaginé que te echaría tanto de menos. Me imagino que son gafes de ser la hermana mayor. Ejercemos como una segunda madre en tantas ocasiones, que casi podemos sufrir en nuestras carnes el síndrome del nido vacío. Y más de un año después y en medio de una pandemia, me das lo más bonito que me ha traído este confinamiento. El anuncio de que a parte de hermana mayor, me voy a convertir en tía.
Recuerdo chillar de alegría y emocionarme a partes iguales. Recuerdo también enfadarme, porque en ese momento, hubiera dado cualquier cosa por traspasar la pantalla de esa videollamada y achucharte hasta dolerte. Porque, aunque a veces sea un poco arisca, las dos sabemos que eres una de mis debilidades, mi talón de Aquiles. Un puesto que nadie te puede arrebatar desde el día en el que te vi por primera vez en el hospital.
Pero también me asusté. Me asusté mucho. Porque en ese momento fui consciente de que te has hecho mayor. En el fondo ya lo intuía, pero para mí serás siempre mi “enana”. Y siempre pensaré que es demasiado pronto para hacer cualquier cosa que hagas. Porque soy así, mi sentimiento de protección me puede y en el fondo, quiero seguir protegiéndote de todos los monstruos y demonios que hay ahí fuera. Olvidándome en más de una ocasión que no te hace falta. Tú ya naciste guerrera. Y tú sola te sobras y te bastas para ganar cualquier batalla que se te presente. Pero qué le voy a hacer. Nunca me cansaré de luchar siempre que sea a tu lado. Mi amante de las causas perdidas.
Y ahora me das un motivo más para seguir haciéndolo. Un nuevo proyecto de vida en el estoy deseando participar. Y sí, voy a ser muy pesada. Voy a seguir cuidándote más que nunca en este proceso. Preocupándome por ti. Dándote consejos que seguro te cansarás de escuchar. Siendo paciente con tus hormonas revolucionadas, tus quejas, tus protestas, tus estados de ánimo, de euforia desmedida y tus miedos. Pero no te preocupes. No dejaré de estar. Aunque sea a la distancia, seguiré luchando a tu lado.
Porque sé que es algo que os hace inmensamente felices. Y con eso me basta. No necesito nada más que recordar vuestra cara de felicidad cuando nos distéis la gran noticia. Y sí, también sé que el proceso será duro. Tendrás mil dudas y preocupaciones. Pero todo pasará. Porque eres mi guerrera y no hay reto ni batalla que se te resista. Pero principalmente, porque este camino no lo recorres sola. Así que disfruta ahora todo lo que puedas. Y no te enfades cuando añada a una persona más a mi lista de debilidades. Tú puesto seguirá intacto, pero tocará apretarse un poquito.