Lo que aprendí viendo Blonde
Me consta que muchas personas ya han hecho su reseña sobre la adaptación a la gran pantalla de la novela de Joyce Carol Oates sobre la vida de Marilyn Monroe. Muy seguramente estas reseñas tengan un enfoque más cinematográfico. O quizá en el debate que genera la veracidad (o falta de ella) de los episodios relatados en dicha película sobre la vida de la actriz. Todas me interesan y todas son válidas. Pero yo necesito hablar de lo que he experimentado con esta película que, a mi parecer, no es nada fácil de ver.
Lo primero es que no he podido terminarla. Igual suena hipócrita que escriba sobre algo que he dejado a medias, pero me fue imposible verla hasta el final. ¿Por qué? Para empezar porque me hacía daño y, posiblemente, cualquier mujer que haya vivido una situación de maltrato lo corrobore. Por desgracia, estamos hartas de ver escenas de violaciones y de violencia hacia las mujeres en la ficción, tanto es así, que lo tenemos casi normalizado.
Pero no sé si fue por la interpretación de Ana de Armas ― está soberbia, para mí, lo mejor de la película― o por el cariño que le tengo al personaje de Marilyn o, simplemente, porque hay momentos en los que empatizamos más, el caso es que se me atragantó y, tras visionar unos tres cuartos del metraje, lo dejé. Lo dejé porque no podía soportar cómo exponían la vulnerabilidad de una mujer una y otra vez romantizando su desgracia, revictimizándola e infantilizándola. No era eso lo que esperaba. Tampoco esperaba la escena del feto parlante haciendo chantaje emocional a Marilyn para que no aborte. Creo que a muchas nos ha sobrado puesto que, sea cual sea tu postura ante el aborto, entendemos que para ninguna mujer es fácil tomar ese tipo de decisiones. Y que no se debería culpabilizar a nadie por este tipo de actos.
Aun sin haberla terminado, he podido sacar varias conclusiones que me apetece compartir con vosotras. Soy consciente de que muchas otras mujeres se han sentido identificadas con lo que acabo de relatar y eso hace que me sienta menos sola. No es una cuestión de querer llevar la razón por narices. Sino que pienso que si otras mujeres han experimentados sentimientos similares a los míos con esta película no es una impresión mía. Nuevamente, se ha banalizado el dolor de una mujer para avivar el morbo sobre una figura tan icónica como es Marilyn Monroe.
Esto me hace pensar que, hoy en día, es muy fácil caer en la trampa de que un producto de ficción nos quiera vender un personaje femenino luchador o fuerte. Pero no sin antes contarnos lo desgraciado que ha sido con todo lujo de detalles. Es como si no pudiera separarse la mujer talentosa y fuerte de la sufridora; como si una cosa fuera siempre a consecuencia de la otra.
Y sí, ya sé que en este caso Blonde se trata de una especie de biopic que trata de reflejar la vida de una mujer reconocida mundialmente como sex-symbol y frágil emocional, pero, si de verdad queremos saber más del personaje, ¿no sería este un motivo de peso para desligarnos de los clichés morbosos y centrarnos en su capacidad de resiliencia? En mi opinión, si la idea era contarnos una historia de superación se podrían haber ahorrado tantos detalles escabrosos. Ojo, no digo que no se mencionen o que no aparezcan. Hablo del enfoque con el que se abordan que, hasta los propios planos de cámara te hacen partícipes de una brutal violación. ¿De verdad era necesario?
Otra cuestión que pasa un poco de largo es el hecho de que Marilyn era una mujer muy inteligente. ―Al contrario de lo que nos han querido vender toda la vida―. Y en esta película parece que quieran hacernos creer que ser inteligente es solo leer a eruditos rusos. Cuando, en realidad, existen muchas formas de inteligencia. Que fuera más o menos intelectual es algo que desconozco. Pero sí creo que para interpretar esos papeles de ‘rubia tonta’ hay que ser realmente sagaz y contar con una gran capacidad de observación. Así como con mucha sensibilidad.
¿Por qué me toca la fibra Blonde? Pues porque a menudo se tiende a dar por hecho que una mujer es víctima de ciertas formas de violencia debido a un contexto de vulnerabilidad extrema o por ser incapaz de reconocer el daño recibido. De nuevo, nos infantiliza o se nos infravalora, en resumidas cuentas. Veo peligroso perpetuar este estereotipo porque, en realidad, el único motivo por el cual una mujer sufre violencia de género es porque el sistema en el que vivimos lo permite. Y Blonde ha sido para mí un recordatorio más de lo mucho que pasa de largo este detalle.
Ele Mandarina