Mi historia puede parecer una película barata de sobremesa de Antena 3, si no fuera porque la viví en primera persona y me ha costado la vida superarla y poder contarla desde el humor, y no desde las lágrimas.

Os cuento que yo llevaba con mi pareja, al que llamaremos Fernando, casi 7 años. Como se suele decir, teníamos nuestros más y nuestros menos, pero en líneas generales la relación parecía funcionar. Nos divertíamos, hacíamos planes de futuro, compartíamos metas en común… En definitiva, NADA me hizo sospechar. Absolutamente nada.

Ni se pasaba el día con el móvil, ni hacía viajes sospechosos ni ninguna de esas cosas que se suelen contar en esta web y que hacen saltar las alarmas. De hecho, a día de hoy no sé bien en qué momentos aprovechaba para hacer todo lo que hacía, pero eso es otra historia.

En fin, que una tarde llegué a casa y vi que él había puesto la lavadora así que me dispuse a colgarla. Fui sacando las prendas una a una, hasta que llegué al tanga delator. 

En mi puta vida he usado un tanga. Los odio. Yo soy de braga faja de toda la vida, y si eso alguna braguita de encaje mona para un día especial. Pero tangas ni muerta.

Por eso cuando saqué aquella prenda roja de hilo dental, mi corazón empezó a bombear a toda pastilla.

Fijaos como es la cabeza, que durante el rato que mi pareja tardó en llegar a casa, mi cerebro se inventó todo tipo de excusas. Como que no entraba en mi mente la posibilidad de que aquello fuera la prueba de algo que haría saltar mi pareja por los aires.

Me dije:

A lo mejor te lo quiere regalar y lo ha lavado antes para dártelo limpio.

A lo mejor es de su hermana que vino en Navidad.

A lo mejor se le ha quedado enganchado por la calle (sí sí, a ese punto llegué).

 

Le esperé sentada en el sofá con el tanga en la mano. Y cuando entró y me vio supe que nuestra relación se había acabado. No fue capaz ni de inventarse una excusa, se puso a llorar y se arrodilló pidiendo perdón.

Sin que yo le preguntase nada, reconoció que llevaba meses viéndose con otra persona. Que empezó como un juego erótico y se le había ido de las manos.

He de decir que ni tan siquiera me pidió otra oportunidad, así que he llegado a pensar que él mismo dejase ese tanga aposta en la colada para que yo lo descubriera y que quisiera dejar yo misma la relación. Sea como fuere, al día siguiente se llevó sus cosas y no he vuelto a saber de él.

Para no dejar la historia en tono triste, os diré que aunque me costó he vuelto a confiar y estoy con un hombre maravilloso del que espero nunca encontrar tangas en la lavadora.

 

Anónimo

 

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