Las rupturas son como la cola del paro, son como estornudar con diarrea, son como Fran Perea dando clases de matemáticas, vamos, que son lo peor. Te quedas añusgado en la cama escuchando la maravillosa lista de reproducción “100 most sad songs ever”, identificándote con las letras de La Oreja de Van Gogh y creyéndote un Álex Ubago de la vida. El amor es así, a veces se acaba de tanto usarlo, dejándote jodido, dolido y a medio recomponer. En ese momento entiendes lo que significa un corazón roto, un corazón que nunca se va a recuperar, un corazón incapaz de pasar página. Da igual que hayas superado otras rupturas, tú estás convencido de que esta vez no te arreglan ni con loctite.
Las relaciones son como inocentes criaturas. Nacen y mueren. No evolucionan ni se estancan, lo hacemos nosotros. Cuando agonizan es inevitable sufrir la pérdida, algo que hemos criado con mimo y esfuerzo se apaga sin que podamos hacer nada para evitarlo. Ponemos parches, pero los milagros amorosos no existen. Al final la tirita se despega, habría sido menos doloroso quitarla de golpe. Entonces miras hacia atrás y el amor ya no está, se fue. ¿Ahora qué?
Negación – Seguro que volvemos, esto es una mala racha. Si en el fondo nos queremos, pero no se da cuenta.
Ira – Es que menudo gilipollas. No va a encontrar a nadie que le aguante como yo. Ojalá le hagan todo el daño que me ha hecho a mí.
Negociación – Tal vez podríamos intentar ser amigos. Yo creo que no va a pasar nada si le hablo a WhatsApp para quedar un día de estos.
Depresión – Ya no hay vuelta atrás. Es una mierda, nos quisimos tantísimo. Ojalá haber aprovechado mejor los momentos.
Aceptación – Lo que no pudo ser, no será. Él cambio, yo cambie, tomamos diferentes caminos, pero no nos habríamos hecho felices.
El corazón roto nos hace cuestionar hasta el detalle más insignificante de nuestra ex-relación. ¿Me quería de verdad? ¿Podría haber cambiado algo? ¿Tenía arreglo? ¿Qué he hecho mal para merecerme esto? – ¿Quién me va a entregar sus emociones? ¿Quién me va apedir que nunca le abandone? ¿Quién me tapara esta noche si hace frío? ¿Quién me va a curar el corazón partío? Lo siento, me he motivado. – Intentamos avivar, sin lógica ni sensatez, el fuego del amor cuando en realidad no quedan ni las cenizas.
Querido corazón roto, te vas a curar. No sé cuánto tiempo tardarás ni la sangre que derramarás, pero «los disgustos de la vida, igual que vienen, se van; no pueden durar siempre».
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Llorar es coger aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante.
Irónicamente la medicina más efectiva para curar el corazón roto es el amor. No me refiero al romanticismo hollywoodiense, sino a la complicidad incondicional de nuestra familia –aunque sea de distinta sangre–. Ni eres una carga, ni vas a contagiar tu tristeza a todo el mundo como si fuera la gonorrea, ni vas a parecer frágil. Déjate abrazar.
Bloquear tu tristeza solo hará que te centres más en ella y la evoques en todo momento, sintiendo constantemente una tensión a la que quieres pero no puedes dar salida. Esos sentimientos están ahí y no se irán de un día para otro –y mucho menos si los esquivas–.
No hay emociones positivas ni negativas, sino sentimientos que debemos aprender a gestionar. «Me gusta dar abrazos a todo el mundo, me pone triste despedirme de mi hermano cuando viene a España, me da miedo la muerte, me siento feliz cuando canto en el coche y me da asco la gente que pisotea a los demás.» Entender y compartir lo que sentimos nos hace libres.
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La soledad es un buen lugar para encontrarse, pero no para quedarse
Todos conocemos a esa amiga de un amigo que ha aguantado a un cabrón durante años por miedo a quedarse sola –y más de una vez hemos sido la amiga miedosa–. Cuando tienes problemas de autoestima y confianza prefieres escoger la vía “fácil”, sufrir antes que dar el paso a encontrarte a ti mismo.
Aprender a estar solo es fundamental para crecer y madurar psicológicamente. La soledad bien enfocada te enseñará que la mejor compañía eres tú mismo. Al principio parecerás Bambi aprendiendo a andar, pero cuando se curen las heridas serás capaz de dejar de lado la tristeza para escoger a tus compañeros de batalla. Mantén a tus amigos en la retaguardia, serán los mejores aliados en la guerra del true love, donde peleas por la libertad, no por el miedo a la soledad.
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El arte en la tristeza
«Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.» – Alejandra Pizarnik
Cada vez que una de las colaboradoras de WeLoversize cuenta sus penas lo primero que dice el resto es «escribe un post sobre el tema». Nada cura más el alma que escupir en tinta todo el dolor que tenemos dentro. Convierte tu tristeza en inspiración pintando, dibujando, componiendo o escribiendo. Eso sí, siento decirte que es más fácil superar una ruptura cuando te llamas Taylor Swift, tienes una mansión y Tom Hiddleston te intenta cortejar.
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Todo tiene la importancia que tú quieras darle
Absolutamente todas las experiencias que acumulamos a lo largo de los años tienen el valor que nosotros queremos darles. Tú decides lo “excepcional” que fue para ti, tú decides lo “imprescindible” que será cuando no esté. Tú decides con quién quieres estar, tú decides con quien mereces estar y tú decides con quien puedes estar.
Cada actor escribe su propio guion bajo el patrón del azar, un director tan caprichoso como imparcial. Él nos enseña que es imposible controlar todo lo que nos rodea. Seguirán sucediendo cosas malas al margen de nuestras decisiones, pero las superaremos mejor con una sonrisa en la cara, esperando que la moneda caiga de canto la próxima vez.
Querido corazón roto, cuando pegues tus pedacitos conocerás a la única persona imprescindible en tu vida. Bombea para ti mismo.