¿Mi amiga quiere tener un bebé para jugar a los muñequitos?

Puedo suponer que nada te prepara realmente para ser madre. Por mucho que escuches, que leas o que veas, solo te enterarás cuando los tengas, porque cada niño/a y cada experiencia es un mundo. Partimos de esa base, de que es una transformación tan brutal en la vida que es difícil hacerte a la idea de forma previa. 

A pesar de ello, creo que con un poco de escucha activa, empatía y realismo se puede tener, al menos, una ligera idea de lo dura que puede ser la maternidad, y no quedarse solo con lo bonito. Conocer diferentes experiencias debería servir siquiera para no idealizarla, algo que ha afectado a muchísimas mujeres y que va cambiando poco a poco. 

En mi grupo de amigas, sin ir más lejos, ya hay más de 10 niños y niñas y cuentan de todo: dificultades para quedarse embarazada, mucho miedo al embarazo y al parto, el estar sobrepasada por una recuperación postparto delicada, complicaciones durante la lactancia, problemas de conciliación continuas, una pesada sucesión de visitas al/la pediatra, discusiones fuertes con una pareja con la que hasta el momento se habían llevado muy bien… Y también soy testigo de muchos momentos de felicidad y plena satisfacción, por supuesto. 

Sin embargo, en el caso de la amiga que motiva este post, todo lo que escucho son comentarios sobre las ganas que tiene de bañarlo y cambiarlo, o de vestirlo de cierto modo. He llegado a tener 400 mensajes en un grupo de WhatsApp en los que hablaba de ropita con madres más experimentadas, o de carritos. 

Probablemente, mi opinión sobre la forma en que ella se visualiza con su bebé cuando nazca le importe un pie. Ningún consejo tengo que darle, porque no soy madre, pero ni aunque lo fuera. Pero es inevitable que yo piense ciertas cosas cuando ella se expresa delante de mí.  

  • La pista definitiva

Antes de continuar, aprovecho para avisar de que no voy a dejar de opinar sobre ciertos aspectos de la maternidad aunque no sea madre, aunque el hecho de hacerlo o mis opiniones en sí mismas enfurezcan a algunas mujeres que sí lo son (como quedó claro en los comentarios en Facebook de este post). La educación de los/as niños/as me preocupa como a cualquier miembro de una comunidad de personas, sea padre, madre, tío, prima, vecina o desconocido que interactúe con ellos/as brevemente. 

Seamos realistas: hay personas que tienen hijos/as por mero convencionalismo, porque hay niños/as en su entorno, porque creen que es la evolución natural de la pareja, una señal de madurez o temen quedarse solos/as en el futuro. O, como en este caso, porque idealizan la maternidad. Por postureo. Así suene duro y levante ampollas, así es. Y, en el caso de mi amiga, hay conversaciones que me lanzan pistas muy elocuentes. 

En alguna reunión del grupo, pregunté a qué tienda cercana podría ir para comprar un par de pantalones de talla grande. Ella me sugirió que Shein, pero le dije que preferiría ir a algún comercio cercano para fomentar la economía local y evitar el traslado de mercancías desde la otra punta del mundo para un simple pantalón de uso cotidiano. Que de Shein he pedido algunas veces porque tienen muchas tallas, pero para el día a día prefería no hacerlo. 

-Pues hija, para lo que merece la pena Shein es para el día a día -me dijo. 

Un par de días antes, precisamente, leí una publicación de Greenpeace en la que compartía algunos datos de su informe “Los trapos sucios de Shein”. Los referentes a sustancias químicas peligrosas empleadas para la confección, o las condiciones laborales pésimas, no sorprenden (aunque sí deberían indignar) ni van en una línea diferente a la de cualquier otra marca de moda, como Inditex. Lo peor de Shein es su filosofía de moda ultrarrápida, que le lleva a poner más de 6.000 nuevos diseños a la venta online cada día. En un momento en el que los/as científicos/as ya están cansados/a de decir que el modelo productivo tiene que sufrir cambios de calado porque es insostenible. 

 

Mi amiga siempre ha tenido una seria dificultad para plantearse ciertas cuestiones. Vive ajena a todo esto, lo que es enteramente cosa suya y no quiere decir que no tenga principios. Pero, cuando salen ciertas conversaciones, se dedica a negar la mayor. No es que le sean indiferentes estos temas o no aporte nada cuando las demás hablamos, sino que se pone a la defensiva y a intentar devolver argumentos como un boomerang, con muy poco acierto. Es reaccionaria. 

Ella compra ropa o complementos online un mínimo de dos veces al mes y, en determinadas épocas, casi cada semana. Luego la vende en Vinted y vuelta a empezar, en un bucle infinito de consumismo bien instaurado en nuestras mentes por las lógicas del capitalismo. Así que aquel día, en medio de la discusión, dijo que qué iba a hacer, que qué culpa tiene ella de la crisis climática o qué tiene que ver Shein con los problemas de agua. 

Cuando, al hilo de la conversación, le pregunté que si no le preocupaba el futuro hogar de las nuevas generaciones, me espetó, con toda su boca:

Hija, pues el que venga atrás que se las avíe, eso es así

A mí me pareció lo más egoísta que se podía decir en aquel momento, pero estuvo al nivel de sus respuestas. En otra conversación, cuando una amiga común le sugirió que cerrase el grifo mientras se ponía champú y mascarilla en el pelo, que ya mismo están aplicando restricciones de agua, le dijo: “A ti las restricciones te afectarán igual que a mí, por mucho que ahora cierres el grifo mientras te enjabonas”. Que es como decir: “No voy a hacer la tonta ahorrando cuando, al final, las restricciones me van a afectar tanto si ahorro como si no”. 

Será que yo tengo otra idea del bien común y de cómo influye en la protección y el bienestar futuro de nuestros queridos, no sé. No le voy a exigir a ninguna embarazada más conciencia ambiental que al resto, ni más faltaba. Pero sí me parece increíble no ya que no te plantees el futuro de tu criatura, sino que, cuando escuchas que pintan bastos, digas directamente que te importa un pimiento. Esas tenemos.

 

Anónimo