Mi ex se casa y yo me alegro

Pues eso, que mi ex se casa y cuando corté con él lo borré de toda red social, pero el mundo es un pañuelo y me he acabado enterando de todos modos. Bueno, eso y que las madres lo publican todo en el estado de WhatsApp. La suya no iba a ser menos.

Yo estaba sentada en el váter haciendo frenético scrolling a todo lo que me daba cuando paf, me veo una foto sin contexto alguno de mi ex con su novia en un fotocall casero con un cartón mal recortado que ponía algo así como “Ha dicho que sí” y un anillo dibujado. Y después de esa foto vino un aluvión de cinco o seis más con toda la familia de él y ningún rastro de la familia de ella, porque ellos son como las bayetas de la cocina, superabsorbentes. 

Así que sí, claro, me alegro de que se case, en primer lugar, porque no le deseo ningún mal al muchacho. No se portó muy allá conmigo, pero a estas alturas lo tengo más que olvidado y perdonado, así que, ¿por qué me iba a molestar que se casara? Además, hace años que cada uno rehace su vida, era de esperar que esto ocurriera.

También me alegro porque cuando estábamos juntos y hablábamos de futuro saltaba a la vista que no queríamos lo mismo. Él tenía claro que quería casarse y tener hijos y un plan de pensiones y vivir con un pie en nuestra casa y el otro en la de sus padres. Yo no era partidaria (y sigo sin serlo) de ese planteamiento, por muy válido que sea. Así que, de haber seguido juntos, está claro que no habríamos sido felices.

Sobre todo, me alegré porque no era yo la que estaba a su lado. Literal que cuando se lo conté a mi mejor amigo, le solté: “Uff, cómo he esquivado esa bala.” En el momento de ver aquellas fotos de mi ex con su novia me invadió un sentimiento de liberación indescriptible. ¿Por qué? Porque me sentí presionada durante años de relación a tenerme que resignar a unas imposiciones suyas y de su familia que iban en discordancia conmigo. Porque mi sueño nunca ha sido casarme ni tener hijos y, a día de hoy, entiendo la vida en pareja de una forma muy diferente a como la entendía en aquella época. 

Y por muy doloroso que suene me alegré porque no me identifico para nada con su prometida, porque esa mujer es claramente una copia mía de hace diez años. Con tan solo mirar las fotos pude apreciar que la chica se amolda a todo, es prudente, risueña, quiere caer bien y agradar a su familia e, incluso, pudimos ver (no he sido la única en apreciarlo) que en una de las fotos él la besa sin previo aviso y ella se nota que está muy forzada y que no le apetece, que está aguantando y resistiéndose a la vez. Horrible.

Por eso fue por lo que verdaderamente sentí alivio. Porque sí, en otra época yo fui como esta chica, pero ya no. Ya no me doblego. Sé adaptarme a los sitios y a la gente, pero sin dejar de ser yo misma, sin restarme importancia. Sin dejar de lado lo que yo quiero en pro de los demás. Ya no aguanto lo que me echen. No permito que se tomen decisiones en mi nombre. No hacen tambalear mis principios ni mis gustos ni mis preferencias bajo presión, sea el contexto que sea. Ya no busco validación más que la propia ni priorizo a nadie por encima de mi salud física o mental. 

Por eso estoy tan contenta. Ahora me doy cuenta de lo mucho que he evolucionado en los últimos tiempos y ese trabajazo ha sido mérito mío y de nadie más. Me alegro porque ya no tengo nada que ver con el prototipo de este tío ni de muchos otros que, a base de palos, he aprendido a identificar como un prototipo de pareja que nunca querría para mí. Me alegro porque siento que he puesto punto y final a un capítulo de mi vida. 

De lo único que no me alegro de la foto del beso forzado. Es demasiado reveladora.

Ele Mandarina