Mi madre tiene Tinder y es lo máximo.

Os cuento su historia.

 

Soy la hija pequeña de una mujer de las de antes.

De las que renunciaban a sus ambiciones profesionales y a su independencia económica por y para su familia.

Una mujer que jamás había dicho o hecho nada que hiciera sospechar que se arrepintiese de ello.

La misma que, cuando todos sus hijos hicieron sus vidas fuera del hogar familiar, hizo las maletas y le pidió el divorcio a un marido que nunca la había tratado como se merecía.

Con un par.

Y un trabajo muy precario.

Y muchísima ilusión y ganas de vivir.

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Me sorprendió tanto, que me dolió.

Porque me di cuenta de que no la conocía, lo cual me hizo sentir la peor hija del mundo.

Sin embargo, una vez superado el shock, resolví que lo mejor que podía hacer era acompañarla en esa nueva etapa.

Le ayudé en todo lo que pude y en lo que me dejó.

La puse al día en cuanto a las nuevas tecnologías.

Fui testigo directo de la gran transformación y no puedo estar más orgullosa de ella.

Parece una mujer nueva, una más independiente, libre y feliz.

 

Pero lo que venía a contaros es que mi madre tiene Tinder y es lo máximo.

 

¿Por qué es lo máximo?

Pues porque desde que se me ha metido en Tinder la tía está radiante.

Se arregla, se pone mona, queda con este, con el otro… Va a cenar el viernes, al cine el sábado…

Ha conseguido dejar de fumar (fumaba muchísimo), porque por fin ha encontrado el aliciente que necesitaba. Prefiere dejarse el dinero en esas salidas del fin de semana que en el estanco de su barrio.

Así que no solo está mejor por fuera, sino que también lo está por dentro. Ya que, además de dejar el tabaco, ha empezado a hacer ejercicio.

De hecho, sale a caminar con un grupito que conoció a través de un hombre con el que quedó en una de sus primeras citas.

Mi madre tiene Tinder y es lo máximo
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Porque mi madre no ha caído en Tinder para buscar el amor.

Lo que quería era conocer gente nueva, salir, disfrutar, hablar y, ya de paso, que le regalen un poquito el oído.

Y, aunque ha tenido algún que otro fiasco (como todos), a la mujer se le está dando muy bien.

Es probable que no saque de ahí una relación que le devuelva la fe en los hombres y el amor, pero, por lo pronto, ya se ha hecho con una pandillita y algún que otro amigo suelto con el que ir a bailar.

En realidad, creo que hay más que algún que otro ‘amigo’ con el que ‘bailar’…

Lo que pasa es que el otro día, así como quien no quiere la cosa, me preguntó si ‘amigo con derecho a roce’ aún se usaba o si había otra forma más moderna de decirlo…

Y yo tuve que reprimir el impulso de taparme los oídos y salir de la habitación gritando lalalalalalala.

En fin, en su vocabulario ahora está la palabra follamigo y la mujer parece dispuesta a usarla con propiedad.

Joder, si es que mi madre tiene Tinder y es lo máximo.

 

Anónimo

 

 

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