Creo que nos estamos convirtiendo en una pareja poliamorosa. Según pasan los meses y los años nuestros crecimientos personales nos llevan a ver nuestra relación de otra manera.

Si te soy totalmente sincera, nunca he creído ni he compartido la manera de pensar de las parejas o personas que practican el poliamor. Y por qué no decirlo, siempre había emitido juicios de valor bastante duros contra las parejas que abrían sus relaciones.

Nunca me paré a analizar, racionalizar o buscarla la lógica de lo que significaba abrir una relación, simplemente lo rechazaba por completo. En mi pequeña mente retorcida, el significado de abrir una relación estaba completamente ligado al fracaso de esa misma relación: “Si necesitas abrir una relación es que ya no quieres a tu pareja” “Esas personas sólo están buscando una forma de no aburrirse la una de la otra”. Si, esas son cosas que yo he dicho. Varios años después, me siento a contarte que yo y mi marido nos estamos convirtiendo en una pareja poliamorosa y que estoy muerta de miedo.

Conocí a mi marido hace más de 20 años. Nada más conocerle supe que quería pasar el resto de mi vida con él, fue algo único y especial. Sólo le conocía desde hace 3 meses pero me mudé de continente por él y hoy, 20 años después te aseguro que seguiría persiguiéndole hasta el fin del mundo.

Emprendimos nuestra aventura, tuvimos dos hijos y soy una de esas personas que me atrevo a decir con la voz bien alta “Encontré al amor de mi vida en la otra punta del mundo y tuve el valor de luchar por nuestra historia”. Cuando me acuerdo de aquellos primeros años, se me llena el corazón de calidez y recuerdos. Le miro sentado al otro lado del sofá, le cojo la mano y sé que no deseo estar en ningún otro lugar. Mi marido es mi familia, es mi mejor amigo, es mi pareja y mi compañero sexual.

En los últimos 6 años siento que he vivido dentro de mí una transformación que aún no me atrevo a identificar.

Y no lo he buscado ni lo he propiciado, pero el destino ha puesto en mi camino a personas con las que he establecido vínculos únicos. Personas con las que he conectado, personas que se han abierto a mí y han querido conocer lo que yo tenía que decir. Y cómo no, esas conexiones, en algunos casos, han derivado en conexiones sentimentales o físicas.

Hace varios años no tuve el valor de hablar de lo que me estaba pasando. Porque yo siempre había pensado que si esto sucedía significaría que mi matrimonio había fracasado y no podía asimilar el final de mi matrimonio cuando mi pareja me hacía feliz.
Cometí errores, todo por no ser lo suficientemente valiente como para hablar con mi marido de lo que me estaba sucediendo. Y sí, hizo falta una infidelidad y una sensación de culpa arrolladora para que nos sentáramos a hablar y pudiera cogerle las manos y contarle lo que me estaba sucediendo.

Ya te lo he dicho antes, mi marido es mi alma gemela, es el amor de mi vida.

Lloramos juntos y pasamos muchas horas hablando de qué me estaba sucediendo. Entre los dos comprendimos, que de una manera natural, como sucedió con mis amistades años atrás o con otras parejas, había establecido un vínculo sentimental con un hombre que no era mi marido.

Eso nos asustó mucho a los dos. Mi vínculo con mi marido no había cambiado, él seguía siendo el amor de mi vida. Pero ahora había aparecido otra persona con la que me podía pasar horas al teléfono, a la que me hacía ilusión contarle mis historias y experiencias, una persona con la que también disfrutaba de mi intimidad y de la que me estaba enamorado.

Mi marido y yo nos pusimos en manos de una terapeuta especializada en relaciones abiertas y eso nos cambió la vida.

Muchos de los sentimientos que no quería aceptar o que por miedo, no podía reconocer, empezaron a tener sentido. Nada de lo que yo sentía se miraba bajo un juicio de valor. Eso me ayudó a ser más justa conmigo misma y a dejar de culparme por poner mi matrimonio en peligro.

Mi marido y yo volvimos a recordar la autenticidad de nuestra unión y aprendimos a cuidar nuestro vínculo, nuestra familia. Aprendimos a mantener nuestro amor protegido y pasara lo que pasara, nada podía desembocar en “Esto es porque no me quieres”. Los dos estamos juntos en esto y aunque lloramos mucho y hablamos mucho durante muchas horas, ser un equipo, es lo me ha permitido explorar todas estas nuevas sensaciones.

¿Nos estábamos convirtiendo en una pareja poliamorosa? No quería ponernos adjetivos y ni etiquetas porque ninguno de los dos tenía muy claro qué estaba pasando.

La relación con la persona que había conocido y dio paso a este tipo de conversaciones, terminó. Una vez terminada esta relación, pensé “Quizás ha pasado con esta persona y nunca más vuelva a suceder algo parecido”. Esa idea, tanto a mi marido como a mí, nos tranquilizó bastante.

Al de poco más de un año, se incorporó a mi trabajo un chico algo más joven que yo. Poco a poco nos fuimos conociendo y empezamos a confiar el uno en el otro. Nuestra relación laboral pasó a convertirse en una amistad sólida y nuestra amistad desembocó en sentimientos y deseos más físicos.

Me derrumbé por dentro, porque no quería volver a pasar por todos esos sentimientos de culpa. No quería verme en una situación en la que no entendía mis propios sentimientos.

Aquel vínculo estaba ahí por más que no quisiera admitirlo.

Busqué un espacio y un tiempo para poder hablar con mi marido. Lo hablamos y para mi sorpresa, él me dijo que también había conocido a alguien. ¡Yo me quedé cuadrada! ¿Qué significaba que había conocido a alguien? ¿Deseaba a otra mujer que no fuera yo? ¿Sentía cariño por otra mujer que no fuera yo? ¿Le ilusionaba pasar tiempo con otra mujer que no fuera yo? ¿Pensaba en otra mujer que no fuera yo? ¡Por supuesto que sí!

Pude dar respuesta a todas esas preguntas que me venían a la cabeza, porque yo misma estaba pasando por esa situación. Y tenía claro que aquella inseguridad no podía traducirse en que nuestro matrimonio o nuestro vínculo cojeara.

Todas esas preguntas y esos sentimientos, están ahí porque desde hace muchos años nos han impuesto una idea del matrimonio muy concreta. Y mira, esa idea del matrimonio tan concreta, da lugar a relaciones tóxicas, a comportamientos posesivos, a invasiones desesperadas de la libertad de tu pareja y en MUCHÍSIMOS CASOS: a infidelidades.

Yo quiero ser valiente y quiero que mi marido también lo sea. Somos individuos libres, que deseamos y amamos y en esa libertad, nos escogemos para juntos formar un equipo al que llamamos familia. Y cuando esas sensaciones o pensamientos creados por una institución que se llama “Iglesia” hace miles de años, salen a flote, mi marido y yo nos decimos “No dejes hablar al erizo”.

Entonces nos entendemos e intentamos recuperar esa libertad que nos permite decidir de una manera un poco más real.

Ser sincera con una misma puede ser muy duro y no sé cómo se desarrollarán los próximos años de mi matrimonio.

Si, está claro que esta situación nos ha llevado a tener conversaciones que jamás habíamos tenido y esas conversaciones provocan sentimientos muy concretos. No tengo claro si nos estamos convirtiendo en una pareja poliamorosa, pero lo que tengo claro, es que, pase lo que pase, no podría soportar alejarme de mi marido.

Anónimo