No eres tú, es el complejo 2D.

 

Y aunque parezca que estoy hablando de mi última analítica de sangre y la falta de vitamina D, no es así. Pero ojalá, porque eso se solucionaría más fácilmente.

Siempre he sido una persona imaginativa. Bastante. Tanto, que desde temprana edad no sólo leo historias, sino que además escribo las mías propias. Así, mi primer amor, si mal no recuerdo (porque he tenido muchos, la verdad), fue una de las tortugas ninja, Michelangelo, para ser más precisas, el de la cinta naranja. ¿Escucho risitas por ahí? En serio, yo amaba a esa tortuga de personalidad sexy, soñaba con ella.

Un poco más tarde, pasé a enamorarme del Power Ranger azul, Billy. Con el cual yo tenía incluso menos posibilidades que con Michelangelo porque con todo y que al menos era de carne y hueso, el actor era gay, o bueno, lo es, que por ahí debe seguir. Hola, Billy, si me estás leyendo. Después pasamos a Leonardo DiCaprio, y a ver, aquí no podéis reprocharme nada. Porque ¿quién hay que tras haberlo visto en Titanic, no se haya enamorado de él?

leonardo

Bueno, y la lista sigue… Ha sido tan surrealista mi historial, que en algún punto me enamoré de un cirquero tras verlo en una función. Pero de eso en concreto os hablaré en otra oportunidad, porque tiene tela que cortar. Porque yo no sólo me enamoraba de gente en la pantalla, no, no, yo no discriminaba. También me enamoraba de personajes de libros, de cantantes, de cirqueros…

Amores platónicos todos, al fin y al cabo.

Y entonces eso me empezó a pasar factura.

¿Por qué? Pues porque cuando ya siendo una adolescente, empezó a haber quienes me gustasen “en la vida real”, resultó que con la misma todos eran insuficientes para mí. Me gustaba un chico, soñaba con él como con Michelangelo en antaño, escribía poemas sobre él, me dormía imaginándome escenas que rozaban la clasificación 18 con él, creaba estrategias con mis amigas para llamar su atención… y cuando por fin lo conseguía y el chico en cuestión empezaba a dar muestras de que me correspondía, se acababa la magia, y adiós muy buenas, mariposas. No me preguntéis por qué ni qué era exactamente lo que me hacía clic, pero mi inconsciente les hacía la cruz a partir de ese momento y ya no me gustaban nunca más, no había vuelta atrás.

Qué chungo, ¿no?

Y estaréis pensando en que pobres chicos, en que a mí lo que me pasaba era que los veía como un reto… Pero de verdad que no, ni reto ni nada; yo estaba enamorada del amor y lo que más quería era enamorarme, pero no. Así que también pobre yo, porque creedme que no sólo lo pasa mal el que quiere y no puede, sino también el que puede y por alguna retorcida razón que desconoce, no quiere.

Si echo la vista atrás, me doy cuenta de que yo no sólo tenía idealizadas las relaciones de pareja sino también -y sobre todo- a los chicos con los que había alguna posibilidad de tener dichas relaciones. Quiero decir, en las películas, series de TV, pósters de revista y trapecios de circo, a nadie le huelen mal las axilas (o al menos a nosotras no nos llega el olor), no vemos a nadie meterse el dedo en la nariz y luego coger el mando de la tele, nadie se tira pedos, ni amanece con legañas. Pero ya sabemos que en la vida real es otra cosa así que cuando yo comenzaba a conocer a esos chicos de carne y hueso, vaia vaia… Toda una desilusión.

¿Culpa de ellos? Pues claro que no, sino culpa totalmente del complejo 2D.

complejo

Efectivamente, porque lo de enamorarse de personajes ficticios tiene un nombre y se le conoce como el síndrome de complejo 2D, Schediafilia o Toonofilia. Imagino que se le llama 2D precisamente por aquello de que a un personaje ficticio. Por mucho que nos pongamos gafas 3D para verlo en pantalla, le falta esa tercera dimensión, esa parte de realidad. Se define como la atracción hacia personajes ficticios en general. Ya sean de literatura, cine, o interpretados por algún cantante. Y, si bien se asocia principalmente al mundo del manga pues además empezó a ser investigado en Asia, puede extrapolarse al resto de la ficción.

Creo que todas y todos nos hemos sentido atraídos, identificados y hemos soñado alguna vez con algún personaje de ficción, con algún actor o actriz, con el/la integrante de alguna banda de pop (ay… mi historia con los Backstreet Boys), lo cual es normal, pero el peligro está cuando esto comienza a afectar a nuestra vida, como en mi caso, que nadie me parecía lo suficientemente guapo, interesante o en resumidas cuentas, perfecto.

Si queréis saber cómo ha terminado todo aquello. Os puedo contar que aunque se me mojan las bragas cuando veo a Justin Baldoni hacer de Rafael Solano en Jane the Virgin, tengo mi pareja que es tan real como los orgasmos que me produce y todo bien… aunque se tire pedos.

 

Lady Sparrow