Cuando me prometí hace un par de años, no imaginaba la que se me venía encima. Podéis pensar que hablo de los eternos y caros preparativos, pero no es así. Hablo de algo más aterrador aún: las dietas pre-boda
Cuando le dimos la noticia del compromiso a nuestras familias, la mayoría de ellos convirtieron su calendario en una cuenta atrás a dieta para la boda. Ilusionados, felices por nosotros, deseando que llegase el gran día, pero por supuesto a dieta. Hasta los amigos de mi familia que venían invitados a la boda lo hicieron. Ni siquiera quedaban para comer o cenar en la calle durante los dos últimos meses porque no querían saltarse la dichosa y estricta dieta. Pasaron meses cenando yogures y huevos cocidos. Pero es que no querían ni irse de vacaciones porque seguro que comerían más de la cuenta. Aquello era un delirio colectivo.

locura

Pensé que sería una cuestión generacional, pero es que mi mejor amiga, de mi edad y generación, aprovechó mi boda para perder «esos kilitos de más» y me dijo que yo debería hacer lo mismo porque, y cito textualmente, <<por todos es sabido que todas las novias se ponen a dieta antes de su boda para lucir más delgadas ese día>>. 
Al principio acabé contagiándome de esta terrible paranoia. Pensaba que si todos se ponían a dieta para mi boda, yo que era la novia debía obligarme a hacerlo también. Y, poco a poco, la dichosa paranoia fue alimentando lo que probablemente sea el mayor miedo de una novia XXL: no entrar en ningún vestido. Todas sabemos en qué tiendas hay tallas para nosotras y en cuáles ni siquiera entrar, pero cuando se habla de vestidos de novia es un nuevo mundo a explorar (al menos si es la primera vez que te casas), ya que en ningún escaparate se suelen ver vestidos de novia de talla grande. Así que entras en la tienda medio encogida, y cuando te piden la talla la dices casi como pidiendo perdón por existir, con cara de «soy consciente de que no tendréis nada para mí».

vergüenza

Pues bien, en medio de esta crisis de terror nupcial, hice el descubrimiento del año: hoy en día casi todas las firmas tienen vestidos hasta la 60 e incluso 64.
En todas y cada una de las tiendas en las que entré pude probarme vestidos de todo tipo: clásicos, estilo princesa, estilo boho, con encajes, sin encajes, con volantes, lazos, capa y todo lo que podáis imaginar. Creedme si os digo que al descubrir esto me quité un peso de encima monumental, y no fue haciendo dieta. Podía centrarme en la ilusión de preparar mi boda sin tener que estar preocupada 24/7 por los kilos que tendría ese día y contando con amargura los meses que me quedaban a plancha y verdura. Fue absolutamente liberador.
Asi que tomé la firme decisión de no torturarme. Desterré las dietas estrictas e hice oídos sordos a las opiniones no solicitadas del resto de la gente. Y finalmente, llegó el gran día y esto es lo que pasó: Me desperté nerviosa e ilusionada, me peinaron y maquillaron a mi gusto, me puse mi vestido soñado, llegué al altar preciosa y feliz del brazo de mi padre, me casé con el hombre al que amaba y disfrutamos de un día maravilloso junto a nuestros seres queridos. Y se acabó.
Así que, si eres una futura novia de talla grande, mi consejo es: disfruta de los preparativos, organiza las cosas con tiempo y calma que el estrés no es bueno, procura hidratarte, nútrete bien y cuida de tu cuerpo sin olvidar cuidar de tu mente.

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