Ha sido un viaje jodido, yo no vengo aquí a mentir a nadie. Ha sido un viaje lleno de rocas, de piedras y de meteoritos. Un viaje de romper barreras, estigmas y cosas que se dan por sentadas. Crecí siendo una niña romántica y soñadora, me he convertido en una mujer independiente que como decía SJK ‘pasa del amor’. Mi viaje hasta entender que no quiero tener pareja:

Me gusta escribir, me flipa leer y no hay nada en el mundo que me haga más feliz que una comedia romántica. Soy profunda, soy intensa, soy una dramaqueen de diccionario. Yo de pequeña soñaba con mi gran historia de amor, le escribía cartas a mi futuro marido (sin tener ni idea de quién era), yo soñaba con la boda perfecta. 

Mi viaje como adolescente gorda fue el de entender que los chicos no me querían, no me veían atractiva, no querían tener nada conmigo. Fue algo muy jodido, la verdad, fue muy doloroso. Yo llegaba a mi habitación sintiendo que a mí nunca me podrían querer, que jamás verían lo buena tía que soy porque mis kilos no dejaban ver más allá.

Mi viaje hasta entender que no quiero tener pareja

Lloré, durante noches y noches. Noches oscuras, noches dolorosas, noches de soledad. Noches que no compartía con nadie. Mis pensamientos y yo, yo y mis pensamientos. Qué época más jodida, no volvería a ella por nada del mundo. 

Al final lo entendí, lo entendí gracias a un señor hetero que tuvo que venir con su capa a salvarme de mis pensamientos. ¿Qué mal, eh? Pero he dicho que no os mentiría y no lo pienso hacer. Me fliparía confirmar que fue gracias a la terapia, al amor propio, a mí misma. Pero no, necesité de un hombre.

Necesité que un hombre muriera por mis huesos, necesité ver en sus ojos lo que yo no veía en el espejo, necesité pasar por su lado y que se pusiera cachondo perdido solo por verme en toalla, necesité sentirme Diosa, necesité sentirme sexy bajo sus manos, necesité reafirmarme en él. 

Sentí qué era sentirse querida, sentí qué era sentirse deseada, sentí qué era empoderarse y… y joder qué sentimiento tan increíble. 

Después de un año y medio terminó, acabó la relación y la terminé yo. La terminé por haber leído demasiado, por creer en las películas, por querer siempre más. Por no confiar en la rutina, en el día a día, por esperar una espiral de sentimientos románticos que no hacen ningún bien.

Después llegaron otros, los que me daban película durante un mes, dos como mucho y luego vuelta a empezar. Hasta que llegó la pregunta a mi mente, llegó sin pedir perdón ni permiso:

‘¿Yo quiero tener pareja o solamente busco emociones fuertes

para sentirme protagonista de mi propia vida?’

Y lo tuve claro… yo estoy feliz sola, yo soy feliz sola. Yo no necesito a un hombre (perdón por ser desgraciada e irremediablemente hetero) en mi vida, yo no quiero que alguien venga a alterar mi orden, no me da la gana.

Lo digo de verdad, de corazón, tengo una estabilidad preciosa por todas partes, sé que algún día quiero ser madre, ¿pero novio/marido/pareja? No lo quiero, de verdad que no. Que igual el día de mañana me tengo que tragar mis palabras y me veis casada con un señor… pero sinceramente, lo dudo.

Lo dudo porque he entendido que no necesito a nadie que me complete, que yo solita soy una naranja entera, que mi felicidad depende de mí y que sí, que es bonito que te quieran, pero es más bonito quererse a una misma.

Así que a pesar de lo que diga la sociedad, de lo que opine mi abuela y de lo que anhelan mis padres lo puedo decir a manos llenas: estoy soltera, quiero estar soltera y no pretendo dejar de estarlo. 

Foto de Anastasiya Lobanovskaya en Pexels