[Disclaimer: Con este post, reflexiono a partir de casos concretos de personas que se sometieron a una cirugía que luego sintieron innecesaria. No sobre quienes sufren de manera clara y objetiva (según observación médica) alguna malformación o trastorno. Ni tampoco sobre personas que, sin tener problema objetivo, se sometieron a cirugía y quedaron plenamente satisfechas. No es mi intención generar desasosiego alguno].
Escuché hace poco un pódcast (este) en el que una chica contaba su testimonio personal. Sufría complejo por considerar que tenía los pechos pequeños y, en un momento de bajón emocional, decidió operarse. Se arrepintió después y buscó ayuda en la Seguridad Social para retirarse los implantes, demostrando con una ecografía que uno estaba roto. Como el sistema público de salud solo se comprometía a quitarle la prótesis que estaba en mal estado, sin recrearse siquiera en un resultado armónico, decidió acudir de nuevo a su cirujana. Para su inmensa sorpresa, esta le dijo algo como:
–Si tú tenías un pecho pequeño y bonito. No te tenías que haber operado.
¡La misma que antes le dijo que sí necesitaba operarse!
También he releído recientemente en la web el caso de esta chica, a la que le pasó algo parecido. Ahorró para costearse la operación, desoyó las recomendaciones de su entorno y terminó arrepentida. El propio cirujano le dijo que no se las volvería a retocar cuando se lo pidió, porque tampoco estaría contenta después. Que, como no se gustaba, nunca sería suficiente. La chica consideró que tenía razón, aunque ya se lo podía haber dicho antes, el hombre…
Nosotras contra los estándares
Esto de que los estándares nos oprimen es muy obvio, pero muchas veces, cuando nos planteamos recurrir a la cirugía estética, nos ciegan las expectativas ante el resultado. Lo demás se queda como eco lejano.

A mí me ha pasado. Yo también pasé por quirófano por cuestiones estéticas, aunque mi operación no estaba entre las habituales. Solo veía el resultado final, que era tener más armonía en la cara. Dejé en segundo plano una realidad: la preocupación que yo sentía era excesiva y venía de pensar que no me adecuaba a los patrones sociales ni a los cánones de belleza. A día de hoy, sigo teniendo complejos que la operación no solucionó.
Debería haber un/a psicólogo/a en todos los centros de estética, que atendiera desde la primera cita. Y es que se considera que las personas con algún problema mental son especialmente vulnerables: primero, por ser más susceptibles a la coacción social; segundo, porque podrían tener dificultades para valorar bien los riesgos.
De quitarse las orejas de soplillo a parecer una Bratz
Soy consciente de que este es un tema polémico porque hay una fina línea entre la capacidad de elección (la libertad individual) y todo lo que hay detrás de esa presunta voluntad: la presión social que generó esa necesidad de “belleza”.
Sin embargo, el tema cada vez preocupa más por un problema añadido: la alta exposición a las redes sociales, especialmente de los más jóvenes. Es lo que se ha llamado “la dismorfia del selfi”.
Ya ni siquiera nos estamos comparando con algo real. Nos comparamos con personas que aparecen en fotos retocadas, vestidas, peinadas, maquilladas, con filtros y en una pose que les favorece. Es muy frecuente que no nos comparemos con un cuerpo perfecto (según el cánon), sino con un montaje.
La comparación provoca una insatisfacción corporal que se agrava por la supuesta cercanía con los famosos. En los tiempos en los que solo había tele y cine, la era analógica, éramos consumidores pasivos. Ahora estamos todos en Instagram, podemos comunicarnos fácilmente en el mismo plano y esos estándares de belleza parecen más accesibles.
Las clínicas de cirugía estética, y toda la industria relacionada con la imagen, aprovechan todas estas circunstancias para hacer caja. Los anuncios y promociones de las clínicas están por todas partes, y su objetivo ya no es que te deshagas de algo que te genera malestar, sino crearte la necesidad de retocarte según la tendencia.
Te puede parecer horrorosa la boca que se ha puesto tal o cual influencer (con todos mis respetos), pero el estándar se acaba erigiendo a la fuerza. Que ya no es armonizar algo de tu cuerpo que te incomoda, sino someterte a tratamientos y a cirugía estética por seguir la dichosa moda de parecer una Bratz.
Conviene más plantearse de dónde viene la necesidad, y si de verdad el resultado va a generar un bienestar duradero o no, a lo que ayuda la terapia. Aprovecho para aplaudir iniciativas como la de la cuenta de Instagram @bellezafalsa, así como toda la pedagogía que hace el movimiento body positive. Y te aplaudo a ti, que me lees, tanto si te has operado o retocado como si no. Por resistir como puedes ese bombardeo constante que pone en jaque nuestra autoestima.
Azahara Abril
(@azaharaabrilrelatos en Instagram)
*Dos de las fuentes que he consultado para redactar este post, por si te sirven:
-Dismorfia del selfi: cuando te comparas con imágenes retocadas o distorsionadas por filtros. Artículo de la Universitat Oberta de Catalunya. https://www.uoc.edu/portal/es/news/actualitat/2022/205-dismorfia-selfie.html.
-La vulnerabilidad humana frente a la cirugía estética. Un análisis bioético. Artículo de la Revista médica del Instituto Mexicano del Seguro Social.