Hace poco corrió como la pólvora el vídeo de un jugador de fútbol americano en pleno discurso de graduación. Decía a sus compañeras de clase que, por culpa de las “mentiras más diabólicas”, muchas estarían pensando en ascensos y títulos, pero, seguramente, la mayoría estaría ilusionada con el matrimonio y con tener hijos. Un deportista de élite blanco señalando el camino a mujeres recién graduadas, y poniendo a su esposa como ejemplo.

https://www.youtube.com/watch?v=WWr8NQx8vgA

El post que yo vi estaba lleno de comentarios de mujeres indignadas, pero hubo uno que me llamó la atención. Un hombre escribió: “Tenéis razón, no todas podéis tener hijos, eso solo está hecho para las mujeres de valor”.

Aquel random de internet tuvo sus réplicas, pero a una le cuesta no llevarse eso a lo personal: “Me está diciendo que, como yo no tengo hijos, ¿no tengo valor?”.

El concepto “mujer de valor” me resonaba. Se lo había oído antes a hombres muy jóvenes que ahora se dedican a hacer pódcasts diciendo cómo tiene que ser la relación entre hombre y mujer, de los que se sacan extractos cortos altamente viralizables. Me puse a investigar la definición hasta que lo pude relacionar con un “nuevo” perfil.

Las trad wives

El perfil de la esposa tradicional lo está petando ahora en redes sociales (trad wife viene de traditional y wife). Muchas de ellas son mujeres jóvenes, atractivas y que se graban haciendo tareas muy relacionadas con los roles de género tradicionales, como cocinar, cuidar a los niños y hasta coserse un vestido para salir a cenar a un restaurante con su pareja.

Nara Smith es el paradigma de esta nuevo perfil de “influencer”: 22 años, tres hijos y creadora de vídeos adictivos en los que cocina cualquier plato desde cero, con música relajante de fondo, una voz cálida y un atuendo muy extravagante que no casa con la tarea, pero que JAMÁS se ensucia.

La misma receta ha puesto en marcha en España Rorro, de la que seguro que habéis oído hablar. Es la chica tras la voz que dice “Hoy a Pablo le apetecía…”. Pablo, su novio, lleno de caprichos que ella complace con parsimonia y una sonrisa, aunque suponga crear desde cero sus cereales favoritos, que se venden en Mercadona. La discusión que se genera en comentarios es lo que populariza el contenido.

No digo que Nara o Rorro se identifiquen a sí mismas como trad wives, pero sí hacen un tipo de contenido que, en otras cuentas con vídeos parecidos, lanza un mensaje ultraconservador y antifeminista: las mujeres deben aceptar sus roles de género tradicionales para ser felices.

Algunas de las que sí se declaran trad wife son muy explícitas: se sienten engañadas por un feminismo que les ha vendido liberación, y lo que les supone es vivir más estresadas y pasar menos tiempo con lo más importante del mundo, que es su familia.

Precaución: cavernas reabiertas

En todos los posts y vídeos que he visto al respecto pasa algo: en los comentarios hay un encendido debate a favor y en contra del modelo tradicional y lo que supone para las mujeres. Hay muchísimos nostálgicos. Ellas: “Me encantaría ser una mujer tradicional, pero con un salario no llegamos”. Ellos: “Me encantaría encontrar a una así, pero ya casi no quedan, por culpa del feminismo”.

Entiendo a la mujer que abraza ese estilo de vida tradicional, en lugar de continuar en un trabajo precario, en el que es imposible conciliar y que exige que sea otra persona o institución la que cuide a sus hijos/as. Creen que están mejor en casa. Si su marido se lo puede permitir, nada hay que objetar. Como adultas funcionales, asumen el riesgo de depender económicamente de alguien y aparcar la carrera profesional en un mundo tan rápido y exigente.

Entiendo a la mujer que quiere prosperar profesionalmente y no se siente hecha en exclusiva para la vida doméstica, esté casada o no, tenga hijos o no. Como adultas funcionales, asumen las desigualdades y los obstáculos, y se embarcan en una lucha continua que puede ser muy muy desgastante.

Lo que me cabrea es que quieran seducir a las más jóvenes con conceptos tan aberrantes como el de “mujer de alto valor”. Eso lo escucha mi prima adolescente, en plena búsqueda de su identidad y sus valores, y no puede evitar sentirse validada o invalidada por los mensajes: tu valor es cuidar a tu marido, tu casa y los hijos. Eso implica cuidarte también tú para estar en plena forma (cuerpo normativo) para ellos y lo que puedan necesitar, desde la comida hasta la sesión íntima de rigor. No exagero. Hay por ahí chavales con miles de seguidores diciendo que a él no le sirve una chica que se haya acostado con muchos.

A mi prima adolescente le diría: “Cariño, tu valor no es el que te quiera atribuir cualquier cretino de internet. Te tienen que aceptar y querer las personas de tu entorno, no por lo que necesiten y quieran de ti, sino por lo que eres y cómo eres”.

A los José Luis de turno les diría: “Lo de las mujeres tradicionales no es nuevo, hijo, y si huimos no fue por falsas promesas del feminismo, sino porque nos tratabais como esclavas a vuestro servicio. Además, para eso se necesita un hombre con sueldazo que provea, y no tú, que eres un tieso. ¿Eres tú un hombre de valor, José Luis? Sí, yo también me puedo bajar al fango de los roles de género”.

Azahara Abril

(IG: @azaharaabrilrelatos)