Hace casi cuarenta años que soy gorda. Hace casi veinte años que convivo con diferentes trastornos de la conducta alimentaria. Y hace casi diez años que soy madre. Y si cada una de las tres circunstancias por separado tiene su complejidad, el conjunto de las tres ya no digamos.

Porque, una vez superada lucha por conseguir reunir la suficiente salud psíquica y física para ser madre, la inseguridad, y el miedo siguen ahí. ¿Cómo hacer para ser capaz de conseguir que los niños tengan una relación saludable con la comida y con su propio cuerpo? ¿Cómo puedo evitar transmitir mis angustias y repetir patrones?giphy_3_1_1

Pues yo no tengo la receta secreta, ojalá la tuviera. Pero mi hija de nueve años me acaba de contar que a una amiga suya (una niña con un peso perfectamente sano) su madre le ha prohibido el pan porque “tiene algo de barriga” y “para que esté delgada como su hermano”.  Así que, una vez acabada la charla pertinente con mi hija (por la otra niña poco puedo hacer), me he planteado que igual sí debería escribir sobre algunas cosillas que he aprendido en propias carnes (nunca mejor dicho).

1) Lo primero de todo es que la alimentación es cosa de toda la familia: está claro que no se puede  pedir a los niños comer cinco frutas y verduras al día mientras que nosotros continuamos con nuestro caos; hoy chino, mañana pizza, pasado dieta de la piña… Los niños son más de imitar conductas que de seguir consejos.giphy

2) La comida no es un consuelo ni una recompensa:  si cuando eres pequeño te dan una chuche por hacer los deberes o porque te has caído de la bici, parece lógico que aumentes las  posibilidades de atacar el frigorífico si de mayor rompes con tu pareja. Y luego cuesta mucho esfuerzo (y una pasta en terapeutas) romper con esas dinámicas.

3) No debería haber alimentos prohibidos: recuerdo que en mi casa mi hermano podía comer galletas, pero yo no (porque era gorda, claro).  No hace falta decir cuál ha sido el alimento estrella en mis atracones.

4) Hay que huir de los pediatras gordófobos (que existen): hace un par de años una conocida se llevó una bronca, por mala madre, y una dieta para la niña, por gorda. La niña estaba presente. No comment.tenor-1

5) La belleza es subjetiva y no tiene que ver con los cánones establecidos, que cambian según las culturas y las épocas. Mis hijos saben que para mí son los más guapos del mundo pero no porque cumplan con las características de lo que actualmente se considera “bello”. Y espero que aprendan a  vivir con ello antes o después.

6) Es importante evitar en lo posible los comentarios relativos al físico. Bastante bombardeo tenemos por todas partes a diario.

7) Y por último lo más difícil. Predicar la autoestima con el ejemplo. Pero no vale hacerlo “de mentirijillas”, porque los niños enseguida descubren a los impostores. Entonces, como para mí es importante que mis hijos vean que yo me acepto, me cuido y me valoro, no tengo más remedio que hacerlo de verdad.Qf5H7DzUHhbH2

Pues eso. Que yo no digo que esto lleve a educar unos futuros adultos llenos de autoestima y libres de todo riesgo de caer en el lado oscuro. Pero es posible que les dé un buen punto de partida. Que ya es algo.

Autor: Beatriz Arévalo.

Imagen destacada: Love Taza.