Has leído bien. Ser una persona sensible es lo mejor que puede pasar en la vida aunque la sociedad trate de tacharte de «débil», «floja» o «susceptible».

Que no te engañen: ser sensible es genial

Si entre tus cualidades (entiéndase cualidad como sinónimo de superpoder) está la de ser una persona afectiva y sensitiva te habrás enfrentado muchas veces a aquellos que opinan que ser sensible es sinónimo de ir llorando por las esquinas por cualquier tontería, tomarte todo a pecho y llevarlo al terreno personal y hasta ser una persona pesimista a la que los problemas le afectan más y se deja hundir. Pues no oiga, llevar la sensibilidad en tu código genético es tener la capacidad de sentir el mundo con más intensidad que la mayoría, tanto lo malo como lo bueno.

 

Comprendes mejor el mundo que te rodea porque entiendes al resto, o al menos pones todo tu empeño en hacerlo. Vamos, que si la empatía fuese una carrera tú estarías doctorada con honores.

Y por supuesto, tus emociones suelen estar a flor de piel y hacer su gran aparición en cualquier momento. Un ejemplo: estás disfrutando de una tarde chachipiruli con tu mejor amiga/con el churri/con tu tía abuela y te cruzas con alguien que en ese momento lo está pasando mal (nada grave, quizás un chico con los ojos apunto de llorar). No importa que no le hayas visto en tu vida porque por unos instantes vas a ponerte en su piel y sin buscarlo te encontrarás pensando unos segundos en esa persona. Quizás te pares a intentar ayudarlo, quizás sigas tu camino pero tu mente y tus emociones lo dejarán correr tan fácilmente. Para muchos esto será una forma de sufrir innecesaria, sin embargo ¿no te parece genial tener esa capacidad?

Probablemente vas a derramar más lágrimas en el cine que tu acompañante pero también serás más feliz con las pequeñas cosas que pasan desapercibidas. Así de simple, sientes más.

Orgullosa de ser sensible

Con todo esto, ¿podéis imaginaros un mundo donde las personas sensibles sean menospreciadas? Las frases «no te lo tomes tan a pecho» o «le das demasiada importancia» van calando poco a poco en las personas que sí lo sienten así hasta plantearse si su forma de ver las cosas es incorrecta. Dale una vuelta más (siempre sin obsesionarte) y pregúntate que si tú le das importancia a algo que los demás no quizás sea que pensáis distinto, pero nunca tu forma de sentir debe ser menos válida que otra, no lo permitas.

Si eres de las que escudan sus lágrimas en «lo siento, hoy tengo el día tonto» y ocurre con mucha frecuencia deja de pedir perdón por algo que obviamente forma parte de ti y empieza a ver las ventajas de ser una sensiblera orgullosa: conoces mejor tus emociones y las del resto, eres más introspectiva y entiendes el mundo desde el corazón.

¿No querrías a gente así en tu vida? Yo sí.