QUÉ FÁCIL ES PERDERSE Y QUÉ DIFÍCIL REENCONTRARSE

 

¿Alguna vez habéis tenido la impresión de volver a una especie de yo anterior después de terminar una relación? ¿Tenéis una amiga que siempre desaparece cuando tiene pareja? A veces, esa sensación de pérdida de una misma es tan intensa que te sorprendes al no recordar cuándo dejaste de hacer eso que tanto te gustaba. Y eso es muy triste.

Es normal, hasta cierto punto, modificar tus rutinas, costumbres o variar de gustos a medida que una relación de pareja se va desarrollando en el tiempo. Sí, es normal, porque estás intentando crear un espacio común con una persona que es diferente a ti. Quizás coincidáis en muchos gustos y, a priori, no resulte muy complicado encajar y podáis disfrutar de tiempo de calidad juntos sin necesidad de renunciar a demasiadas cosas.

Pero, a veces, no parece tan simple. A veces, ocurre que no tienes tantos gustos en común con la persona de la que te has enamorado, por lo que te vas metiendo en su mundo, hasta un cierto punto. Sin embargo, en ocasiones, te pierdes en el mundo del otro y no sabes dónde has dejado el tuyo, ya sea por falta de flexibilidad o interés o incluso egoísmo de la otra persona, o bien porque tú misma no te has valorado lo suficiente. Tarde o temprano pasa factura, y muchas, por desgracia, ya lo sabemos.

Quieres compartir todo con esa persona sin darte cuenta de que eso no es posible ni sano: compartir sí, pero no todo. Tener tu parcela es imprescindible. Esto puede parecer una obviedad, pero ocurre constantemente que nos vamos dejando de lado a nosotras mismas y esto es muy peligroso porque nos vamos convirtiendo en otra que no sabemos quién es; dejamos de reconoceros y caemos en una dependencia absoluta de la otra persona. ¿Te has dado cuenta alguna vez haber dejado de sacar tiempo para leer o para ver la peli que te apetece?

Otras veces, vamos cambiando incluso nuestro aspecto o lo que hacemos según los comentarios de nuestra pareja y, ahí, empezamos a entrar en un callejón oscuro sin saberlo. Si tu pareja te dice «Qué bien te queda esa blusa», lo normal es que vuelvas a usarla con frecuencia. Pero ¿qué ocurre cuando te dice «no te hace falta maquillaje, estás más guapa al natural»? Si se han pasado ya determinadas barreras que no se debían, sin darte cuenta, dejarás de maquillarte, aunque te encante.

En otros momentos más avanzados, es posible que dejes de hacer cosas por no molestar a tu pareja porque después se pone pesado, porque no le gusta, porque te cuestiona, porque se pone celoso o paternalista… y tú, creyendo que lo haces por seguir teniendo una bonita relación, ya no quedas tanto con tu amiga o con tu amigo (porque si tiene pito es aún peor) o no vas a tal sitio o haces tal cosa. En este punto, sin darte cuenta, probablemente estás siendo carne de una persona que no te quiere bien o incluso de un narcisista (esto tiene para hablar un día entero) que pretende anular todo aquello que tanto decía que le gustaba de ti.

No se pasa de un extremo al otro en unos días, normalmente es algo muy sutil en el tiempo. Pregúntate algo: ¿te gusta quién eres hoy y lo que estás haciendo?, ¿echas en falta algo importante en tu vida desde que tienes pareja? Valórate y valora tu tiempo y, sobre todo, priorízate a ti misma.

No es necesario llegar a sufrir a una persona de este tipo para perderte a ti misma por el camino, basta con darle prioridad a la pareja la mayoría del tiempo. Y, cuando se acaba la relación, de repente te encuentras contigo misma y con un montón de tiempo que dedicabas a otras cosas y ya no sabes qué hacer con esa tú que no reconoces. Muchas veces, se acude a la ilusión, o al consuelo, de una nueva relación para no tener que enfrentarse a una misma, cuando lo más probable es que te pierdas de nuevo y sea cada vez más difícil reencontrarte.

Si alguna vez te has sentido así —que tire la primera piedra quien nunca se haya puesto en segundo lugar en su propia vida—, espero que tomes nota, porque lo más importante en tu vida eres tú, y tú tienes muchas cosas dentro como para desperdiciarte y perderte así. Has tardado muchos años en ser tú, en ser así de maravillosa, como para que todo eso acabe en un cajón cogiendo polvo. Los polvos que no falten, pero el polvo, en singular, hay que sacudirlo para poder brillar de nuevo y siempre.

Helena con H