No quiero un novio. No hablo así en general, ni para toda mi vida. Hablo del presente. Ahora mismo no quiero un novio ni muerta. ¿Que mañana aparece un hombre que me hace replantearme mi decisión? Bueno, pues ya veremos. Pero hoy por hoy no quiero novios, que bastante tiene una ya.

Pero follar sí quiero, que una no es de piedra. Y por suerte para mí (y para toda esa gente a la que nos gusta follar) hoy en día tenemos un abanico de posibilidades muy amplio donde poder buscarnos las castañas. Están los métodos tradicionales: ponerte guapa para salir de fiesta, ponerte guapa para ir a la biblioteca a estudiar, ponerte guapa para ir a clase, ponerte guapa para bajar al perro, ponerte guapa para ir al gimnasio… pero ahora además tenemos una herramienta superútil que sirve, casi exclusivamente, para follar: Internet.

En pocos años, Internet ha evolucionado tanto que hemos pasado del chat de #sexo del IRC a un montón de páginas, aplicaciones y redes sociales que aunque también tienen otros usos (como Facebook, que sirve para mostrar que eres feliz todo el rato) en el fondo valen para fichar a alguien y probar suerte a ver si te lo follas.

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A poco que me conozcáis os habréis dado cuenta de que yo soy más de Twitter. Esta «red social» (nunca me ha convencido eso de que Twitter sea una red social aunque sí, se conoce gente. Y se folla.) es mi favorita porque yo soy de no tener la cabeza quieta ni un solo instante y a veces no puedo parar de crear, así que Twitter me ha venido muy bien como vía de escape. Por razones que desconozco la gente me sigue bastante en esa red y entre lo graciosa que es una y la mampara de followers que me avala al final he acabado conociendo varón en el sentido bíblico de la palabra porque resulta que hay gente que te llevaría a la cama solo porque tienes muchos followers.

Pero a mí con eso no me basta. No me gustan las cosas fáciles. Eso, y que luego en el fondo tampoco he follado tanto. Por eso me he registrado en Lovoo. Fue una amiga quien me dio a conocer esta aplicación en una noche de fiesta en Valladolid, porque la «gracia» del Lovoo es que tiene un radar que te localiza a los chicos que tienes más cerca de ti, y como no conocíamos a nadie en esa preciosa ciudad que es Valladolid que es una ciudad que me encanta y además me da un asco terrible, pues nos dio por pensar que esta aplicación podría sernos útil.

Aquella noche no lo fue, porque se me sobresaturó el móvil de notificaciones y al final acabé desinstalándome esta app por pesada. Pero semanas después la recordé y me la volví a instalar. Me creé un perfil nuevo con datos verdaderos y fotos reales y me dije «venga, a ver qué sale de aquí». La puta caja de pandora abrí.

Os podría contar mil historias. Literalmente: mil historias. De hecho, lo primero que os voy a contar es que me encuentro totalmente enganchada a esta app porque nunca deja de sorprenderme. Aunque la mayor sorpresa me la llevé el primer día que la usé «en serio». Como os acabo de contar, rellené mi perfil (lleno de preguntas gilipollas, por cierto) y subí una foto mía. Una foto de mi cara, porque soy guapísima, y punto.

La cosa es que me puse a ver chicos y hubo un par de ellos que me gustaron. Entonces, si te gusta un chico, le das a un botón de un corazón y si tú también le gustas a él se produce el «match» y ya podéis empezar a mandaros mensajes. Pues el amor surgió y el elegido y yo comenzamos a hablar. Los tres o cuatro primero mensajes, como siempre: «hola» «hola» «q tal?» «bien y tu» «bien». Y de repente me dice: «¿por qué no has subido una foto de cuerpo entero? Estás gorda, ¿verdad?». Hacía mucho tiempo que un chico no me dejaba sin palabras, con lo espabiladica que yo soy. Pero mira, a este le reconozco el mérito de haberlo conseguido. Ese día aprendí que en el Lovoo se puede bloquear usuarios.

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