FINAL DE ARDIENTE TENTACIÓN Y LA POLLA DE ORO

 

La cama rebota contra la pared, Miguel esta encima mío, sudando demasiado y gimiendo como un zorro hambriento, reclamando su comida. Su polla entra y sale. Miguel es de esas personas que hacen monótono y aburrido el sexo ¿Cómo me voy a concentrar si no dejo de mirarle esos calcetines frikis que lleva puestos?

Un funko cae de la estantería a pocos centímetros de mí y hace que desvíe la mirada hacía el edredón empapado de sudor. Miguel aprieta con fuerza y sus ojos se inflan. Las venas resaltan sobre su piel y a mí me invade la melancolía al recordar mi verano en el pueblo y a él. Llevo dos meses sin noticias de él, no me escribe, no me llama… Ya no recuerdo lo que es la pasión, el deseo que solamente supo darme él. Pienso en la última vez que sentí todo eso, en aquella caseta. Soy demasiado sencilla y Miguel, la cama y el sexo cada vez se hacen más absurdos, como este vacío que siento.

Miguel gime y frunce el ceño. No lo conozco tanto, pero se identificar la cara de preorgasmo en un hombre. Tiene las pupilas dilatadas y está apretando los dientes. No deja de emitir aullidos leves que invaden el silencioso ambiente. Pienso en mi verano y en él, en el hombre que nunca he podido pronunciar su nombre. ¿Follara también por necesidad? ¿Estará follando en este momento?

Cada vez me siento más oprimida, mis costillas, el pecho y el alma. Su pelo rubio ondulado está mojado. Noto su respiración, pero cada vez lo oigo menos. Se tumba a mi lado, observándome.

  • ¿Te ha gustado? – me pregunta Miguel.
  • Si.
  • Me alegro.

Él satisfecho. Y yo… ¿esto me pasará siempre? 

No siento nada y mucho menos tengo orgasmos. Llevo dos meses intentando seguir mi vida, queriendo olvidar el verano, sus manos, sus ojos y sus besos… Pero tengo dependencia emocional de él y lo sé, porque si me escribiera o me llamara, mi corazón latería tan rápido, cortándome por momentos la respiración. Sentiría una plena felicidad en mí, difícil de explicar. Algunas personas, reconocen esas sensaciones como el estado de enamoramiento. ¿Pero realmente estaba enamorada? Y si es así ¿Porque lo estaba?

Tras despedirme de Miguel, regrese a mi casa, tenía que acabar el último relato de la polla de oro. Ese relato fue tan acogido e intenso que recibí propuestas de editoriales con ganas de que publicase un libro. Pero con mis líos mentales, aún no me he parado a pensar en ello.

Estoy enfrente de mi ordenador, cuando recibo un mensaje a mi teléfono. Es una de mis amigas, parece que quiere decirme algo, pero no sabe si hace bien. 

  • Esto… no sé si decírtelo – me dice mi amiga.
  • Dime, no te preocupes.
  • Pues, me han dicho… que él. Ha estado en el hospital.
  • ¿Cómo? ¿Porque?
  • Ha tenido un accidente con la moto mientras volvía de trabajar, la calzada estaba muy mojada y resbaló. Afortunadamente está bien y esta mañana regreso a casa.
  • Gracias, por decírmelo.

Sentí mi corazón como si hubiera dejado de latir, algo en mí decía que debía escribirle… Pero ¿era lo correcto? Esa noche en la caseta, fue la última vez que lo vi. A la mañana, cuando desperté, no estaba, solo había una nota: “Lo siento, tengo que irme a trabajar”  

Quise hablar con él más tarde, pero no lo encontré por el pueblo. Me dijeron que se había ido con sus amigos unos días fuera. ¿Huía de mí? Pero ahora él, había tenido un accidente y sentía la necesidad de escribirle, así que eso hice.

Leyó el mensaje a los pocos segundos de escribirle y me contestó. No estoy lista para expulsarlo de mi vida. Ahora no. Todavía no. Una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando me dice que está bien y en la intimidad de mi cuarto, me quedo tumbada contemplando la pantalla de mi móvil. Otra vez, volvía a estar conectada a él.

Tras los siguientes meses, continuamos nuestras conversaciones. Aunque nunca le pregunté sobre aquella noche en la caseta y su repentina huida. Tenía miedo de recibir una respuesta que me doliera. En una de las noches estaba sola, borracha y no podía dormir.

  • ¿Aun despierto? – le pregunté por WhatsApp.
  • Sí, no puedo dormirme ¿Por qué?
  • Echo de menos nuestros juegos… – le dije.
  • Yo tambien, ya lo sabes. Eres con la única que los hice… Siento que nos quedaron muchas cosas pendientes. 

Deseaba aplastar su cuerpo contra el mío, sentir su calor. Necesitaba que mis besos le inflamaran la boca y que me cogiera con fuerza, tomándome, consumiéndome. 

  • ¿Te apetece que juguemos? – Le pregunto decidida.
  •  Claro que quiero, echaba de menos a mi zorra…

Estaba perdida en él y sentía la necesidad de volver a confiar en él. Deseaba ver su erección y escuchar cómo se le escapaba un suave y brusco gemido.

  • Entonces, te prometo que esta noche, dormir es lo último que tengo en mente- le aseguré.
  • Ojalá tenerte en mi cama, lamiéndote y torturándote. Desatándote muy despacio el cordón de tus pantalones. ¿Quieres ver como tengo la polla?  Ahora mismo no la tienes muy relajada…

Sentí una descarga en mi clítoris. Estaba dura como una piedra, presionada contra sus pantalones. Me desabroché el sostén que cayó al suelo, me quedé completamente desnuda y pude ver el rostro de él en la pantalla, mirándome y revisando cada curva de mi cuerpo. Introduje mi mano derecha entre mis muslos y palpé el calor de mi excitación. Moví las caderas al mismo tiempo que saboreaba mis dedos húmedos. Pude ver, a través de la pantalla, como él estaba al borde del orgasmo.

  • ¿Quieres poseerme? ¿te gusta ver cómo me toco? – le pregunto con un tono indecente.
  • Me encanta, que ganas tengo de ti, penetrarte con fuerza, a fondo.

En ese momento, sé que está siendo totalmente sincero. Sé que le gustaría hacerme suyo como un puto cavernícola. Me apresuro a coger mi vibrador con doble vibración y lo introduzco suavemente por mi ano, sé que le encanta verme a cuatro patas… aunque esté de espaldas puedo sentir como su polla esta mojada.

< ¡Cabrona!> – Le escucho decirme…

Noto su respiración entrecortada y me noto muy húmeda. Mi mano derecha sostiene el vibrador con el que penetro mi ano. Mientras, un dedo de la mano izquierda dibuja suavemente a un ritmo constante círculos alrededor de mi clítoris. – Tócame- prosigo-. Fóllame- le ruego.

Mi cuerpo se estremece; cierros los ojos, mientras me arqueo.

  • Oh, joder.

       Sus palabras son graves, noto y sé que se está corriendo.  Dejo de penetrarme mi ano con el vibrador y me giro para observarle. Esta tan relajado, tan sudado…

  • Quiero que te corras, cielo. Ojalá tener mi boca en tu coño, excitar tu clítoris con la lengua mientras te penetro. Llevarte al límite…

       Él no deja de hablarme, se muerde el labio, el placer es casi imposible de soportar. Estoy cerca y mi respiración es cada vez más dificultosa, Me retuerzo mientras el placer asciende por mi cuerpo hasta que estallo. Me siento liberada, él sabe hacerme sentir así. Solo él lo consigue. Solo él…

Lo miro, está sonriéndome. 

  • ¡Me ha encantado!, como me gustaría que estuvieras aquí conmigo…- me dice.

Me despido de él, deseando que mañana vuelva a necesitarme… ansiosa de un “buenos días, ¿cómo estás?” Pero su despedida es tan fría, que noto ya su ausencia.

  • Que descanses, ya hablaremos más adelante. – Se despide de mí

 

Son las 10 de la mañana y el despertador me suena ¡es domingo! Miro el teléfono, pero no hay rostro de él. Volví a confiar en que estaba vez notaría nuestra conexión, no se alejaría de mí, pero de nuevo, caí. La diferencia es que, por esta vez, él fue políticamente correcto, no le hizo falto un adiós, cuídate o no quiero hablar contigo. Con un ya hablaremos más adelante se marchó sin fecha de regreso.

 

@mireiaribeiro_