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En mi vida la había cagado en algunas ocasiones pero ninguna hasta aquel punto. El restaurante de pronto se convirtió en un lugar lúgubre en el que parecía que solo estábamos nosotros. El mundo se paralizó en un silencio incómodo y una tensión que ni el mejor de los cuchillos podría cortar. El alcohol que corría por mi sangre se evaporó y regresé al planeta tierra sin tener ni idea de cómo enfrentarme a tanta mierda.

Vicen me miraba serio y pensativo, no apartaba sus ojos de mí. Yo no conseguía descifrar de qué iba aquella cara. Podría querer matarme en ese mismo instante o simplemente intentaba digerir lo que estaba sucediendo. Volví de nuevo la cabeza a un lado y entendí por qué sentía unas fuertes puñaladas en mi espalda, Tobías y Diana continuaban petrificados junto a mi silla.

Por favor chicos, que alguien diga algo…‘ apuré a decir mordiéndome el labio inferior en señal de nerviosismo extremo.

Pero Paula, ¿qué carajo quieres qué digamos?‘ a mi espalda Diana hablaba con voz firme, como nunca antes la había escuchado. ‘Llevas meses vendiéndote como la amiga leal, la colega perfecta, y toda tú eres una mentira. Y ¿sabes qué? En el fondo lo sabía, algo me lo decía, eres una farsa…

Mis ganas de llorar subieron a diez en la escala Richter. Esa Banana fría como un témpano podría ser también una película de ciencia ficción. Cerré los ojos para respirar profundo, me merecía todo aquel espectáculo con juicio incluido, y la cosa solo acababa de empezar.

¿Qué pretendías? Es que no se puede ser más rata asquerosa. Menudo concepto de amistad tienes, colega, das vergüenza.‘ Diana continuaba como si se hubiera abierto la caja de los truenos. Me señalaba inquisidora y en su habitual tono de voz dulce repetía uno tras otro el larguísimo elenco de insultos que parecía tener preparados para mí. ‘¡Ostras Tobías, no te quedes así, di algo!

Yo puedo entender que no fuésemos la pareja perfecta, pero al menos me hubiera gustado un poco de respeto…‘ Tobías silenció la retahíla de Diana con esas buenas dosis de cordura que albergaba en su cabeza. Entonces sí empecé a llorar.

Creo que en mi vida encontraré la manera de pedirte perdón. Eres bueno, comprensivo, divertido… y yo una idiota que no ha sabido valorarte.‘ Las lágrimas resbalaban entonces por mi cara incontenibles.

Lágrimas de cocodrilo, no engañas a nadie tía, déjalo ya. Todo esto lo tenías más que planeado.‘ La dureza de Diana iba en aumento, yo la escuchaba sin ser capaz de mirarla a la cara.

Basta ya Diana, ¿no crees que te estás pasando?‘ De pronto la voz de Vicen silenció de nuevo la mesa. Sin mover un solo músculo, fijaba ahora sus ojos en su novia.

¿Qué me estoy pasando? ¿Tú cómo te sentirías si un tío se me declarase delante de tu cara? Yo es que alucino con ella y también contigo. Mira, menos mal que una vez volvamos a casa vendremos de visita en contadas ocasiones porque esto ya te digo que no se quedaba así…

Miré entonces a Vicen, que fruncía el ceño con cada palabra pronunciada por aquella mujer a la que propondría matrimonio en pocas horas.

Espera, espera… ¿qué apenas vendremos a España? Diana, ya sabes que mi intención es volver aquí a vivir en cuanto pueda, estabas de acuerdo en eso, lo hablamos un millón de veces.‘ De repente mi tristeza se convirtió en incomodidad ante aquella escena de pareja.

¿Con este panorama voy a volver yo a España? ¿Para que tu mejor amiga te tire la caña y tu madre me martirice con que debo encontrar un trabajo mejor? Tiempo, Vicen, lo que necesitas es tiempo en América para comprenderlo.

Vicente se levantó rápidamente abandonando el restaurante con una rudeza que jamás había notado en él, ni siquiera en nuestras últimas broncas. Tras de él corrió Diana, que no dejaba de repetir tajante que aquello era algo que estaba implícito en su futuro. Entonces observé cómo Tobías se flexionaba ligeramente para acercarse a mi cara.

Ahora mismo estoy muy enfadado, pero sé que en unos días me habré olvidado de todo.‘ Me dio un pequeño beso en la mejilla y se fue dejándome allí sola y sintiéndome como la peor persona de la galaxia.

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En casa no podían comprender por qué el plato de gambas que había frente a mí estaba todavía completo. Ella, devoradora de mariscos profesional, rechazando cualquier comida por deliciosa que se viese. El espectáculo del restaurante continuaba grabado en mi memoria y se repetía una y otra vez como la peor de las melodías. Pensaba en Vicen, me lo imaginaba pidiéndole matrimonio a Diana para después volar juntos a Estados Unidos y no volver nunca más. Pensaba en Tobías, en el daño que le había hecho con mis actos.

Feliz Navidad hija.‘ Se acercó mi padre casi por sorpresa mientras yo intentaba evadirme de todo detrás de un libro. ‘Algún día sabremos qué pasa estos días por tu cabeza…

Como cuando era pequeña terminé el día acurrucada en el sofá en los brazos de mi padre. Él no sabía qué ocurría, no me juzgaba pero en el fondo tenía claro que la conciencia me estaba matando. Pasada la tarde solo pude decirle que necesitaba dar una vuelta a mi vida, estaba estancada y encerrada en un círculo que me estaba ahogando.

Estaba deseando que de algún modo te lanzaras. Hazlo, sal y búscate a ti misma y tu vida donde sea.‘ Y tras muchos meses suspiré por primera vez para tomar aire de verdad, podía saborear un poco de esperanza.

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Decidí centrar todas mis fuerzas en hacer de los siguientes días una transición para mi futuro. De alguna manera el buscarme las castañas fuera de casa me había ayudado a dejar a un lado esa tortura por el qué estaría pasando en la vida de Vicen. Pensaba en él y todavía quería llorar y abrazarlo, y besarlo sin parar. Pero algo en mi interior me decía que mi momento era ahora, debía partir cuanto antes.

Internet y todas las aplicaciones de búsqueda de empleo en Europa no me estaba ayudando. ¿Qué demonios? ¿Nadie quería contratar a una experta en pedagogía con gran nivel de inglés y cero experiencia? Nochevieja se me echaba encima y cualquier intento había sido un terrible fracaso. Al menos hasta que aquella tarde del 31 de diciembre mi prima decidió abrirme una puerta hacia Alemania.

Una escuela infantil buscaba una profesora con español nativo. Era una manera de empezar y ella me ayudaría a adaptarme los primeros meses. Aquello sonaba bien, no perfecto, pero era ese inicio que mi vida tanto precisaba. Acepté casi sin pensarlo y volví a poner los pies en la tierra con sus palabras.

Schön prima, te espero entonces aquí el próximo 3 de enero para empezar.

El 3 de enero era ya, casi no podría ni hacerme a la idea de lo que estaba a punto de ocurrir y ya estaría montada en el avión. Me largo a vivir a Alemania, ¿qué sé yo de Alemania? ¿que hace frío? ¿que beben cerveza? Pues algo es algo…

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Había metido en mi maleta únicamente lo imprescindible. Mi madre se había empeñado en que mi ropa no me abrigaría lo suficiente allí a donde iba y un viaje express a Decathlon había dado como resultado una bolsa inmensa de prendas casi para esquiar que ocupaban un mundo. Al menos habían prometido irme enviando poco a poco el resto de mis cosas una vez estuviera instalada en el piso de mi prima.

Mi padre conducía y me miraba por el retrovisor para regalarme un guiño de complicidad. Estaba nerviosa y no dejaba de acariciar mi teléfono valorando una y otra vez si debía escribir un último mensaje a Vicen para contarle mi decisión. Él estaría ya camino de Estados Unidos, seguramente prometido. A mí apenas me quedaban dos horas para despegar hacia Stuttgart.

Solo quería despedirme de mis padres lo antes posible para que mi madre no montase el número en medio del aeropuerto. Así como mi padre me había apoyado con toda aquella locura, ella tenía claro que ponerme con unas oposiciones en España era la mejor de las salidas. Busqué su sonrisa antes de abrazarla con fuerza y le prometí que estaría bien. Ella también hizo una promesa: la de llamarme por Skype cada noche a la misma hora.

Cuando me separé de ellos y a tan solo unos metros de llegar al control de seguridad mi teléfono empezó a sonar con su timbre atronador. Empalidecí de golpe al ver el nombre de Vicen en la pantalla.

Hola ¿Vicen? ¿Qué haces llamándome? ¿No estás ya en Estados Unidos?‘ El momento era un mar de dudas, aquello era un mar de dudas, yo era un mar de dudas.

¿Dónde estás? ¿Llego a tiempo?‘ Su voz se escuchaba sofocada y algo afónica.

¿Cómo que dónde estoy? Vicen, estoy en el aeropuerto, me voy a Alemania…

¡Joder, eso ya lo sé Banana!

Entonces tras las figuras de mis padres que me miraban intentando comprender qué estaba pasando pude verlo, corriendo, agarrado a su teléfono nervioso. Los dos nos miramos y de repente aquellas horribles ganas de llorar se anudaron a mi garganta con muchísima fuerza. Lo veía acercarse con esa manera suya de correr que tanto odiaba pero adoraba a la vez. En pocos segundos estaba a mi lado mirándome una vez más y sin saber muy bien qué decir.

Banana, has puesto mi vida patas arriba, la que has liao pollito…‘ Vicen se mantenía a tan solo unos centímetros de mí y respiraba todavía entrecortado.

¿Por qué no estás en Estados Unidos?

Digamos que me tengo que mudar y he pospuesto mi viaje una semana.‘ El tema le incomodaba, era obvio, algo había pasado.

¿Pero y Diana, y el anillo, y tu futuro?…‘ Quería saber, lo necesitaba.

Digamos también que con tu ataque de sinceridad en parte me ayudaste a saber que Diana y yo no teníamos tanto en común.‘ No podía creer lo que estaba escuchando, no sabía si alegrarme o volver a sentirme como aquella mierda del restaurante. ‘Así que te vas a Alemania…

Sí, me voy a Alemania, ¿y tú? ¿qué vas a hacer?

Yo solo venía a proponerte algo, Banana. ¿Qué te parece si en un par de meses te hago una visita y hablamos con calma los dos solos, sin público ni espectadores?‘ Regresé de aquella burbuja en la que parecíamos estar solo los dos para ver de nuevo a mis padres, que lógicamente no nos quitaban ojo de encima. Ellos en aquel instante se giraron como dándose cuenta de que quizás estaba siendo todo demasiado obvio.

Pues te recibiré encantada, ya lo sabes…

Pero ¿sabes de qué hablaremos, verdad Banana?‘ el cuerpo de Vicen se acercaba peligrosamente mucho más a mí. Mi corazón bombeaba a velocidades de vértigo.

No lo tengo nada claro, dímelo tú…

La sonrisa de Vicen volvió a dibujarse en sus labios que lentamente se pegaron a los míos para regalarme un primer beso casi de película. Tras muchos meses perdida y con una vida que solo daba tumbos sin sentido, empezaba a tener claro lo que quería. Quería dejar de depender de mis padres, quería ser responsable de mi día a día y, sobre todo, lo quería a él.

Nuestro inicio en la distancia no sería fácil, pero nos lo habíamos prometido y sellado con aquel beso en medio del aeropuerto. Si es que la Navidad es solo para los valientes.

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