Mi amiga confió en mí sus secretos a lo largo de los años más que en ninguna otra persona. Desahogaba en mi casa sus preocupaciones, sus opiniones menos populares, sus secretos más inconfesables y sus inquietudes más extrañas. Ahora, hace un tiempo que he decidido apartarla de mi vida por un montón de motivos que no vienen al caso. El tema es que no merece por mi parte ni siquiera un poco de respeto, mucho menos lealtad. Pero yo soy de la opinión de que la lealtad dice mucho más de la persona que la practica que de quien la recibe. Así que he decidido ser leal porque creo que para mí misma es más sano, no porque ella se lo merezca.

En los últimos tiempos le he dado vueltas a muchas de nuestras conversaciones y, al llevar varios años usando el mismo smartphone, tengo nuestro historial de whatsapp íntegro como para poder consultar la mayoría de nuestras conversaciones. Buscando una cosa muy concreta que quería comprobar en este chat me encontré sin querer con pruebas de mentiras muy gordas, conversaciones en las que explicaba cosas que desmontaban teorías con las que más tarde había perjudicado a otras personas retorciendo la realidad. Además recordé que me había confesado haber hecho cosas muy perjudiciales hacia su familia más cercana y que yo justifiqué en su momento porque me parecía que ella no estaba bien, por lo que defendí cosas que, si vinieran de otra persona, me parecerían indefendibles. Pero ella, pobrecita, toda la vida agarrada al papel de víctima perfecta, merecía mucho apoyo y que la ayudase a perdonarse por sus errores. No valdría de nada que la machacasen si no tenía herramientas para sobrellevar sus problemas de otro modo.


Hace un tiempo, toda su maldad dio un giro a su timón y tomó rumbo hacia mi de forma directa. Y digo de forma directa porque hoy sé que lleva años jodiéndome, pero hasta ahora cuando algo parecía que iba a salir a la luz, se pegaba a mi y echaba la culpa a terceras personas. Yo era especial, yo era la única que la entendía… Y de pronto me encuentro con reproches de personas que han escuchado que sus palabras a mala fe salieron en realidad de mi boca.

Me encuentro con que intenta buscar refugio en tierras que ya hace años quemó demasiado y pretende echarme la culpa a mi de aquellos incendios. Me doy cuenta de que mis grandes dramas de los últimos tiempos, eliminándola a ella de la ecuación, ni siquiera existirían. Y yo, con toda esa información, esos datos, esas pruebas (que a ella tanto le gusta guardar, muchas veces de forma ilegal, no así en mi caso) simplemente las voy a utilizar para dormir a pierna suelta.


Sé que ella se jacta de tener la conciencia tranquila, de saber que en todas las situaciones de su alrededor su papel es siempre el de damnificada. Pero no necesito destruirla para salir del pozo en el que quiso meterme, no necesito causar daño a otra persona para sanar yo. Sé que ella lo haría, sé que ella ahora está contando a quien todavía la escuche, todas mis intimidades y secretos que pueda conocer (además de los que pueda inventar), pero me da igual. Me vale mil veces más el estar tranquila que la venganza. Yo, a diferencia de ella, si alguna vez he hecho daño ha sido sin intención o porque la recompensa por el daño causado compensaba.

Nunca entendí que alguien lastime a otra persona por el simple placer de pasar el rato, pero, como me dijo una gran amiga hace poco, hay personas que viven más felices en conflicto, que solo saben buscar la felicidad ayudando a solucionar dramas que en realidad ellas mismas se han inventado. No voy a pretender entenderlo, porque es imposible para mi raciocinio comprender que pudiendo no hacer nada o hacer daño, elijas lo segundo. Pero, desde luego, sobre mi conciencia no caerá.

Y desde aquí la aviso, porque sé que me sigue leyendo: tus secretos están a salvo conmigo. No por ti, no porque te deba nada, sino porque no voy a permitir que, además de todo lo que me has hecho, me conviertas en mala persona.