Tengo una mala costumbre cuando pido un paquete de maquillaje online. Me meto constantemente en la página de la compañía de transportes para ver si el pedido me llega o no. Entro. Salgo. Entro. Salgo. Da igual que hace 5 minutos mi paquete siguiese en Móstoles, yo necesito comprobarlo. Pues esta relación de amor-odio la tengo también con Tinder. Me lo borro y lo resinstalo cíclicamente porque me aporta lo mismo que un dolor de ovarios: NADA.

Yo quiero el amor, amigas. Me gusta follisquear, no os voy a mentir, pero tras darme alegría al serete lo que necesito es una relación estable. La putada es que no tengo tiempo en mi día a día. Estudio una oposición y trabajo hasta los fines de semana. ¿Cómo sigo viva y con pelo? No lo sé.

En este clima de caos psicológico he tenido que priorizar…

Volver a ver Juego de Tronos.

Dormir.

Comer.

Conocer tíos.

Teñirme el pelo de una puñetera vez.

Sólo puedo elegir tres.

Comer me mantiene viva y sin dormir me convierto en un ogro, así que esas dos eran necesarias. Mmmm… Y a Jon Nieve no puedo renunciar. Total, que me quedo con mis raíces en el pelo y sin novio.

Tras culpar durante meses a Tinder de mi nefasta vida amorosa me he dado cuenta de que el problema lo tengo yo, que quiero crear un vínculo con un tío en tres segundos. El primer paso es hacer un poquito de autocrítica. Reconozco mis errores, tengo que trabajar en ellos.

Soy impaciente, insegura, controladora (en plan bien, me gusta el orden y odio la incertidumbre) y perfeccionista. ¿Cómo voy a ligar por Tinder siendo así?

Encima empiezo a hablar con tíos que son majísimos y cuando me dicen de quedar me entran los agobios. ¿Y si es un catfish? ¿Y si es rarito? ¿Y si piensa que yo soy rarita? Las inseguridades me dominan y acabo pasando. ¿POR QUÉ SOY ASÍ, SEÑOR?

Así que he pensado que igual no soy la única que tiene este percal mental montado. ¿La solución? Pues no sé vosotras, pero yo voy a arreglar mis movidas psicológicas antes de meter a un maromo en mi vida que me desquicie todavía más. Supongo que tarde o temprano disfrutaré del amor ajeno, pero ahora toca centrarme en el propio.

 

Anónimo