Después de haberos contado la teoría de cosecha propia que hice sobre «dejar de hacer ensaladillas rusas», vengo a contaros mi top 2 de reflexiones tras ir asiduamente al psicólogo. «La teoría de las parcelitas», mi descubrimiento tras ir a terapia.
Para hablaros de ella tengo que darle el mérito a mi compañera de piso Isabel Verdú, puesto que fue ella la que la bautizó y que me lo explicó para que yo lo entendiera y fuera mucho más fácil.
Básicamente viene a decir que nosotros tenemos nuestra parcela interior, dentro de nuestra cabeza tenemos un terreno pequeñito que cada uno de manera individual tiene que cuidar, regar y decidir qué plantar en él. Cada uno puede tener su parcela como guste, con flores, con malas hierbas, con enanitos, con una barbacoa…
Tú te tienes que encargar de ponerte tu parcelita a tu gusto, tienes que limpiarla si quieres hacerlo, tienes que regalarla si quieres plantas, puedes asfaltarla si te gusta el cemento… La idea es que cultives en tu alma los comportamientos que a ti te hacen bien, que profundices en los sentimientos que te gustan y que expreses las emociones que a ti te hacen bien.
Ahora bien, no debes irte a las parcelas de nadie a decirles qué tienen que hacer o cómo tienen que hacer para ordenar o limpiar la suya. Porque tú puedes ver desde fuera una clara idea de qué harías tú con ese terreno, pero en realidad no sabes cómo de fértil es la tierra, si a esa persona le gustan realmente las flores o si realmente quiere cambiar algo de cómo la tiene.
En el momento en el que alguien viene a preguntarnos qué haríamos nosotros ahí podemos aconsejar, «pues mira, yo la mía la tengo así, puedes probar este fertilizante a ver si a ti te va bien». JAMÁS nos deberíamos meter dentro de su terreno, sacar la pala y el rastrillo, arar sus tierras, echar nuestras semillas y esperar a que florezcan nuestras movidas.
¿Por qué? Porque así no estamos ayudando al otro, porque nos vamos a crear complejo de jardinera experta y porque al final vamos a cuidar las parcelas de todo el mundo y nos vamos a olvidar de la nuestra propia. Pasar el día trabajando en las parcelas ajenas y luego llegar a la tuya para que esté hecha un desastre… no es una buena opción, creedme.
Así que cuando alguien tenga un problema, asómate a su verja y pregúntale si necesita consejo, si se lo pides le cuentas cómo te gestionas tú, pero desde lejos, dejándole su espacio y su tiempo. No te desesperes si no te hacen caso, no te vuelvas loca si no siguen tu proceso.
Recuerda siempre que cada persona es un mundo y cada uno se dispone su parcelita como quiere y como buenamente puede. Así que, vidas mías, vamos a regar, a plantar y a quitar malas hierbas, la salud mental es el mejor sitio en el que vivir.
Foto de Karolina Grabowska en Pexels