Dolor, mucho dolor. Un dolor incapacitante.
He tenido que abandonar proyectos laborales, bajar mi rendimiento a la mitad, por no ser capaz de aguantar sentada ni de pie ni de ninguna forma sin retorcerme. En algún pico de dolor, he llegado a plantearme que aquello tenía que ser el fin, que debía ser algo malísimo y que me estaba muriendo. Literal, te lo juro.
“Todas las mujeres tenéis la regla, ya será para menos”, me han dicho hombres. “El dolor de regla es normal”, aseguran mujeres. La cuestión es que lo que empezó siendo una regla abundante y dolorosa, ha terminado afectándome durante todo el ciclo. No tengo un día de descanso, sino grados de intensidad.
Me costó tres años quedarme embarazada, pero según mi entorno era cuestión de “relajarse”. Tuve tres abortos, pero mi ginecólogo también culpó al estrés.
Y, hace apenas un par de semanas, por fin llegó un diagnóstico. Me acaban de detectar endometriosis pelviana profunda después de más de casi veinte años de dolores menstruales insoportables. Por no tratarla, por no hacerme jodido caso, se han extendido y a día de hoy tengo múltiples focos endometriósicos en diferentes órganos. Tengo afectado el cérvix, los ligamentos uterosacros, uréteres y el peritoneo. Una fiesta, y más sabiendo que llevo quejándome de esto desde los 14 años.
¿Cómo me la han diagnosticado?
A veces sufro de “crisis” o “episodios” de muchísimo dolor. Me afecta especialmente el cambio de temperatura y que la ovulación o la menstruación esté cerca. El golpe es tan fuerte, que me orino encima y se me duermen las manos. Me paso más de 30 minutos rígida, sin ser capaz de articular palabra, ni siquiera para pedir ayuda.
He tenido cinco “crisis” de ese estilo en los últimos años y, aunque acabo en urgencias y me hacen pruebas, siempre concluyen lo mismo: cólico nefrítico, estando el riñón en perfecto estado según el urólogo. El problema es que tengo los uréteres repletos de focos endometriosis y de ahí la confusión.
Desde mi último “episodio”, vivo con un dolor fijo. Un pinchazo. Como si un cuchillo me atravesara el cuerpo. He consultado mil médicos y me han dicho mil cosas, me han puesto mil tratamientos y no ha funcionado nada. Hasta que di con una doctora internista que decidió hacerme una Resonancia Magnética Nuclear (RMN) de pelvis y abdomen con contraste. Ahí se vio todo.
Junto con la RMN me pidió una analítica y pudo observar una anemia ferropénica severa, consecuencia de que mis focos endometriósicos son hemorrágicos. Pierdo sangre todo el mes, no solo con la regla.
¿Cómo me van a tratar?
Me han propuesto un tratamiento escalonado, de lo menos invasivo a lo más. La primera propuesta consiste en tomar un anticonceptivo sin estrógenos y un medicamento antiinflamatorio y analgésico. He visto la luz. Si bien el dolor sigue, es muchísimo más llevadero. También me ayuda el calor local.
La segunda opción sería provocar una menopausia a mis 33 años. Eliminar la regla y cortar así la expansión de la endometriosis con cada menstruación. Claro que esto conlleva otras consecuencias, que mi doctora quiere evitar a toda costa.
Por último, me dan la salida del quirófano. Operar y quitar.
Un consejo
Si te sientes identificada, cuenta tu historia. El dolor NO es normal, es una alerta de que algo no termina de ir bien. Insiste, insiste e insiste. Escucha testimonios de otras mujeres afectadas, de cómo se llegó a la conclusión de que padecían endometriosis y exige que te hagan las pruebas necesarias. Durante un tiempo viví enganchada a todo tipo de analgésicos, destrozando mi estómago y mi hígado. Calmando un dolor que NO era normal para solo silenciar un grito de auxilio que pedía mi cuerpo.
Insiste, no dejes de insistir. Aún estás a tiempo de mejorar tu calidad de vida.