Hace un tiempo conocí a un tío que pintaba interesante por Tinder y tras unas cuantas citas le propuse ir a un sitio a merendar que se me había antojado muchísimo. Os pongo en situación. No soy una gran apasionada del dulce, pero de camino al trabajo pasaba todos los días por uno de esos locales que hacen gofres que parecen plástico de burbujas y se enrollan formando un cucurucho de helado y le puedes poner toppings por encima, vamos, los bubble waffle. 

Pues no sé si sería que me tenía que venir la regla ―lo cual me pone especialmente antojona― pero yo quería uno de esos y le dije de compartirlo y pedirlo, incluso, a su gusto, con tal de probarlo. ¿Sabéis qué me contestó? Que no porque eso le parecía cosa de críos.

Ahora resulta que los postres y los dulces tienen edad. ¡No me jodas! Me dijo que me iba a llevar a un bar chulísimo donde preparaban cócteles. Para ponerse tan quisquilloso con la edad y los planes, ¿no me estaba infantilizando un poquito?

yes

Con tal de no tener una discusión (os recuerdo que estaba a punto de bajarme la regla y podía estallar una bomba que ríete tú de Hiroshima) acepté su propuesta, aunque un poco a regañadientes. Como os podréis imaginar la cita a partir de este punto fue en declive, porque claro, ya me había tocado las narices y el tipo encima hacía como si tal cosa, dando a entender que yo era una exagerada y que estaba todo en mi cabeza (luz de gas)

Después de aquella cita, me escribió que para él, la cosa se estaba poniendo demasiado seria y que recientemente había salido de una relación de cinco años, así que necesitaba espacio y tener una relación más casual y fluida.

Os traduzco: se dio cuenta de que si llevaba siempre la voz cantante yo no me iba a quedar de brazos cruzados y eso les supondría una amenaza a sus huevos (que eran los que iban a mandar en un principio). Aparte de eso, también quería follarse a otras, eso estaba cantado. Yo le dije que muy bien, de hecho, le contesté de buen rollo por WhatsApp porque ya tengo demasiados dramas en mi vida y no quería lidiar con un machito herido. 

Al cabo de una semana, volviendo del trabajo, me quedé hipnotizada por el olor de los bubble waffles y como había tenido un día de mierda, pensé: “Qué coño, me lo merezco, me pienso zampar uno entero y sin tener que aguantar a ningún gilipollas”. Y cómo son las cosas que el destino me dijo: “Que te lo has creído, guapa”. Porque nada más entrar en el local me lo encontré, sí, al mismo imbécil que se negó a compartir conmigo un bubble waffle alegando que era “cosa de críos”. ¿Estaba con algún sobrino pequeño quizá? ¿Se trataba de un plan familiar? Para nada, lo que más me impactó es que estaba haciendo cola junto con una chica que, claramente era su cita, (iban de la mano), pero que tendría unos 10 años menos que él. 

plan de cita

Podría haberme quitado de en medio, pero no me dio la gana. Era mi camino diario de casa al trabajo, si el tío era tan imbécil de venir con otro ligue al plan que yo misma le propuse y que desestimó de manera tan absurda allá él, pero yo me iba a quitar mi antojo. Y eso hice. El tipo me vio, pero se hizo el loco, eso sí, le metió prisa a su cita para irse nada más le atendieron. 

Yo me zampé mi gofre y lo disfruté como si fuera el último gofre sobre la faz de la tierra. Cuando me lo terminé, no pude resistirme a abrir el WhatsApp y escribirle: 

― Veo que por fin te has decidido a probar el bubble waffle, que aproveche.

A lo que el tipo respondió:

― ¿Me has visto? (emoji sacando la lengua). 

No sé qué problema tendría con compartir conmigo el gofre de marras, pero me perturba toda esa movida de la edad y que conmigo no, pero con la otra que era una cría sí… 

Imagino que la clave está en que mi útero premenstrual no podía mandar, pero sus cojonazos sí.

 

ELE MANDARINA