Jugando con la ley. Cap. 11: ¡mayday mayday, Houston tenemos un problema!

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  • Ilenia
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    Ilenia on #242178

    Prólogo https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley/
    Capitulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-2/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-2-una-no-oferta-y-una-fantasia/
    Capitulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-3-un-sirope-y-escalofrios/
    Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-4-control-de-alcoholemia-y-el-salto-del-tigre/
    Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-5-un-deseo-desvelado-y-ojos-dilatados/
    Capítulo 6: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-6-un-hombre-de-champions-league-y-ajustar-cuentas/
    Capitulo 7: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-7-una-orden-y-un-limite/
    Capítulo 8: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-8-un-trago-de-cerveza-y-una-detencion/
    Capítulo 9: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-9-una-risita-y-una-noche-divertida/
    Capítulo 10: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-10-una-pared-fria-y-sospechas-confirmadas/
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    Capítulo 11: ¡mayday mayday, Houston tenemos un problema!

    Había encargado un gran ramo de rosas blancas para ir a colocarlas a la tumba de mi hermano. Hacía mucho tiempo que no iba a visitarle, para mí ir allí y mirar su tumba, con su foto en la que sonreía ampliamente se me hacía demasiado duro, pero a la vez sentía que estaba con él, que podía conversar y aunque no obtuviera respuesta, me estaba escuchando.
    Cuando llegué a la floristería, el ramo ya estaba más que listo, era precioso, había quedado mejor de lo que me imaginaba, Me gustó tanto que dejé propina a la señora que me atendió.
    Sabía que no servía de nada, pero era lo mínimo que podía hacer por él, que su tumba se viera bonita.
    Aparqué el coche en uno de los aparcamientos cerca de la puerta del cementerio, aquel lugar me ponía los pelos de punta. Antes de bajarme inspiré con fuerza, siempre me había costado atravesar esas puertas.
    Bajé del coche y de la parte trasera saqué el ramo. Vi como una mujer sujetaba a una señora de edad bastante avanzada que llevaba un ramo de flores, sus sollozos eran perfectamente audibles. Mi estómago se encogió ante aquello.
    En entrada del cementerio había un largo jardín con arbustos muy bien cuidados, justo en medio del jardín había una cruz de mármol blanca, en ella había tallada una frase con letra pequeña y muy fina: Que Dios nos acompañe en el viaje de la vida y la muerte.
    En la parte izquierda se encontraban los muros de nichos, y en la derecha había unos cuantos panteones, construidos en la época de la guerra civil.
    Seguí subiendo y subiendo hasta llegar a la fila donde se encontraba mi hermano. El día que lo enterramos, aquella parte estaba casi vacía, la pared de enfrente estaba a medio construir. Pasados dos años, habían tenido que construir otras seis paredes más.
    Me di cuenta que justo debajo de mi hermano, estaba enterrada una niña de cuatro años, murió el 28 de abril, apenas unos días después de mi hermano. En la foto que cubría gran parte de la lápida aparecía la niña muy sonriente metida en la cuna con un oso de peluche.
    Finalmente alcé la cabeza y vi la tumba de mi hermano, tenía un ramo puesto que aún no se había marchitado, supuse que sería de mi padre o de mi madre. No quise cambiarlo por respeto. En la misma línea de mi hermano vi una lápida cubierta de polvo y sin flores de una mujer de 80 años, era obvio que los familiares llevaban tiempo sin ir por allí, dejé mi ramo a aquella señora y regresé junto a la lápida de mi hermano.
    La miré fijamente y pasé la mano por ella, la respiración se me aceleró e inevitablemente mis ojos comenzaron a escocer.
    –No te puedes llegar a imaginar la falta que me haces–las lágrimas comenzaron a resbalar, pero no las limpié, era el único sitio donde no tenía que fingir ser fuerte.
    Lo que más me dolió, fue no haber tenido unos segundos para despedirme de él, para decirle cuanto le quería y que jamás le olvidaría. Las últimas palabras que le dije fueron: En la fuente te espero, no te vayas sin mí. Pero se fue, y lo hizo para siempre.
    Sentía que podría estar allí durante horas, mirándolo, sintiéndome acompañada por él, no deseaba estar en otro lugar que no fuera allí. Nadie se podía imaginar cuanto lo extrañaba, las noches que pasaba en vela, llorando en mi cama, mientras los recuerdos me desgarraban como cuchillos recién afilados.
    Una mano se posó en mi hombro sobresaltándome. Me limpié las lágrimas al ver quién era. Mi padre traía en la mano un ramo de flores bastante parecido al mío, quizás fuera porque ambos éramos amantes de las rosas.
    –Parece que fue ayer ¿verdad? –me preguntó mientras se desplazaba un poco más a la derecha, donde estaba la tumba de sus padres.
    Primero murió mi abuela por cáncer de pulmón, meses después murió mi abuelo, los médicos dijeron que había muerto por causa natural, pero yo estaba convencida de que se murió de pena. Desde la muerte de mi abuela no volvió a ser el mismo hombre alegre y chistoso que había sido siempre. Se vistió de negro como símbolo de respeto hacía su mujer y no volví a verlo sonreír.
    –Duele como si hubiese sido ayer–dije mirando la foto.
    –Muchas veces cuando vengo, me quedó aquí durante horas y hablo con él.
    –Yo también lo hago–no lo entendía, aunque lo intentaba, no llegaba a comprenderlo, nunca fue un loco al volante, de hecho, cuando íbamos por autovía y yo superaba los ciento veinte kilómetros por hora permitidos, me regañaba y no se callaba hasta que reducía la velocidad a la apropiada.
    Mi padre no volvió a hablar, nos quedamos allí mirando la tumba de mi hermano, sufriendo en silencio una pérdida que por más años que pasaran, nunca superaríamos.
    Después de casi una hora, mi padre tiró de mi brazo para que nos fuéramos, en un principio me negué. Quería seguir allí un rato más con él, pero a los segundos comprendí que no tenía sentido quedarme observando una tumba durante horas interminables. Nada de lo que hiciera me lo devolvería, si había algo en la vida que no tenía marcha atrás era la muerte.
    Ambos nos subimos al coche, mi padre solía ir al cementerio dando un paseo que iniciaba en su empresa donde dejaba el coche. Según él, esos paseos le ayudaban a despejar la mente y a sentirse un poco en paz consigo mismo.

    Quise que condujera él, pero alegó que le apetecía verme conducir, cosa que a mí no me hacía gracia. Siempre me había puesto nerviosa llevar al lado un copiloto experto que podía sacarme los fallos. Pero no lo hizo, fuimos todo el trayecto de vuelta a la casa en silencio.

    Cuando entramos, vimos a mi madre bajando por las escaleras, pareció extrañarse de vernos entrar juntos, pero como siempre no hizo ningún comentario.
    El almuerzo estuvo tranquilo, nadie decía nada, y sinceramente no tenía ningún apetito y muchos menos de lentejas, apenas pude me levanté de la mesa y me encaminé hacía mi cuarto, pero justo cuando terminé de subir los escalones mi padre me llamó. Quería hablar conmigo.
    Nos dirigimos a la parte trasera de la casa, donde pude percatarme de que la piscina estaba llenándose, ya casi iba por la mitad, en menos de un día estaría totalmente llena y preparada para hacer algunos largos.
    –El sábado tu madre y yo hacemos veintidós años casados. Había pensado en llevarla a comer por ahí y pasar el día fuera hasta entrada la noche–veintidós años juntos, era muchísimo tiempo. No estaba muy segura que mi madre le aceptara la invitación, aunque por intentarlo no perdería nada. –Si quieres, puedes aprovechar nuestra ausencia para hacer una barbacoa en la piscina, con precaución claro, puedes traer a unos cuantos amigos, no a todos los jóvenes de la ciudad–intentó bromear.
    –Me lo pensaré, no es una mala idea–mi padre me dedicó una sonrisa y se marchó a su taller.

    Me senté en una de las tumbonas de la piscina y estuve meditando la idea durante algunos minutos, era muy buena, sobre todo porque así podría ver de cerca como se comportaban María y Álvaro estando en el mismo lugar, siempre y cuando convenciera a María de venir a una barbacoa donde también estarían invitados algunos de mis amigos. No pensaba hacer algo muy grande, invitaría a los más cercanos para mí.
    Además, una distracción no me vendría mal, así podría sacarme a cierto policía que se había colado en mi cabeza sin que nadie le diera permiso.
    Hacer una fiesta en casa tenía más trabajo del que parecía, primero tendría que acomodarlo todo y limpiar, tampoco habría carbón y todos los elementos necesarios para poner la barbacoa en funcionamiento.
    Me metí en el trastero donde guardábamos todas las cosas de la piscina. Entre polvo y más polvo, encontré mi vieja tumbona hinchable, en la que había pasado horas y horas tumbada dentro de la piscina mientras me bronceaba.
    Algunas veces, cuando tomaba el sol tranquilamente, sin que me diera cuenta, mi padre o mi hermano llegaban por detrás y me tiraban de la tumbona, acababa tragando un montón de agua y muy enfadada, siempre regresaba en busca de venganza.

    Sabía que convencer a María de que viniera a mi pequeña reunión no iba a ser fácil, pero quería que comprobara por si misma que mis amigos no eran gente a la que temer. Tampoco iba a invitar a un gran número de personas, más bien a los más cercanos como Sandra, Tania, Álvaro, Joseph y algunos más. Tenía ganas de que María conociera a Joseph, estaba convencida de que le caería bien, la verdad no concebía que Joseph pudiera caer mal a alguien.
    No quería imponérselos a la fuerza, simplemente que les diera una oportunidad.
    Esa tarde habíamos quedado para ir a la playa por lo que aprovecharía el momento para dejarlo caer. Por otro lado, aunque mis amigos no fueran un inconveniente para ella, estaba la presencia de Álvaro, había hablado con él, pero no sabía si me habría hecho caso o si ese par seguiría sin tener valor para hablar frente a frente.

    Después de un baño no muy largo, Tania y yo volvíamos a las toallas junto a María. Ella no era muy de playa, pocas veces se bañaba, para mí como amante del mar me era incomprensible que pudiera estar horas tirada al sol sin siquiera refrescarse, y más ese día que estaba resultando agobiante de más.
    –El sábado voy a hacer una barbacoa en la piscina y por supuesto estáis invitadas–me senté en la toalla con las piernas cruzadas y ellas me imitaron.
    –Genial. ¿Quién más irá? –Tania parecía más entusiasmada que María. No era tonta y probablemente ya se imaginaría mi respuesta.
    –No será algo a lo grande. No quiero dar una fiesta sino más bien una reunión de amigos con música, piscina y mucha comida–estaba intentando venderlo bien antes de mencionar la parte mala para ella. –He invitado a Sandra, Joseph, Álvaro y Sergio que me ha preguntado si podía llevar a dos amigos y como no he sabido decirle que no pues le he dicho que sí.
    –Vale, pinta muy bien–¿Y ya está?
    –¿De verdad vas a venir? – en momentos así me preguntaba por qué diablos Tania no podía tener filtro, aunque fuera un poquito. Me dieron ganas de llevarme las manos a la cabeza.
    –¿Y por qué no iba a ir? –no entendía nada.
    –Bueno no es un secreto que nuestros amigos no te gustan y por otro lado está Álvaro que… creo que no es necesario añadir nada más–por un lado, Tania llevaba razón, pero por otro prefería que cerrara la boca antes de que consiguiera que María cambiara de opinión.
    –No tengo nada en contra de Sandra, mucho menos después de… siempre os escucho hablar maravillas del tal José.
    –Joseph–la corregí sin apenas darme cuenta
    –Eso, Joseph y en cuanto a Álvaro, no voy a dejar de hacer las cosas que me apetezcan por su simple presencia.
    –Pues me parece muy bien–Tania sonreía de oreja a oreja. Coincidí con ella en que era genial que no se viera condicionada por los últimos acontecimientos en su relación con Álvaro. Para no jugármela no les conté que él me había preguntado si ella iría. Al decirle que aún no se lo había dicho me pidió por favor que la convenciera si me daba una negativa. Esperaba de corazón que mi amigo no estuviera planeando nada raro, quería tener una barbacoa agradable y tranquila.
    –Genial. ¿Quién de las dos me va a ayudar con las compras? –se hicieron las suecas y huyeron al agua–¡no podréis escapar! –me levanté de la toalla y las perseguí hasta pasado el rompe-olas, cuando estuve cerca me tiré encima de ellas y acabaron tragando agua. A veces era un poco bestia, pero no era mi culpa sino el resultado de haberme criado jugando con dos chicos.

    A las diez de la mañana mi padre ya se había llevado a mi madre en su coche para comenzar su día romántico. En cuanto salieron por la puerta, mandé mensajes a mis amigos para que fueran viniendo. No estaba haciendo nada a escondidas, pero sabía que una parte de mis amigos no eran el agrado de mi padre por lo que quise evitar ese encuentro.
    Las primeras en llegar fueron María y Tania- A pesar de que intentaron librarse, las hice encargadas de las bebidas y el hielo, del resto de cosas incluida la comida me encargué yo.
    Entre las tres terminamos de arreglar la mesa. Quisieron ayudarme con la barbacoa, pero no las dejé, les pedí que subieran a mi cuarto y se cambiaran, era una barbacoa en la piscina, lo lógico era ir en bañador. Opté por mi bikini verde pistacho, era bastante normal, pero a mí me encantaba.
    Mientras ellas se cambiaban, comencé a poner los primeros filetes en la parrilla. Escuché el timbre de la puerta, eran Álvaro, Sergio y sus dos amigos.
    –Pasad–justo cuando entraron ellos, mis dos amigas bajaban por las escaleras. Joder, de repente soy lesbiana.
    El bikini de María era negro, muy provocativo y dejaba poco a la imaginación. Podría haberme jurado mil veces que no lo había escogido adrede que no la habría creído.
    Unos quince minutos más tarde llegaron Sandra y Joseph, él había pasado a recogerla, ni siendo sus vidas un guion, podría haber sido de otra manera, era su chica, aunque ella aún no lo sabía.

    Entre vuelta y vuelta a la parrilla los observé a todos, unos estaban dándose un chapuzón en la piscina, otros hablaban tranquilamente con una cerveza en la mano, pero sin duda quien llamó mi atención fue María, estaba charlando animadamente con uno de los amigos de Sergio, el chico en cuestión no estaba para nada mal, era alto, moreno y lucia una melena oscura que le llegaba casi por los hombros. Instintivamente busqué con la mirada a Álvaro, estaba sentado en el borde de la piscina junto a Joseph pero no parecía estar prestando demasiado atención a la conversación, disimuladamente no paraba de mirar hacía mi amiga, la cual estaba jugando a un juego peligroso estaba convencida de que ella lo sabía.
    –¡Qué bien huele! –Tania y Sandra se acercaron a mí y me ofrecieron una cerveza que acepté encantada. Entre el sol y el calor de la barbacoa me iba a derretir a pesar de estar en bikini.
    –Lo sé. Soy toda una experta–Esa olla ya está completa de carne, si queréis podéis llevarla a la mesa–Sandra se encargó de la olla, pero Tania no se movió de mi lado y podía imaginarme por qué.
    –Nuestra amiga parece muy animada–por su tono pícaro pude deducir que pensaba igual que yo.
    –Calla que viene–volví a girar la parrilla de carne e hice como que no me había dado cuenta de su presencia.
    –¿Cómo vais? –estaba muy sonriente. Me preguntaba cuántas cervezas se habría bebido. Yo le había calculado cuatro, pero no había estado pendiente todo el rato de ella.
    –Desde luego, no tan bien como tú–la chica sin filtro le dio una palmada en la espalda a María que rio tontamente.
    –¿Necesitáis ayuda? –di un respingo al escuchar la voz de Joseph detrás de mí. Aproveché su presencia para presentárselo a María, estaba deseando que cruzaran unas palabras para que mi amiga se diera cuenta de lo genial que era él y viceversa.
    –Tú eres la famosa María.
    –No sabía que fuera famosa, pero si quieres te firmo un autógrafo encantada–¡oh Dios mío, esta borracha! Joseph estalló en carcajadas y Tania y yo nos miramos sin comprender nada.
    –Quería pedirte disculpas por las veces que Álvaro te ha “amenazado” con que íbamos a ir a destrozar tus cosas y no sé qué más barbaridades. Es más, si quieres vamos y le rompemos a él las suyas, me caes mejor que ese bocazas–de nuevo los dos se echaron a reír como si hubiesen contado el mejor chiste del año.
    –¿Qué es tan gracioso? –si no estábamos todos, parió la burra.
    –Qué vamos a destrozarte la habitación–Joseph le dio una palmada en el hombro a Álvaro y se marchó junto a Sandra que se había quedado sola nadando en la piscina.
    –¿Intentas robarme a mis amigos? –Vivian juntos ¿Por qué no podían discutir en su casa en vez de traer sus problemas a mi barbacoa?
    –No tengo la culpa de caerles mejor que tú–eso no iba a acabar nada bien.
    –No te hagas ilusiones, simplemente estás buena–¡oh joder!
    –Ellos también están muy bien–he de confesar que María me sorprendió. Con la respuesta que le dio mi amigo pensé que se subiría por las paredes.
    –Fíjate, antes no los soportabas y ahora te vas a cepillar a la mitad–¡mayday mayday, Houston tenemos un problema!
    Tania al contrario que yo no se quedó bloqueada, agarró a María del brazo y se la llevó de allí antes de que explotara la bomba alcoholizada.
    Por suerte cuando me acordé de la carne aún no se había quemado, estaba un poco tostada, pero se podía comer. No era mi culpa, no recordaba haber contratado a dos bufones como espectáculo.
    Antes de que pudiera recriminarle a Álvaro su actitud infantiloide, huyó de mi lado, probablemente se imaginaria lo que le iba a decir. Aquella discusión de niños de cinco años que habían tenido no se parecía en nada a lo que habíamos hablado. Supuestamente le gustaba y ese no era el camino para conquistar a la persona que te gusta sino para alejarla. Su reacción a mí parecer fue exagerada, a fin de cuentas, lo único que hizo María fue hablar con dos chicos, si pensaba que con el primero tenía toda la intención de molestarle, pero no pensaba que tuviese esas mismas intenciones cuando charló con Joseph.

    Por fin terminé la última parrillada de carne, la metí en la olla con un grito los llamé para comer. No había sitios asignados, conforme fueron llegando se sentaron. No sabía si era el destino o simplemente que se buscaban sin poder evitarlo, pero Álvaro se sentó al lado de María. Con rapidez Tania se sentó al otro lado de María cuando vio las intenciones del melenudo de antes.
    Para mi sorpresa y agrado la comida fue bastante bien y divertida, no volaron los cuchillos, por el contrario, todos contamos alguna anécdota graciosa que habíamos vivido.
    Además de la comida, también compre dos tartas, una de merengue y otra de nata y chocolate que había dejado en el frigorífico para que no se estropearan. Cuando terminamos con la carne fui a por ellas y le pedí ayuda a Sandra para traer los platos pequeños y cucharas.
    Corté varios trozos de ambas y los fui ofreciendo, cuando le di su trozo a Álvaro, me llamó la atención que cogiera el plato con la mano izquierda porque él era diestro, no pude evitar dirigir la mirada hacía su otra mano. ¡La madre del cordero! Me estaba volviendo loca o le estaba metiendo mano a María por debajo de la mesa ¿Cómo podía ser tan descarado? ¿Y cómo María lo permitía? Normalmente ella no era tan desinhibida, era increíble lo que podía llegar a hacer el alcohol.
    Intenté hacer caso omiso a lo que acababa de ver y seguí repartiendo tarta como bien pude.

    Más tarde, muchos se tumbaron en las tumbonas a tomar el sol y otros nos lanzamos a la piscina. Como siempre, Joseph comenzó a picarme para que hiciéramos competiciones para comprobar quien nadaba más rápido.
    – ¿Cómo van las cosas con Sandra? –acabábamos de hacer la primera carrera y había ganado él, no paraba de burlarse de mí, pero le ganaría, no pensaba salir de esa piscina hasta que al menos le ganará un largo.
    –Nunca pensé que confesarle tus sentimientos a una persona fuera tan difícil. Ya lo he intentado en dos ocasiones, pero no he sido capaz–parecía apenado y a la vez no, era una mezcla rara, no sabía muy bien cómo interpretar su cara.
    –Cuando sea el momento lo sabrás y las palabras saldrán solas, no te desesperes–al menos eso era lo que pensaba.
    Después de cinco carreras, conseguí ganar una, por supuesto Joseph me pidió la revancha, pero me negué, estaba muy cansada para seguir nadando, apenas sentía ya los brazos, mi estado físico era un poco lamentable.

    Más tarde, con el pan que había sobrado, fui a ver qué embutidos había por la cocina y preparé unos cuantos bocadillos que dejé en la mesa, cogí uno y me lo comí con tranquilidad mientras observaba a Joseph y Sandra, realmente se veían muy bien juntos, ella parecía más feliz cuando él estaba cerca.

    El baño de la primera estaba ocupado y yo no estaba como para esperar por lo que subí las escaleras corriendo.
    Cuando salí del baño y estaba a punto de irme, por el espejo del pasillo pude darme cuenta que la puerta de la habitación de mi hermano estaba abierta, esa habitación nunca se abría, era como un lugar intocable de la casa.
    – ¡Salid de aquí ya! –grité. Los dos amigos de Sergio estaban allí poniendo la habitación de mi hermano patas arriba. El melenudo se metió el teléfono en el bolsillo en cuanto se percató de mi presencia– ¡Deja eso es su sitio! ¡Sois gentuza! –estaba al borde del colapso. La cama estaba totalmente desecha, había fotos por el suelo, ropa tirada en el suelo, no me lo podía creer.
    –Salid de mi casa antes de que llame a la policía–
    – ¿Qué pasa? –preguntaron por detrás. Reconocí perfectamente la voz de Álvaro y Joseph.
    –Sacad a estos cerdos del cuarto de mi hermano–no pude más y me vine abajo. Las lágrimas que había estado intentando contener se derramaron por mis mejillas. Sentía como mis propios sollozos me ahogaban, no podía apenas respirar. Ya había olvidado cuando fue la última vez que lloré de aquel modo.
    Joseph y Álvaro se aventuraron dentro de la habitación y los sacaron a empujones. Antes de que se fueran los frené y le saqué a ese imbécil el móvil de mi hermano del bolsillo, cuando lo miré a la cara y vi que no estaba para nada arrepentido, la rabia me invadió, subió desde mi estómago hasta mi cerebro nublándome por completo, tanto que alcé mi mano y la estampé contra el rostro de ese cretino.
    Intentó abalanzarse sobre mí, pero Joseph no se lo permitió. En cuanto desaparecieron por las escaleras, me derrumbé en el suelo, aquella imagen era horrible. Hubiese dejado pasar por alto que entraran a cualquier otra habitación, incluso que hubiesen intentado robar en la mía, pero que hicieran aquel desorden en la habitación de mi hermano fue como traer el pasado al presente.
    Sentí pasos apresurados por el pasillo, eran María, Tanía y Sandra. Me levantaron del suelo y me abrazaron, intentaron consolarme, pero yo no tenía fuerzas para recobrar la compostura.
    –No te preocupes, nosotras vamos a arreglar este desorden.
    –La barbacoa se ha acabado–fue lo único que conseguí decir
    –No te preocupes, yo me encargo–dijo Sandra dirigiéndose escaleras abajo. Mis amigas me dejaron y se metieron en el cuarto de mi hermano para empezar a ordenarlo. Hicieron la cama, recogieron algunas camisetas que habían tirado al suelo y las volvieron a colocar en el armario, recogieron las fotos que había en el suelo y las volvieron a poner en el corcho de encima del escritorio.
    –Esa no va ahí–frené a Tanía que iba a pegar una foto de mi hermano, mi madre y yo en el corcho, el lugar de esa foto era el margen de la pantalla del ordenador.
    Me acerqué al corcho y coloqué todas las fotos que ellas habían pegado en el lugar correcto. Me sabía el sitio exacto de cada objeto en aquel cuarto, incluso el orden de la ropa del armario, hasta el último detalle que dejó Raúl estaba en mi cabeza y de ahí jamás se irían.
    Saqué su móvil de mi bolsillo y lo coloqué encima de la mesita de noche en diagonal, justo como estaba antes de que esos… lo tocaran.
    –Lo siento muchísimo Alejandra, sabemos lo que esto significa para ti–Joseph se veía realmente apenado, como si tuviese la culpa de lo que había sucedido, cuando él no había hecho nada. La culpa había sido mía por permitir la entrada a desconocidos.
    –No tienes la culpa de nada, os agradezco vuestro apoyo pero me gustaría estar sola–deseaba que se marchasen y poder tranquilizarme a solas.
    –Está bien, pero antes de irnos te dejaremos todo lo de la piscina recogido y fregado para que no te tengas que preocupar de nada–María siempre era tan atenta conmigo ¿Cómo no quererla?
    Intenté evitar que se tomaran tantas molestias, pero no aceptaron un no por respuesta, antes de que pudiera seguir insistiendo que no era necesario todo aquello, ya estaban bajando las escaleras camino a la piscina.

    Una media hora más tarde, a despedirse. Yo ya estaba más tranquila, me había dado un baño de agua caliente y me había cambiado el bikini por ropa normal. Ellos también se habían vestido para marcharse.
    María cuando me abrazó me dijo que mañana por la mañana me llamaría. Me sentía una tonta por dejar que aquello me afectara de aquel modo, pero por más que había intentado controlarme, no lo había conseguido.

    Cuando escuché la puerta cerrarse y un par de motores rugir, me encaminé hacía la habitación de Raúl, se veía bien, como si nadie la hubiese destrozado hacía un rato.
    Fui hasta el escritorio y me senté en su silla. Sentí una punzada en el pecho al hacerlo, recordé como en varias ocasiones había entrado a su cuarto mientras él estudiaba, sentado en aquella silla y los codos hincados en el escritorio, como me cogía y me sentaba encima de él para que viera lo difíciles que eran los apuntes de química.
    Miré las fotos del corcho, prácticamente todas eran de viajes, algunas eran de fiestas en casa de amigos a las que habíamos ido juntos, siempre juntos. Había una a la que tenía especial cariño. En ella mi hermano salía dándome un beso en la mejilla y yo con la lengua fuera, esa foto la hicimos en la primera fiesta en la que nuestros padres nos dejaron quedarnos a dormir fuera
    Al lado de esa foto, había una de navidad donde salíamos toda la familia al completo, abuelos, primos, tíos…
    En cuanto noté que la respiración se me volvía a acelerar y mis emociones estaban a punto de traicionarme, decidí salir de allí, antes de hacerlo y cerrar la puerta por otra buena temporada, me di la vuelta y miré una foto de él que había en la mesita de noche, era de la graduación del instituto.

    Escuché mi teléfono a lo lejos, no tenía ni idea de donde podría estar. Bajé rápido las escaleras, antes de que diera con él dejó de sonar, pero tampoco me importó demasiado. Me di la vuelta para volver al piso de arriba, pero el móvil volvió a sonar, seguí la música y finalmente lo encontré en la entrada de la casa.
    Casi se me salé el corazón del pecho cuando vi quien era la persona que me estaba llamando.
    –Hola Alejandra.
    –Hola Daniel.
    – ¿Quieres que nos veamos?
    –Me encantaría–respondí demasiado rápido.
    –En media hora estoy en tu casa.
    .
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    .

    ¡Hola!
    Me gustaría saber cuantos jugadores y jugadoras somos. Tengo una cuenta de Instagram: ilenia_autora. Ahí os iré avisando de cuando subo capítulo, también pongo fragmentos de diferentes capítulos y me podéis preguntar lo que queráis.
    De nuevo muchas gracias a todas las personas que gastan unos segundos de su vida en dejarme un comentario.
    P.D. No es por ser mala, pero en el siguiente capítulo se va a descubrir algo muy importante.
    ¡Nos leemos!

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #242994

    Me ha gustado bastante, como hay varias historias abiertas además de la principal engancha más! Lo malo es que no tengo instagram pero me meto de vez en cuando para ver si hay capítulo nuevo

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #243198

    Hola Ile:
    pocas líneas para decirte que sigo ilusionada con tu relato, además, eso de Daniel que aparezca asì, a lo mágico, cuando ella tiene dificultades………. Está colado el pobre………… y ella también.
    Por lo de Instangram….. no sé, si hay adelantos no…… Espero aquí otro capítulo….. Besines…. Roberta

    Responder
    Mery
    Invitado
    Mery on #244278

    Madre mía que intensito todo!!!!!!

    Responder
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