Reproducimos un testimonio que nos llega a [email protected]
Me siento fatal en el momento de escribir estas líneas. Y es que no es que no quiera a mis amigas, llevamos más de media vida juntas y las adoro, pero lo cierto es que últimamente no las soporto. Es que tenemos entre 25 y 30 años y, salvo una de ellas, me da la sensación de que se han quedado estancadas en los 15. De verdad, a veces siento que quedo con ellas más por costumbre que porque realmente me apetezca, porque cada día aguanto menos las batallitas sobre ligues y borracheras que ocupan el noventaymucho por ciento de nuestras conversaciones las pocas veces que quedamos, y del grupo de Whatsapp mejor ni hablar, porque hace meses que lo tengo silenciado y que entro lo justo y necesario. Porque a ver, no es que yo vaya a dármelas aquí de ser la personas más madura del mundo mundial, a veces llevo regular lo del adulting y la carga de responsabilidades que conlleva, pero precisamente por eso a veces necesito desahogarme, hablar de problemas en el trabajo, de los estudios, de las preocupaciones de la vida diaria o simplemente salir y pasarlo bien. Sin embargo, la mayor inquietud de mis amigas suele ser el liarse con Fulanito o con Menganito, ir a tal bar o a tal discoteca para ver si está este o el otro y reaccionar como una quinceañera tímida cuando coincidimos con el susodicho. Que ojo, yo encantada de ir de discotecas, pero es que acabamos en cada tugurio guiadas por la posibilidad de que esté ahí el Casanova de turno…
Además se pasan la vida quejándose de que nuestros planes son siempre los mismos, pero cuando mi amiga Claudia o yo proponemos otra cosa todo son pegas y malas caras, con lo que al final acabamos no haciendo nada. Y no hablo de planes caros, ni mucho menos, sino de cosas tan sencillas como quedar para tomar un café por la tarde, ir a la bolera o al cine o si es verano coger un par de coches e irnos a pasar el día al río. Pues no, ninguno de estos planes les parece bien a no ser que lo organice o que vaya a estar el chaval que le guste a alguna de ellas en ese momento.
Luego están los reproches absurdos: es que yo salí tal día y tú no, es que casi no te veo, es que esta desde que se ha echado novio apenas sale,…pero vamos a ver, que aquí todas trabajamos, estudiamos o ambas cosas, es una tontería enfadarse porque a alguna no le apetezca salir un finde o porque prefiera hacer planes con su pareja. Vaya, que son discusiones que veía normales cuando éramos unas crías, pero no ahora que somos mujeres hechas y derechas. Y así pasa, que sigo quedando con ellas porque es cierto que cada vez nos vemos menos y no tardo en tener ganas de verlas y en estar deseando que nos pongamos al día, pero cuando salgo con ellas acabo renegada perdida. Y me siento fatal, la verdad, por un lado porque las sigo queriendo aunque cada día las aguante menos, y por otro lado porque me siento sola. De hecho me da cierta envidia ver a grupos de gente de mi edad que siguen juntos, que se siguen acompañando en cada etapa de la vida a pesar de que estén en puntos distintos, de que unos estén casados y tengan hijos y otros aún no hayan salido de casa de sus padres, mientras que yo con mis amigas, estando como estamos en puntos más o menos similares…no lo siento así. Todo son conversaciones insustanciales, discusiones tontas y críticas por la espalda, y aunque suene mal decirlo me siento como si Claudia y yo hubiéramos madurado y ellas se hubieran quedado atrás. Porque por supuesto que si me necesitan voy a estar ahí la primera, igual que quiero creer que ellas estarán para mí si hace falta, pero echo de menos esa comunicación y ese entendimiento que antes teníamos y que ahora nos falta, ese idioma común entre amigas que parece que hemos perdido.
A veces pienso en salir con otra gente, aunque no pierda relación con ellas, pero claro, no es lo mismo. En alguna ocasión me he acoplado con otros grupos para hacer algún plan en concreto y me lo he pasado genial, pero siempre he tenido la sensación de ser eso, la acoplada, alguien que se apunta de vez en cuando pero que está fuera del grupo.
Así que ahí voy, sigo quedando con ellas porque las quiero, pero siento que cada día que pasa estamos más distanciadas y por un lado creo que es normal. La vida cambia y las personas también cambiamos, y puede ser que ellas a mí también me soporten cada día menos. Tal vez en algún momento de la vida rconectemos, pero de momento creo que la cosa va a seguir así, que habŕa personas que desaparezcan de mi vida y otras que vayan llegando, y después de todo y aunque me dé mucha pena también está bien.