Lejos quedan esas tardes colgadas al teléfono con tu amiga para decidir qué discoteca será la elegida para el finde  y qué modelito os pondríais para impresionar al crush de turno.

Los tiempos cambian y los temas de conversación también. Hablar de mastitis y partos se ha convertido en  el pan nuestro de cada día.

  • Sin ni siquiera darte cuenta de cómo y cuándo ha pasado, te encuentras quedando para cenar a las 20h. Y lo haces porque sabes que, si no, dormirás mal y tendrás acidez hasta las tantas de la madrugada.

 

  • Empiezas a decir que no a la tercera copa de vino blanco porque tu yo interior sabe que se te va a repetir durante toda la noche, y al día siguiente tienes una reunión que te requiere haber dormido bien.

  • Compartes trucos de tránsito intestinal con tus amigas para, cual prescriptora médica, poder ir mejor al baño, ya que hace unos días que es tarea imposible. Esperando, con más ilusión que un paquete de Shein, recibir una respuesta que te salve.  

 

  • Cada una expone sus trucos para alargar la ya inevitable cita a tu centro de belleza de confianza para tapar las tan temidas canas, que han dejado de ser una sombra para convertirse en una realidad.

  • Los problemas con los novios han pasado a un segundo plano y ahora compartes los marrones de curro, que son los que te quitan de verdad el sueño.

 

  • Vigilas muy bien de tomarte un gin-tonic después de cenar porque solo eso te provocará una resaca que te durara más de 2 días.

 

En definitiva, querida mía, resulta que has llegado a la vida adulta sin ni siquiera enterarte.

Y, aunque no sea tan guay cómo nos pintaron en las películas, mola ver que hay cosas que van cambiando contigo. Cómo cuando te das cuenta de que tu amistad acaba de subir el nivel de intimidad y madurez.

Porque  a veces, resulta más íntimo hablar de tránsito intestinal, que discotecas, modelitos y crushes.

 

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