UN DÍA

Un día te levantas en Roma. Abres los ojos, te desperezas, se te escapa una sonrisa pícara por estar en ese lugar y no trabajando. Te giras y vuelve a salirte una sonrisa pícara porque ves dormido al hombre con la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar susurros de amor, te encaminas a planear el día con mucho mimo. Caminas, visitas los lugares emblemáticos de la ciudad, comes los platos más sabrosos, inmortalizas todos los momentos y puntos turísticos con tu cámara, ríes de las palabras “italianizadas” que se inventa ÉL. Te das cuenta de lo maravilloso que es pasar esos días en Roma pero lo más maravilloso es estar junto a él. Todo está bien: Vivir y él.

2 DÍAS DESPUÉS

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas, se te escapa una sonrisa pícara porque ves las cortinas nuevas que has comprado. Se te enturbia un poco la sonrisa al darte cuenta que es un día laborable y que toca ir a trabajar. Te giras y vuelve a salirte una sonrisa pícara porque ves dormido al hombre con la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar susurros de amor, cada uno comienza su rutina. Te encaminas a planear tu día, organizar la agenda, mandar unos emails, haces unas cuantas llamadas y mantienes una reunión. Te pasan el teléfono y escuchas: Ven al hospital, estoy en urgencias. Acudes inmediatamente y cuando pasa todas las pruebas, a la persona con la nariz más bonita del mundo la dejan ingresada porque tienen que operarla de urgencia. Te das cuenta de que el mundo se ha trastocado pero sigue siendo maravilloso. Es sólo una operación. Nada puede pasar. Es sencillo y los dos volveremos a casa. No pasa nada, dormimos juntos en una camilla, asustados pero juntos. Nada puede pasar. Todo está bien: Vivir y él.

1 SEMANA DESPUÉS

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas y se te escapa un ¡joder qué dolor de espalda! Pero te giras y vuelve a salirte una sonrisa porque ves tranquilo y dormido al hombre con la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar susurros de amor, te encaminas a hablar con los médicos sobre el tratamiento a seguir para luchar contra el cáncer que le detectaron aquella noche. Hablas con familiares, hablas con amigos, organizas tu trabajo para poder estar al lado de ÉL y piensas en la nueva rutina que nos espera. Todo va a cambiar pero todo está bien. Nada puede pasar. Él es fuerte, tú eres constante, nada puede con ellos. Todo está bien: Vivir y él.

2 MESES DESPUÉS

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas y se te escapa una sonrisa y te dices “hoy a ser el gran día“. Te giras y vuelve a salirte una sonrisa pícara porque ves dormido al hombre que aunque no tiene pelo sigue teniendo la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar susurros de amor junto a vitaminas y múltiples pastillas, te encaminas a una consulta del médico en el que se van a valorar los resultados del tratamiento. Tras pruebas y esperas nerviosas, recibes una noticia preocupante. Los resultados no son los esperados y se va a cambiar. ¿Preocupante para quién? No pasa nada, Él es fuerte, tú constante. Nada malo puede pasar. La vida está poniendo una pequeña complicación más para que luchemos y salgamos de ésta invencibles, es cuestión de paciencia. Todo está bien: Vivir y él.

2 MESES DESPUÉS

Un día te levantas en Valencia. Abres los ojos, te desperezas, se te escapa una sonrisa pícara por estar en ese lugar y no trabajando, dedicada exclusivamente a encontrar la sanación de ÉL. Te giras y vuelve a salirte una sonrisa pícara porque ves al hombre calvito con la nariz más bonita del mundo mirándote como si fueras la princesa más bella del reino. Tú preguntas ¿por qué me miras? Y ÉL responde Porque pase lo que pase, te amo. ¿Cómo que pase lo que pase? Tras desayunar susurros de amor, te dispones a ir a un nuevo hospital a visitar a un nuevo médico que encontrará la solución después de haber obtenido resultados fallidos en 4 tratamientos. Nuevas pruebas, nuevos expedientes. Preocupación e incertidumbre pero confianza porque nada malo puede pasar. La vida está poniendo otro pequeño obstáculo para que lo saltemos y se fortalezcan aún más nuestras piernas. No pasa nada, ÉL ya está débil pero tú eres fuerte y constante. Aguantas por los dos. Todo está bien: Vivir y él.

2 MESES DESPUÉS

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas y se te escapa un ¡me cago en la puta! Se te enturbia la sonrisa cuando tienes que irte a trabajar y no has dormido nada. Te giras y se te vuelve a enturbiar la sonrisa cuando te das cuenta de que no está. Llevas más de 20 días levantándote sin ver al hombre con la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar silencio, llamas al hospital para ver qué tal ha pasado otra noche de aislamiento por su transplante de médula. Te dicen que es valiente, fuerte y que se está recuperando. Es en ese momento en el que sonríes y lloras a la vez. Te encaminas a planear tu día ocupándote los minutos sin él. Organizas tu agenda acordándote de él, mandas unos emails acordándote de él, haces unas cuentas llamadas acordándote de él y mantienes una reunión acordándote de él. Te das cuenta de que vas perdiendo fuerza y te encuentras más débil porque no descansas por las noches. ¿Qué te preocupa si todo va a salir bien? Todo está bien. Nada malo puede pasar, ÉL está débil y aislado. Tú aguantas por los dos. Todo está bien: Vivir y él.

1 MES DESPUÉS

Un días te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas, se te escapa una sonrisa pícara llena de esperanza. Te giras y vuelves a sonreír al ver al hombre calvito y con la nariz más bonita del mundo, ÉL. Tras desayunar susurros de amor, vitaminas, pastillas e inyecciones te diriges al hospital para ver los resultados. Va a ser un gran día. Tú con paso firme. Él con paso muy débil. Ambos sonreís, la vida os va a dar una buena noticia. Llegáis y ÉL se va a la sala de tratamiento mientras tú te diriges a hablar con su médico. Algo no va bien, los resultados no es que no mejoren, es que van a peor. Probarán con ÉL otro tratamiento, el último. Sales de la consulta en una nebulosa de dudas, llena de pánico y esperanza. Llegas a la sala y tras la pregunta ¿qué tal ha ido? Respondes: Bien mi amor, todo va bien. Nada malo puede pasar. ÉL está débil y se va a enfrentar a la última opción de sanación. Tú eres fuerte y constante pero estás aterrada. Tú aguantas por los dos. Todo está bien: Vivir y él.

1 MES DESPUÉS

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos hinchados de haberte pasado toda la noche llorando en silencio. En lugar de la sonrisa hay una mandíbula desencajada. Te giras y sonríes porque el hombre calvito con la nariz más bonita del mundo, aún respira. Tras desayunar lágrimas, te retumba en la cabeza la frase que no olvidarás en el resto de tus días: No hay más que hacer, hay que esperar su degradación y en cuestión de unos meses, descansará. Te dispones a planear tu día y organizarte con familiares. Pides cita en el psicólogo para que te enseñen a aprenderte el manual de viudas. Llamas por teléfono a su médico para que te enseñe las instrucciones en caso de empeoramiento. Aprendes un manual básico para poner inyecciones e inhaladores de morfina. Mientras tanto, te llama y acudes a la habitación con tu mejor sonrisa ¿qué quieres? A lo que contesta: Mi amor, bájame el volumen de la televisión porque me está taladrando la cabeza. Y tú, con tu mejor sonrisa, simulas que bajas el volumen de la tele que no está ni encendida. Todo va bien. Nada malo puede pasar. Sólo pasa una cosa, hay un alma en forma de estrella que está preparándose para irse. Él está débil y apagado. Tú aguantas por los dos. Ya no todo está bien: Vivir sin él.

2 SEMANAS DESPUÉS

Un día te incorporas. No te levantas porque llevas 2 días seguidos sin dormir. En lugar de aquella sonrisa, te encuentras una mandíbula tensa. Te giras y sonríes porque sigue respirando el hombre con la nariz más bonita del mundo, EL. Tras desayunar sollozos, te das un paseo por los jardines de un Hospital Paliativo en el que se respira muerte con respeto. Observas las plantas teñidas de espera, lees los carteles de la entrada donde ponen: respeto, adiós, descanso… Vuelves al edificio y pasas por pasillos donde la gente que habita en ellos conoce su final. Te sientes egoísta por desear la muerte de esa persona que amas para que no se de cuenta del sitio donde está. Deseas con todas tus fuerzas que cierre los ojos, que descanse para siempre, que se vaya ya sin ver eso. Esperamos todos mirándonos a las caras y deseando lo mismo. Subes a la habitación y te encuentras a ÉL con lucidez. Te dice que te ama, que eres el amor de su vida pero a los 20 minutos como si de un cortocircuito se tratara, te dice que te odia. Y tú, te hielas. Te hundes. ¿Quién te odia? ¿Él o las células que han estado luchando contra vosotros? Te das cuenta de que todo cuanto construisteis juntos se desvanecerá en unos días. No todo está bien: Vivir sin él.

2 DÍAS DESPUÉS

Un día te levantas en un pueblo de Córdoba. Abres tus ojos hinchados y escuchas sonidos extraños sin saber donde estás. Todo está oscuro y te das cuenta de que no estás sola en aquella habitación ¿Qué es lo que pasa? No te acuerdas de nada por todos los somníferos y calmantes que han recorrido por tu cuerpo en la noche anterior. De repente, alguien abre la puerta y te dice que ya están todos preparados. Te diriges al baño, te ves en el espejo y ves a una chica pálida, delgada y sin aquella sonrisa pícara. Te dispones a combinar con las ojeras tu ropa negra.
Miras hacia abajo mientras caminas acompañada de mucha gente. Observas pétalos de flores blancas en el suelo que pisas con tus botas llenas de agua de lluvia. Llora el cielo junto a ti. Oyes campanas cuyo sonido golpea contra las paredes de las casas bajas. Te detienes. Escuchas lloros. Notas manos por tu espalda. Miras hacia delante y le ves. Ves encajonado sobre los hombros de familiares y amigos al hombre que tenía la nariz más bonita del mundo. Ves como poco a poco van tapándole. Poco a poco te tapan. Poco a poco te das cuenta de que alguien te ha arrancado el corazón sin anestesia. Notas el dolor del alma que quiere gritar pero tiene afonía. Él se va fuera, tú te quedas dentro. Ya no aguantas por los dos. Ya aguantas por ti. No todo va bien: Vivir sin él.

UN MES DESPUÉS Y EN ADELANTE

Un día te levantas en Madrid. Abres los ojos, te desperezas, se te escapa una leve sonrisa. Te giras y la sonrisa se te distorsiona porque el hombre con la nariz más bonita del mundo está de viaje, ÉL. Tras desayunar valentía, te dispones a recuperar tu fuerza siguiendo los pasos que seguiría ÉL. Acudes a médicos y profesionales a los que no vuelves porque te parecen gilipollas. Te dejas querer por familiares y amigos que de vez en cuando también te parecen gilipollas. Te das cuenta de que aquí la única gilipollas eres tú así que vuelves a pensar y a realizar todo eso día a día hasta cambiar conceptos y valores. Lloras, ríes, te caes, te levantas, te desesperas, te alegras, te entristeces, te enrabietas, te enorgulleces, te desanimas… Vuelves a coger el ritmo del día a día como lo haría ÉL. Ya no está, tú sí, aguantas por ti. Eres fuerte, constante, valiente. Nada malo puede pasar, sólo tienes que seguir cargando con la vida. Todo está bien: Vivir conmigo.

Esta es la historia de Elena Gabín

Publicada originalmente en el blog Hola sin hache gracias.