Este último año ha sido el de las citas  y la conclusión a la que he llegado es que tengo el radar estropeado.  Vamos que no doy una y que no sé porqué me meto en estos líos. Reflexionando sobre los acontecimientos, he descubierto el momento exacto en el que se jodió el asunto.  

Ese instante fue cuando di el paso de cambiar lo real por lo virtual.  La verdad, me dejé liar una noche de copas, los mojitos de litro ayudan a que  las conversaciones suban de tono con tus amigas.  Esas noches en las que te ríes sin parar y siempre hay algún hombre con la antena puesta y te mira como si fueras marciana porque un grupo de tías está hablando de follar, en fin…   El caso, es que a la mañana siguiente con una resaca de caballo, acabé por abrir perfiles en esas famosas aplicaciones de ligoteo (universo fascinante  para entrar en detalle, pero ese es otro tema…).

tinder

El caso es que tras conversaciones de chat aparentemente normales se esconde algo muy diferente, seguramente si hubiese coincidido con esos chicos en la vida real…  no hubiese quedado con aquel flipado que forzaba a cada instante chistes de animales con una voz ridícula.  Me hablaba como si fuera una niña de 8 años, ridículo pero da cierta confianza este debe ser paradito… pensé… Pues error, a la que me despisté en el cine se abalanzó sobre mí con tal ímpetu que casi me atora la tráquea de palomitas con su lengua. Un espectáculo que recordará entrañablemente la familia de tres hijos que se sentaba a nuestro lado.

Por supuesto, tampoco hubiese quedado con el chico que nada más conocerme me habló como si fuera su hermana y me pidió que le diera un fuerte abrazo. Mi cara era un poema cuando se quedó enganchado a mí un buen rato como un koala a un árbol.  En ese instante ningún músculo de mi cuerpo reaccionó, tan solo podía oír  como un mantra en mi cabeza: este tío tiene un trauma infantil. tenor

Descartado también el que llegó y me había mandando fotos de hacía una década y a la media hora me preguntó si nos íbamos a la cama. ¿En serio? Cuando le dije que no tenía en mente acostarme con él, me soltó que yo no tenía que tocarle que él se encargaba de todo. Hasta propuso  quedar otro  día y me daba un masaje muy especial.  Y yo muy educada en silencio, hice una gran actuación al disimular la grima infinita que me estaba dando imaginar esas manos en mi cuerpo…  Fui apartando la silla de la mesa, cogiendo el bolso y diciéndole a mis piernas que no me fallaran en la carrera hacia la puerta.

Aún tengo dudas si hubiera quedado con Mr. Uruguay, así fue bautizado posteriormente en otra noche de copas. La verdad quedé con él pensando que el perfil era falso y me iba a encontrar a otro tío. Mi sorpresa fue que en persona estaba más bueno que en las fotos. Me parto de risa al recordar mi expresión de necesito una fregona con urgencia y mis piernas temblaron durante toda la cita. Aún recuerdo el juego de miradas que tuve con la camarera, ella me miró al estilo eres una hija de…. Y yo le sonreí y la miré en lenguaje muérete de envidia perra.  ¿El defecto de Mr. Uruguay? Después de una cita de película, hasta me atreví a darle un beso y no, contra pronóstico a lo que estáis pensando no me hizo la cobra, me lo devolvió con más ganas y me dejó temblando hasta el alma.  Nos despedimos hasta otro día y ahí llegó la revelación, Mr. Uruguay no volvió a dar señales de vida, era fanático practicante del ghosting. Tinder-App-GIF

Me dejo en el camino alguna cita desastrosa más y guardo silencio sobre las exitosas, no voy a mentir que alguna fue más que bien (ya tu sabes…) Pero estoy en el punto de querer algo más que una alegría para el cuerpo y he llegado a la sabia decisión de intentar arreglar mi radar. Así que el cambio de estrategia viene siendo urgente. Me he puesto manos a la obra y  he pasado la tarde buscando por internet lugares donde conocer gente…

Beatriz Arjona