La historia que os traigo tiene un sabor agridulce, pero sobre todo SABORRR.

¿En alguna ocasión has tenido la sensación de que tu relación se ha relajado demasiado? Si una cosa tenemos clara es que la pasión y la magia se va con el tiempo. Aunque seamos conscientes de que eso va a suceder, no tenemos por qué ignorar que todo puede mejorar.

Seguro que has leído, escuchado y bicheado planes para hacer con tu amor para darle una sorpresa, para que no se apague el fuego o para recordaros mutuamente que es ahí donde queréis estar. Sin embargo, hay personas que se acomodan con facilidad y pretenden que un volcán se adapte a la calma.

Mantita y Netflix es maravilloso, pero hay tantas, tantísimas cosas por hacer, vivir y sentir que abruma. He de admitir que yo ya no veo la tele por la manía que le he cogido. Mi rutina estaba marcada por la programación de algunas cadenas o por los estrenos de series punteras.

Dejar espacio a la improvisación, preparar un picnic en el salón o una cena en la terraza son cosas que, en ocasiones, se pasan por alto. Puedes pensar que estoy generalizando demasiado, pero muchas vais a coincidir conmigo que eso pasa.

Es complicado llegar a un acuerdo o establecer una comunicación cuando una de las dos personas pide a gritos sofá y la otra bailar hasta el amanecer. Es evidente que cada uno podrá tener una rutina diferente, un umbral del cansancio mayor o peor o más o menos ganas de comerse el mundo. Si de algo no hay duda es que lo que no se puede permitir es que se invalide tu opinión o tu ansia de vivir.

 

La moraleja de todo esto no es otra que recordarte que no te puedes dejar en un segundo plano por nadie. Cariña, eres un pibón digno de ser valorado y disfrutado como toca y no te mereces perder amor propio por alguien que solo se emociona con la repesca de concursantes. 

¡Quiérete por encima de todo! No me seas otra Roro de la vida, que con Pablos así, vamos listas.